_
_
_
_
Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La estación de los escualos

Con Tiburón se ha asomado a las pantallas de Madrid un personaje inédito hasta ahora en las películas de terror, personaje de ficción al que otros hermanos más reales han seguido inevitablemente en películas menores, en lo que a éxito, publicidad y medios se refiere. Estamos en la estación del tiburón, si es que tal estación existe en la vida real, en el mar real, más allá de las salas de espectáculos. Al parecer, los filmes de terror influyen, tienen para el espectacior el valor de los antiguos sueños, de las pesadillas infantiles. Cuando el sueño acaba y volvemos a la luz del día, libres, intactos y en cierto modo invictos, la sensación de haber vencido un grave riesgo, un peligro muchas veces mortal, nos lleva a enfrentarnos de mejor grado, Con mayor eficacia, a los peligros y riesgos de la vida que ciertamente, en muchos casos, no son peores que estos voraces peces hoy de moda. Muy de moda, puesto que desde que empezó a extender por las pantallas su terror benefactor, este protagonista nuevo ha llegado, a través de su éxito, a alcanzar categoría de mito, y sus fauces pueden verse por toda Norteamérica en la portada de cualquier revista, en la ropa de las teen-agers, en adhesivos y chistes políticos e incluso en toda una serie de modelos que las reproducen a todos los tamaños. Su éxito se explica, al parecer, porque el tiburón es una de las pocas especies no dominadas por el hombre, lo cual le hace pasar en cierto modo por héroe a los ojos de ese hombre, en su actual retorno a los brazos de la madre naturaleza, y también porque el filme fue lanzado en verano, época en la que los escualos se cobran su pitanza de bañistas, con lo que el temor a que antes aludimos se vuelve más real si cabe, en cualquier mes de vacaciones, en las playas soleadas del Pacífico. El caso es que ese temor, es decir, ese escualo mecánico, ya se había cobrado en su primera semana de exhibición su primera víctima y, pocos meses más tarde, eran cinco personas más quienes le seguían por el mismo camino donde la muerte y la ficción se juntan al final de la vida.Este devorador de hombres -no el tiburón, sino el creador de la película- tiene en su haber, a los veintisiete años, tres filmes a cual más elogiado por la crítica. Del primero, Sugerland Express dijo el New Yorker: «Es el más fenomenal debut de un director en la historia del espectáculo.» Pequeño, tímido, esconde tras sus gafas oscuras un mundo de terror y pesadilla que arranca de sus primeros años, de un filme de Walt Disney: Blanca Nieves y los siete enanitos. Para cualquier espectador normal, siempre ha sido al menos cuestionable el beneficio que de tales películas puedan sacar los niños. Estos filmes de fantasía-ternurismo-terror, agradan más a los mayores, que no toman en serio sus historias o que las aceptan hasta cierto punto, por vagas razones tradicionales o estéticas. Más los niños lloran de miedo en ellas y, que se sepa, los niños, salvo a la hora de nacer y hasta ser hombres, deben llorar lo menos posible, excepto en casos extremos.

Steven Spielberg, segundo padre de nuestro tiburón, explica cómo en la huida de Blanca Nieves por el bosque, cuando los árboles toman formas humanas e intentan atraparla y deternerla, tuvieron que sacarle aterrado del cine y, aun mucho tiempo después, en la villa de sus padres, en Hadenfield, Nueva Jersey, las ramas de los árboles del jardín se le antojaban también brazos y manos que quisieran arrastrarle fuera de la cama, haciéndole pasar muchas noches en vela, entre el miedo y el llanto. Así, según los psicólogos explican, el terror de Blanca Nieves habría llevado al muchacho de entonces a triunfar en el cine de hoy, gracias a Walt Disney, de quien él mismo se reconoce discípulo.

«Mis maestros han sido él y Hitchcock. El primero era insuperable asustando a los niños; el segundo, asustando a los mayores.» Sólo falta por averiguar a qué clase de edad se refiere, porque la edad mental de los espectadores -psicología aparte- explica también el éxito de ciertos filmes de terror, incluidos los realizados a mayor gloria y fama de la vieja familia de los escuálidos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_