Tamames: 45 firmas por minuto en la Feria del Libro

La Feria del libro alcanza su cenit en los fines de semana. Los niños se multiplican y con ellos, los padres y paseantes en general. Las editoriales y librerías presentan sus mejores plumas y el polvo lo invade todo, cuando no deja paso a la inevitable lluvia. Los fines de semana por haber hay hasta un organillo -lo llevó Antonio D. Olano, para presentar su Pecar en Madrid, con música- que naturalmente, no sonó por ir en contra de los reglamentos feriales, normativa que recoge, al parecer, la posibilidad de un organillo pecaminoso.Pero si Olano fue el más musical, al menos a nivel de deseo, Tamames fue el que mayor firmas por minuto estampaba en cualquiera de sus libros, cuya enumeración excede los espacios de esta crónica. Sobre todo firmaba su ¿A dónde vas, España?, pregunta que tenía resuelta Rosa Montero y su libro, España para tí, para siempre. Los de Destino llevaron a Francisco García Pavón, Carmen Martín Gaite y Gonzalo Torrente Ballester, que firmaron con el ritmo y frecuencia acorde con su reconocida valía.

La Iglesia más comprometida tuvo en García-Salve y Miret Magdalena a dos de sus pibots más espectaculares. Si Tamames y Camacho eran recibidos en olor de multitud, Salve y Miret lo eran en olor de santidad posconciliar. Hay que anotar que con frecuencia los peticionarios de dedicatorias pasaban de Tamames a Miret con una envidiable facilidad.

Manuel Andújar firmó su Historias de una historia, y la poesía estuvo heterogéneamente representada por Celaya, Aute, Gloria Fuertes y Francisco Izquierdo que regalaba un grabado sobre García Lorca a cada comprador de su libro. Vizcaino Casas firmaba Niñas..., ¡al salón!, Valverde Y Abril, Las españolas en secreto, Agata Lys hacía lo mismo con fotografías de rubia -des -pam -pa -nan -te -con -bo -ca -entre -abierta, preparando el terreno para su autobiografía. Romeu y los hijos de su madre contemplan, entre displicentes y perplejos, la abigarrada multitud con bolsas de plástico, y Pilar Ulía nos dedicaba ,Los excomulgados del Palmar de Troya, en clara demostración de la pujanza editorial del país, que permite y propugna la bibliografía del tema del momento antes de que el protagonista sufra un malhadado accidente de tráfico.