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La memoria de la Alemania comunista se guarda en el garaje

La Capital Europea de la Cultura en 2025, la germana Chemnitz, documenta la realidad cotidiana y el ‘underground’ artístico de su tumultuoso pasado en el siglo XX

David Granda

Se puede afirmar sin miedo que Chemnitz no es Olga, el personaje del célebre relato de Nabokov a quien desde muy pequeña se consideró una belleza rusa. Destruida con saña por los bombardeos aliados, tras la Segunda Guerra Mundial tuvo un segundo nacimiento bautizada como Karl-Marx-Stadt, Ciudad de Karl Marx. El filósofo alemán nunca vivió ni trabajó en la ciudad, ni siquiera estuvo de paso, pero las autoridades de la República Democrática Alemana (RDA) resolvieron que el nuevo nombre se ajustaba como un guante a su tradición obrera e industrial y sobre todo a lo que planificaban para ella: un porvenir como “ciudad modelo socialista”. En esta metrópoli sovietizada florecieron unos espacios singulares de propiedad personal, muy privada: los garajes para el coche. Un equipo de cuatro expertas en estudios culturales y antropología, en uno de los principales proyectos de Chemnitz como Capital Europea de la Cultura en 2025, ha decidido ponerlos en el mapa, valorarlos como archivos vivos y desentrañar lo que guardan.

El proyecto se llama #3000Garagen, un título que parece una errata. “Era solo un nombre poético, no esperaba que fuéramos a encontrar 30.000 garajes, 10 veces más. Cuando me di cuenta del espacio que ocupan en la ciudad, el número empezó a revelar su significado”, dice la curadora Agnieszka Kubicka-Dzieduszycka. La cartografía diseñada perfila una ruta con 10 estaciones que se pueden visitar, algunas con apenas siete cocheras, otras como Garagenhof Am Schützenplatz con 1.249, todo un barrio independiente con vida propia.

El coche que guardaban era el Trabant, un automóvil primitivo con carrocería de Duroplast, una resina sintética. La lista de espera para conseguirlo alcanzaba los 13 años y su vida útil se estiraba hasta las casi tres décadas. Se fabricaba en Sajonia, el Estado federado donde se encuentra Chemnitz, a solo 40 kilómetros en la factoría de Zwickau. Jugar con los coches y pasar el fin de semana en las cocheras se convirtió en un pasatiempo popular. Obtenían el permiso para construirlas a cambio de horas de trabajo para la comunidad y se han heredado de generación en generación. La gentrificación —el encarecimiento del coste de la vida que asola a las grandes capitales europeas y que ha cambiado la identidad de Berlín— sigue siendo un concepto extranjero en Chemnitz.

Había normas rigurosas: solo vehículos motorizados, nada de bicicletas. Normas que se mantienen y provocan paradojas totalitarias: no se puede dejar una bici pero sí una bicicleta eléctrica, porque está asistida con un motor eléctrico. Pero hoy como entonces las normas se cumplen a medias y se almacena una mina de bienes familiares: “Un kayak amarillo de los años cincuenta”, dice Kubicka-Dzieduszycka. “Pertenecía a los padres de Rayk, que lo usaban en sus vacaciones en la RDA. Más tarde Rayk y su esposa lo llevaron en uno de sus primeros viajes a Occidente, a Noruega. Es difícil olvidar el garaje de Uwe. Trabajó toda su vida en Mitropa, la empresa que gestionaba restaurantes en estaciones y trenes de la RDA. Cuando nos abrió la puerta, su garaje ya era una instalación ready-made: vimos cientos de cafeteras, una vasta vajilla, platos y tazas idénticos, todos de Mitropa. La empresa se disolvió en los años noventa y estos objetos tan bien diseñados —hoy muy valiosos— habrían acabado en la basura si Uwe no los hubiera preservado en su garaje”.

Son un museo de la vida cotidiana en la RDA y también un reflejo del actual Chemnitz: algunos pertenecen a neonazis, que los decoran con esvásticas. La ciudad quedó marcada por la revuelta antisistema de grupos de ultraderecha en 2018, con concentraciones masivas y la llamada a la “caza” del extranjero tras el apuñalamiento de un ciudadano alemán. “Desde el inicio latía la amenaza de que se desatara otro 2018”, dice Stefan Schmidtke, director del programa de Chemnitz como Capital Europea de la Cultura, título que comparte en 2025 con Nova Gorica en Eslovenia y Gorizia en Italia. “Pero hubo un giro emocional. La capital cultural ha provocado un cambio en la autoestima de la ciudad que no beneficia en nada a la extrema derecha”. En Sajonia y todo el Este de Alemania, territorio de arraigo del partido ultra Alternativa para Alemania (AfD), tras el derrumbe del muro de Berlín se enquistó un profundo sentimiento de abandono y de ciudadanía de segunda frente al Oeste.

“En junio organizamos un festival de tres días sobre la cultura del garaje que atrajo a 7.500 personas”, cuenta la comisaria Kubicka-Dzieduszycka. “Mientras algunos propietarios abrían espontáneamente las puertas de sus garajes para charlar con la gente y montaban incluso mesas de ajedrez, un grupo de neonazis —que siempre se ha mantenido ajeno a nuestro proyecto— se acercó diciendo que había doblado su bandera del Tercer Reich e invitaba a una cerveza al que quisiera. Fue un episodio provocador: mostró cómo, en este caso, el deseo de formar parte de una comunidad alegre superó la necesidad de exhibir símbolos extremistas”.

El Trabant era un prototipo pequeño, poco más de tres metros de largo y metro y medio de ancho. Buena parte de los coches actuales no caben en los garajes. “Cuando les decíamos a los propietarios que sus garajes forman parte del patrimonio cultural, la respuesta habitual era: ¿patrimonio qué?”, dice Ann-Kathrin Ntokalou, directora del proyecto, tras un concierto de rock organizado a las puertas de varias cocheras ubicadas en el centro de Chemnitz, muy cerca del ciclópeo busto de bronce de siete metros y 40 toneladas de Karl Marx diseñado por el escultor soviético Lew Jefimowitsch Kerbel —“Karl Marx no necesita piernas ni manos, su cabeza lo dice todo”, defendía el escultor en su inauguración en la avenida Karl-Marx-Allee, hoy Brückenstraße—.

Para involucrar a los propietarios, programaron conciertos, cine de verano e instalaciones artísticas como la del arquitecto Martin Maleschka. “Recuerdo que un periodista alemán —continúa Ntokalou— me preguntó en la presentación: ‘¿Por qué os recreáis con la nostalgia?’. No había entendido nada. No se trata de idealizar la vida en la antigua Alemania Oriental, sino de registrarla. Los vecinos de Chemnitz se han dado cuenta de que sus historias importan. De la necesidad de atribuir importancia cultural a este legado”.

Donde florece un rododendro

Otra localización atractiva son las cocheras de la Kulturhaus Arthur, un espacio cultural que alberga conciertos, obras de teatro, talleres, debates y un bar con DJ en un jardín donde florece un esplendoroso rododendro. Parece el viejo Berlín Oriental en los años noventa. Las cocheras no tienen nada de especial salvo los grafitis en las puertas y que fueron un día el garaje del cuartel general de la Stasi en las laderas de Kaßberg.

En Kaßberg, un bonito barrio de casas de arquitectura Gründerzeit y Jugendstil (historicista y modernista), hogar del escritor Stefan Heym y de la diseñadora de la Bauhaus Marianne Brandt, se puede visitar la prisión de la Stasi, que ocupó y amplió generosamente las dependencias del antiguo presidio de la Gestapo. La policía secreta nazi se instaló a pocos pasos de la histórica sinagoga arrasada durante el pogromo de noviembre de 1938, de la que hoy solo queda una estela conmemorativa.

Ciudad de Karl Marx tuvo una escena artística muy poco convencional en los años setenta y ochenta. El museo de las Colecciones de Arte en la Theaterplatz (Kunstsammlungen am Theaterplatz) exhibe hasta febrero una exposición dedicada a la Galerie Oben y al colectivo de artistas Clara Mosch, que buscaron con sus acciones provocadoras mostrar un arte Made in RDA que no pareciera de la RDA. Lo consiguieron hasta 1982, cuando el grupo fue desmantelado por la Stasi con operaciones en las que trabajaron más de un centenar de confidentes de la policía secreta con la misión de agitar egos en el grupo, provocar celos, encontrar amantes e impedir la promoción oficial de sus obras.

“En Karl-Marx-Stadt no había academia de Bellas Artes. El origen de su creatividad fue puro autodidactismo. Quizá por eso al principio no fue tomada en serio como centro cultural por las autoridades comunistas y el underground experimental se benefició de ello”, dice Stefan Schmidtke. “Quise aprovechar esa tradición autodidacta y reflejarla en el programa cultural de 2025”.

En Chemnitz, una ciudad ajena a la belleza canónica y al turismo durante décadas, se esperan este año dos millones de turistas.

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Sobre la firma

David Granda
David Granda es periodista y escritor, colabora con EL PAÍS desde 2018. Estudió Periodismo en las universidades Carlos III y Complutense de Madrid, e Historia en las universidades Autónoma de Madrid y Karlova de Praga. Es autor del libro 'Planes para conquistar Berlín' (editorial Libros del K.O.).
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