‘Luis Mester’, la pasión por la música tradicional
Luis Martín, integrante del grupo Nuevo Mester de Juglaría, falleció el viernes en su casa de Pozuelo de Alarcón a los 78 años


Luis Martín se llamaba Luis Mester para muchos de sus amigos. En ese apelativo se estrechaban el nombre de pila de este profesor de Física que ejerció en el instituto de Alcorcón, entre otros, y su pertenencia al Nuevo Mester de Juglaría, “el Mester” para sus seguidores
Luis Martín Díez, fallecido en su casa de Pozuelo de Alarcón el 14 de noviembre a causa del tumor cerebral cuando le faltaba una semana para cumplir 79 años, formó parte de aquella pandilla de jóvenes segovianos que fundaron en 1969 el grupo musical que proclamaba sus principios con tan original nombre. La locución “mester de juglaría” (“mester” significa “oficio”) se aplicaba a los cantores populares de la Edad Media, en oposición al “mester de clerecía”, compuesto por los clérigos o personas doctas de la época. Por tanto, con el propio título que hacían suyo viajaba una declaración de intenciones: la difusión y recuperación de los cantos tradicionales, las jotas y romances populares. Pero no solamente los religiosos y pastoriles que difundía el franquismo, sino también los más auténticos: “Ya se está poniendo el sol. / Ya se debiera haber puesto. / Para el jornal que ganamos / no es menester tanto tiempo”.
Ese punto de mira dirigido al pueblo se mostró muy pronto en grabaciones como El romance de El Pernales (1975, canción que dura 15 minutos y narra las aventuras del famoso bandolero) o el disco monográfico Los Comuneros (1977), un enorme éxito de ventas en el que los versos octosílabos del poeta leonés Luis López Álvarez cobraban otra vida gracias a la música tradicional que el Mester puso sobre ellos. (El público coreaba en los conciertos “¡Castilla entera se siente comunera!”). Son solamente dos ejemplos de entre los más de 30 discos que han publicado.
Y a eso dedicó gran parte de su vida Luis Martín Díez quien no solamente participó en las actuaciones del Nuevo Mester por España y por el mundo, sino que también creó la revista Folkesí, dedicada a recoger artículos sobre la cultura tradicional; pronunció conferencias y charlas en distintos foros internacionales y nacionales dedicados al estudio de las tradiciones, y ejerció como director durante más de 30 años del festival Folk Segovia, por el que pasaron los más grandes intérpretes de la música de raíz, españoles y extranjeros. Dejó esta última labor en 2017, y contó su salida a los amigos con sencillez, en un mensaje de WhatsApp: “Te comunico mi dimisión de Folk Segovia. Sin mal rollo, solo por cosa de la edad”. Pero él siguió siendo una referencia en la música tradicional, incluso para los grupos jóvenes que han surgido en los últimos años.
Luis Martín aplicaba el pulso a la púa para tocar la bandurria, y echaba su voz de jotero cuando le correspondía la estrofa. Su entrada solía levantar el ánimo del público, por la fuerza y la afinación, por su valor y autenticidad. Era socarrón, divertido, con mirada de pillo y ademanes sosegados. Sabio y sin embargo discreto; artista y sin embargo disciplinado. A veces componía divertidos ripios con los que retrataba a los amigos el día de su cumpleaños. No interrumpía, se tomaba su tiempo para una respuesta. Le gustaban, claro, las expresiones populares. Decía “hola, salao”, y en sus mensajes escribía “cagüenlá” cuando algo le contrariaba.
Además, ejerció un cierto papel de embajador de sus compañeros. Solía mantener al tanto a cientos de amigos y admiradores sobre las actuaciones, las publicaciones de libros relativos al grupo, las fiestas donde coincidir; le valía cualquier disculpa para un encuentro. Pero uno de sus últimos mensajes daba cuenta de una pésima noticia: el fallecimiento en junio de 2025 de Milagros Olmos, que formó parte del Mester desde 1969 hasta 1990 (15 discos), y que aún cantaba con ellos en homenajes y aniversarios. Decía Luis: “Ha muerto Milagros y el Mester está tristísimo”.
Así se sentirán ahora Llanos Monreal, Rafa San Frutos, Paco García y Fernando Ortiz, que completaban la formación actual. Y también Jesús Martín (hermano de Luis) y Javier Castro, que se sumaron al escenario con ellos en distintas etapas. De hecho, Jesús había sustituido en los últimos tres meses a Luis, cuando ya no se veía con fuerzas para actuar en público por las plazas de España. Notaba los efectos de su enfermedad, sumados a los de un incipiente párkinson, pero nunca dejó de cantar y de tocar con la púa cuando sus compañeros iban a verle a su casa de Pozuelo. Lo cuenta su esposa, Araceli Pérez Redruello, madre de sus dos hijas (Andrea y Julia): “Sacaba la bandurria y cantaba con ellos. Alguna cosa ya no le salía con la púa, pero seguía cantando muy bien”.
Cantar era su ser, y cantó mientras pudo. Cantar, cantar. Cantar hasta el final. Ahí tenía el ejemplo de Alejandro, aquel dulzainero de Cabezuela (Segovia), quien solo dejó de soplar por el tudel en mayo de 1977 porque se le cayó el último diente que le quedaba y ya no podía sujetar el estrangul.
La última presencia de Luis Martín con el Mester se produjo el día de San Pedro, el 29 de junio pasado, en una monumental plaza del Azoguejo repleta de público, como cierre de las fiestas patronales de Segovia. Allí vivió la alegría popular, disfrutó del jolgorio y se despidió sin saberlo.
La memoria de su voz se la quedan labrada el Acueducto y también los millones de personas que han cantado y bailado con él y sus amigos durante más de 2.000 actuaciones en los últimos 57 años.
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