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Presencia española en el intenso verano de los festivales italianos

La Celestina, de Rojas; Calderón con su La vida es sueño; la soprano Monserrat Caballé y el cineasta Narciso Ibáñez Serrador, con su filme ¿Quién puede matar a un niño?, son algunos de los jalones de la presencia española en los teatros, festivales y conciertos artísticos que de julio a septiembre siguen asegurando a Italia la marca del país del bel canto.

El tema de España es, sin duda alguna, el eje de la Bienal de Venecia, pero mirando sobre todo a la actualidad política y al proyecto de hacer un balance de la cultura contemporánea española y comprobar su vigencia. A su lado, con idéntico propósito, la televisión ha desempolvado viejas películas de la guerra civil, y, cerca de Roma, Alejandro Cane está rodando el asesinato de García Lorca para teletransmitirlo en septiembre próximo.De julio a septiembre se podría decir que toda la península italiana y el coro de sus islas se agitan, baila, canta, dramatiza, escucha silenciosa, conmemora centenarios o eventos artísticos, no sólo con el interesado e inconfesado objetivo de aflojar la bolsa del turista europeo, sino con un ejemplar empuje de renovación cultural.

A este proceso de renovación cultural está contribuyendo notablemente la desconcentración administrativa. Al pasar a ser competencia de las regiones muchas actividades que antes estaban bajo la gestión amorfa y burocrática del Ministerio del Turismo y del Espectáculo, se advierte una mayor curiosidad intelectual, una mayor riqueza y osadía de iniciativas, una mayor viveza organizativa experimental, que tiende a lograr la mayor participación del público, desde el niño al obrero, desde el jubilado al italiano medio que no puede ir de vacaciones.

Según el Instituto Italiano de Estadística, sólo el 35 por 100 de los italianos va de vacaciones, es decir, pernocta fuera de casa al menos cuatro días consecutivos para reposar o distraerse. Es verdad que desde 1972 casi tres millones de italianos han ido de vacaciones y en 1959 el porcentaje era del 13 por 100, del 21 en 1965, del 26 en 1968, del 31 en 1972.

No constituye ello un grave problema para el ocio de los que se quedan en la ciudad. En el patio del monumento histórico, en las ruinas del teatro romano, en las plazas del barrio, pueden escuchar a la orquesta internacional famosa, ver a Goldoni o a Shakespeare, divertir a sus hijos con marionetas y pantomimas.

Este año, la celebración del bicentenario de los Estados Unidos ha dado ocasión a una pacífica invasión de música folk, jazz y teatro-circo.

Si Venecia ha tenido, como siempre, la exclusiva de lo visual, de lo plástico, de lo arquitectónico suntuoso, Florencia, más continental y parlamentaria, ha dado este año síntomas de preferir el teatro, el diálogo, la participación masiva de la cultura. Del 3 al 8 de julio la XI Reseña Internacional de Teatros Estatales ha puesto Las desgracias del señor Pantaleón o un mal día en Bérgamo por Two penny circus, de Vermont, dirigido por Donny Osman. El 12, Osman trató en un stage con los operadores teatrales florentinos de esta nueva forma de teatro, en que se mezcla el viejo espíritu mágico del circo, la farsa de la comedia del arte, las marionetas y la lección de los juglares medievales. En seis zonas de la ciudad las asociaciones culturales de organizaciones políticas han promovido 154 manifestaciones culturales en plazas de barrios, 82 conciertos y espectáculos teatrales, 42 animaciones para mimos, 127 réplicas teatrales y de cabaret.

El grupo Torchio, de Aldo Giovanetti, de Roma, con sus actores-animadores se propone ante todo hacer funcionar el cerebro de los niños enseñándoles el uso de la razón y no el de la violencia. El floklore como forma de teatro puro fue tema fundamental del espectáculo La barrera, que del 7 al 10 de julio escenificó los cantos populares y las faenas agrícolas, recogidos e ilustrados por Ivo Guasti y Franco Manescalchi. Del 13 al 24 de julio el teatro del ayuntamiento dio dos espectáculos de ballet con músicas de Gyory Ligeti, Stravinski, Mahler...

Si de Florencia bajamos a la capital, Roma, podremos ver todavía el 24 y 25 El adusto bienhechor, de Carlo Goldoni, con Maria Scaccia en el Tercer verano tuscolano, en el teatro de Villa Torlonia.

El 31 de julio y 1 de agosto, Pericles, príncipe de Tiro, de Shakespeare, con Giorgio Albertazzi. De allí la barraca teatral pasará con sus bártulos hacia el mar, a pocos kilómetros, a Ostia Antica, donde el 15 de julio se ha podido ya ver Los Menecimi, de Plauto, y del 21 al 26 la compañía de espectáculos clásicos de Filippo Torriero, que está poniendo La decimo secunda noche de Shakespeare.

De la universidad de Carolina del Norte han venido a dar conciertos más de 100 jóvenes, que están dirigidos por Han Werner Henze, un director alemán que vive desde hace 25 años en Italia. En la basílica de Majencio, el 12 de julio, un conjunto chileno, Inti Illimani, y una brigada muralista de artistas-pintores celebraron a Pablo Neruda, ayudados por los concursos de verano de Santa Cecilia. Días más tarde, en el palacio de deportes, Tony Esposito, Perigeo, Shakty Mahavism y John McLaughlin organizaron un palaeur music festival de jazz, con la participación del percusionista Bily Cobham.

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