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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Días felices en Corfú

Fernando Savater

Recuerdo un texto de hace bastantes años en el que Jean Rostand defendía el derecho a ser naturalista, no microbiólogo o genetista. Nunca he sabido matemáticas -venía a decir el hijo del creador de Cyrano- ni falta que me ha hecho; lo que quiero es que me dejen tranquilamente observar mis lagartijas o mis insectos, como hicieron Maeterlinck y Fabre, sin obligarme a fingir interés por códigos cromosómicos o ácidos nucleicos. La protesta era algo hiperbólica, pues el mismo Rostand también ha trabajado en temas de química biológica, pero resume bien la rebelión del naturalista descriptivo frente a la marea crecientemente abstracta y descualificadora de la zoología moderna. También soy de los que decididamente prefieren leer a Plinio mejor que a Monod y por ello he disfrutado grandemente con la lectura de Gerald Durrell, un naturalista de corazón ieforzado por un humorista nato.

Mi familia y otros animales, de Gerald Durrel

Madrid. Editorial Alianza Tres. 1975.

En «Mi familia y otros animales», Gerald cuenta los años pasados en Corfú por la familia, Farrell, encabezada por el luego celébre Lawrence, entonces poco más que un adolescente con pruritos literarios. El propio Gerald era entonces un niño de doce años, vital y absolutamente apasionado por todas las formas de fauna encerradas en el gigantesco terrario de Corfú y las aguas que bañan la isla griega. Ya su misma familia fascina a Gerry, quien observa a sus parientes con la misma aguda precisión y con toda la comprensiva simpatía que dedica al estudio de arañas y mochuelos, pero Corfú le permite ampliar enormemente su nómina de ejemplares humanos interesantes con piezas de verdadero y raro mérito. Así, junto a una madre deliciosa y comprensiva hasta el desvarío, pero decididamente horra de todo sentido práctico, un hermano mayor dictatorial y pedantemente envenenado por el virus de la escritura, otro hermano cazador y una hermana enamoradiza, Gerry conocerá al servicial y dominante Spiro, a una pléyade de extraños pedagogos que tratan de rescatarle de su feliz salvajismo, en el que han influido las abrumadoras amistades de sus hermanos mayores. Pese a la atención que dedica a esta absorbente fauna humana, Gerry no descuida a los restantes seres vivos de la isla, con algunos de los cuales traba duradera amistad: por ejemplo, con la salamanquesa «Gerónimo» -cuyo duelo con una mantis religiosa es una de las páginas épicas del libro- o con el mochuelo «Ulises», la gaviota «Alecko» y otros varios pajaros y perros. La visión que lanza Gerald Durrel sobre todos estos personajes y sus respectivas relaciones recupera perfectamente el entusiasta robinsonismo de una infancia libre e inventiva en un marco afortunadamente poco urbano, de mediterránea esplendidez. Travieso y científico, Gerry es una especie de estupenda mezcla entre Guillermo Brown y Konrad Lorenz. El desenfadado humor con que narra todas sus peripecias está, a veces, mas cerca de los hermanos Marx que de la tradición, de Jerome K. Serome o Woodhouse; creo que logra uno de los libros más decididamente cómicos de la literatura inglesa Gerald Durrell ha sabido transmutar su nostalgia en júbilo, a pesar de que aquélla -la infancia perdida- aparece aquí y allá, matizada pero incontenible. El autor se ha divertido escribiendo este libro y sabe contagiar esta diversión a su lector. Lo que aquí se narra son los días felices en que una misma risueña y limpia mirada, ingenua, pero nada estúpida, recorrió la muda brega de los animales y la emparejó sin amargura con el juglaresco ajetreo de los humanos. Nunca cae Gerald Durrell en odiosas comparaciones o en ridículos antropocentrismos: por fortuna, ama demasiado la diversidad de la vida como para querer reducirla a una única historia, reiterada con diversos énfasis.

Pocos libros devuelven la alegría de la lectura con tan gozosa inmediatez como éste. Quien ame el humor en literatura hará mal en perdérselo.

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