Operación masacre
No constituyó sorpresa para nadie, ni en Argentina, ni en el resto del subcontinente, el asesinato a sangre fría del ex presidente de Bolivia, Juan José Torres. Los precedentes de este tipo de operaciones son numerosísimos. Y aunque el Gobierno argentino asegura que se trata de una «conjura exterior» para deteriorar su imagen ante el mundo, resulta un tanto sorprendente que la Junta Militar que preside el general Videla no haya mostrado tanta prisa para desenmascarar a los asesinos de Torres, Michelini y Gutiérrez Ruiz como para arreglar su fisonomía. También resulta significativo que pese a las promesas de evitar este tipo de acciones, los asesinatos continúen como -en los mejores tiempos de la «Triple A» peronista.Al parecer, el Gobierno de Buenos Aires está más preocupado con exterminar a los terroristas de extrema izquierda que con controlar a los asesinos de extrema derecha. Existen, al parecer, razones objetivas para ello.
En primer lugar, el general Videla y a sus colegas les resulta incómoda la presencia en su país (tierra hospitalaria si las hubo, para todos los exiliados de aquél y éste continente), de refugiados políticos extranjeros. La eliminación selectiva de una serie de figuras de la oposición uruguaya y boliviana podría animar a los otros exiliados a refugiarse enembajadas (como acaba de hacer el dirigente uruguayo Ferreyra Aldunate), o simplemente a salir lo antes posible del país. Eliminados estos incómodos elementos, silenciada la prensa nacional y las agencias informativas internacionales, podrá la Junta Militar argentina dedicarse con la eficacia que la caracteriza a la «operación limpieza».
Esta operación cuenta, sin duda, con ayudas exteriores interesadas. Para nadie ofrece duda que los asesinos de Gutiérrez y Michelini eran uruguayos. Y es más que probable que los que «ultimaron» a Torres fueran también agentes bolivianos. ¿Al servicio de quién? El general Banzer niega vinculación alguna de su régimen con el crimen y como gobernante celoso de la seguridad de sus compatriotas -aunque sean enemigos políticos...-, pidió hace dos días a Videla que le aclarara el «asunto Torres». Ahora el asunto ya está aclarado definitivamente en cuanto a la víctima se refiere.
En menos de tres años, el cono sur se ha militarizado hacia la derecha. Y dadas las identidades y las homologaciones de los regímenes de Bolivia, Paraguay, Brasil, Chile y Argentina, todo el mundo habla ya de una santa alianza policial y antizquierdista. Se tratará, sin duda de fabulaciones judeo-masónicas, como suele suceder en estos casos.
Muy probablemente ciertos dóciles portavoces del poder, recordarán que en París hace unos, días asesinaron al general (y embajador boliviano) Zenteno Anaya. O -como acaba de hacer una agencia de prensa española- que en la época presidencial de Torres, los grupos extremistas cometieron en Bolivia «algunos secuestros de acaudalados empresarios». Todo esto podría justificar, seguramente, el asesinato del dignísimo e inofensivo Torres...
En Santiago de Chile, capital ahora de la civilización occidental por obra y gracia del general Pinochet, la Organización de Estados Americanos (que hoy comienza su reunión), no evocará seguramente la «operación masacre» que se desarrolla en Argentina porque, al fin y a la postre, se trata de míseros exiliados los que mueren con un tiro en la nuca. En cambio se forjarán nuevas alianzas, santas y hasta «non santas».
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