Carrera de obstáculos hacia Río 2016
Brasil inicia la cuenta atrás para los Juegos con las instalaciones a punto y una larga lista de problemas ambientales y de transporte
Río de Janeiro comenzó este miércoles la cuenta atrás de los 100 días hasta los Juegos Olímpicos sin mucho que celebrar. Mientras la antorcha olímpica parte de Atenas camino de Brasil, la ciudad intenta esquivar una tormenta de dificultades que ya se presentan como una carrera de obstáculos hasta el 5 de agosto, día de la ceremonia inaugural. La buena noticia es que casi todas las obras para la realización de los Juegos están terminadas; la mala es una larga lista de problemas que mantendrá en vilo a las autoridades hasta el final del evento.
Amenaza terrorista y violencia urbana
La seguridad es uno de los grandes desafíos para el éxito de los Juegos Olímpicos de Río 2016, que se celebrarán en la ciudad brasileña entre el 5 y el 21 de agosto próximos. A las posibles amenazas terroristas se suma la naturaleza de una ciudad violenta, con frecuentes robos en las calles y el recrudecimiento de la violencia en las favelas.
La organización Amnistía Internacional recuerda la letalidad de la policía de Río de Janeiro, que el año pasado mató 307 personas, una de cada cinco muertes violentas que se vivieron en la ciudad. “Pese a la promesa del legado de una ciudad segura para celebrar los Juegos Olímpicos, los homicidios cometidos por la policía han ido aumentando de manera constante durante los últimos años en Río. Muchas personas han resultado heridas de gravedad por balas de goma, granadas paralizantes e incluso armas de fuego utilizadas por las fuerzas policiales en manifestaciones”, denuncia la organización internacional.
La ciudad lidia con accidentes mortales en sus obras de legado olímpico; el virus del Zika, que ha perdido interés mediático ante la grave crisis política que sufre el país y que puede tumbar el gobierno actual, tiene en Río el mayor número de víctimas y las obras del Metro, importantísimas para descongestionar el tráfico de la ciudad, serán inauguradas —si realmente lo son— a última hora. Cerca de la mitad de las entradas aún no han sido vendidas y los cuerpos de seguridad ya confiesan su temor de que los Juegos Olímpicos sean el escenario ideal para multitudinarias manifestaciones alimentadas por la peor crisis política y económica del país en tres décadas.
El pasado jueves, un tramo del carril bici más famoso de Río, construido sobre el mar y promocionado como parte del legado olímpico, se desmoronó como una hoja de papel tras el impacto de una ola gigante. Murieron por lo menos dos personas y puso en evidencia la negligencia de una constructora que participa en varias instalaciones olímpicas. El alcalde de la ciudad, Eduardo Paes, asumió su responsabilidad y prometió castigar a los culpables así como revisar una por una las obras.
La revisión más estricta de los proyectos podría comprometer los plazos de algunas obras en ejecución o complicar, incluso, instalaciones ya terminadas, pero Paes confía en el éxito de su proyecto olímpico: “Comprobamos las obras constantemente. La gente desconfiaba de nuestra capacidad para terminar el Parque Olímpico, la Villa Olímpica, el campo de golf… Ya entregamos todo, faltan solo pequeños detalles”.
El velódromo, en obras
Río ha superado, en realidad, las expectativas, y casi el 100% de sus instalaciones están concluidas, pero aún hay cabos sueltos: el centro de tenis y el velódromo, cuyo presupuesto aumentó más de un 26%, continuan en obras.
Las obras del metro, que unirá la zona turística de la ciudad con Barra de Tijuca, el principal escenario de las competiciones, tampoco están terminadas. El proyecto, considerado parte de la herencia que la celebración de los Juegos dejará a los habitantes de la ciudad, es competencia del Estado de Río que está sumergido en una crisis tan profunda que no tiene dinero para mantener sus hospitales ni para pagar a sus funcionarios y que ha acumulado retrasos y promesas incumplidas en los últimos meses. El compromiso es que los vagones, aunque con capacidad reducida, comiencen a circular en julio, plazo que preocupa a los especialistas porque disminuye la capacidad de poner a prueba con tiempo su funcionamiento.
El Estado ya tiene en su historial otro importante proyecto prometido e inacabado. La descontaminación de la Bahía de Guanabara, destino final de millones de litros de aguas fecales y residuos industriales y escenario de las competiciones de vela, no se cumplirá hasta 2030.
Muertes en la obra olímpica
A pesar de los atrasos, las prisas de Río de Janeiro para esquivar la imagen de ineficiencia que Brasil dio al mundo en el Mundial de futbol de 2014 al abrir la puerta de sus millonarios estadios en el último minuto, son precisamente la causa que apunta la Superintendencia regional de Trabajo, un brazo del Ministerio de Trabajo, para justificar la muerte de nueve personas durante la construcción de las obras olímpicas. Durante el Mundial, celebrado en 12 ciudades, murieron ocho trabajadores, mientras que durante la preparación de los Juegos Olímpicos de Londres no hubo víctimas mortales. “Nada está hecho con prisa. El ritmo es acelerado, pero no es por eso que ha habido muertes”, contradice el alcalde.
Río de Janeiro, sin embargo, promete estar a la altura y todas las manifestaciones oficiales del Comité Olímpico Internacional, en un principio preocupado por el jeitinho brasileño de hacer las cosas, han sido de apoyo y conmemoración. A partir del 5 de agosto, declarado festivo en la ciudad, los cariocas y el millón de turistas que espera Río de Janeiro serán los mejores jueces para valorar el único evento que Brasil tiene para olvidar, al menos durante dos semanas, una de sus épocas más difíciles.
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