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La casa museo de Miguel Delibes en Valladolid se inaugura por fin 15 años después de su muerte

El palacio Butrón de la ciudad natal del novelista abre al público con más de un millar de enseres cedidos por los descendientes del escrito

Juan Navarro

La mecedora ha cambiado de salón. La butaca presidencial de don Miguel Delibes Setién, más conocido como “¡El abuelo!” por quienes este viernes por la mañana contemplaban el asiento de mimbre bajo otro techo, pertenece al inmenso legado material del escritor vallisoletano, amén del inmensurable cultural e intelectual, visitable desde este viernes en el palacio Butrón de su ciudad natal. El círculo se cierra en el 105 aniversario del nacimiento del novelista, hecho que ocurrió unas cuantas calles más allá de la calle del 2 de mayo de la capital castellana, donde murió en 2010. Desde entonces sus premios, libros, cuadros y enseres varios seguían allí, a expensas de trasladarse a algún museo, anhelo familiar conseguido por fin a golpe de entendimiento con la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento de su ciudad natal tras lustros de flecos sin resolver. La familia acoge la mudanza hacia la sexta vivienda del patriarca en Valladolid, quizá la última, con la nostalgia de las despedidas y la esperanza de que el autor siga aún más vivo en esa urbe donde tantas obras ambientó.

La inauguración de la Casa Museo de Miguel Delibes ha reunido en el palacete, a la par Archivo Municipal de Valladolid, a un amplio despliegue de descendientes del literato y periodista, director de El Norte de Castilla, padre y abuelo, cazador y paseante, reflexivo desde la cuna y de mejor humor del que glosan las crónicas. También se han personado autoridades locales y autonómicas, todos entusiasmados por hallarle un hogar a más de 1.000 enseres del novelista, entre los que se encuentran también su querida bicicleta, sobre la que rumiaba frases para sus libros o descubría los paisajes humanos y naturales de la Castilla que narró. Está su antigua caña de pescar junto a sedales y anzuelos y la foto enmarcada de él con una estupenda trucha; muchas imágenes de sus caminatas con los perros de caza o aventuras entre burros cerca de las boinas imprescindibles para el frío burgalés de su refugio en Sedano; recuerdos de sus viajes por el mundo que también trasladó a sus libros junto a personajes como el señor Cayo, Daniel El Mochuelo, doña Menchu, Azarías, el viejo Eloy, el jovencito y destronado príncipe o ese herético Cipriano Salcedo, protagonista de El hereje, última novela del vallisoletano, que hizo vida cerca de ese palacio Butrón donde hoy late el museo.

La casa museo se distribuye en cuatro áreas: Espacio de acogida, La casa Delibes, El escritor y la naturaleza y Sala de exposiciones, ámbitos donde se seccionan los atributos del novelista. Los descendientes han recorrido las salas entre sonrisas y nostalgia, observando la robusta mesa donde el abuelo imaginaba y escribía bajo la inmortalizada mirada de su señora de rojo sobre fondo gris, Ángeles de Castro, retratada en una pintura. “¡Aquí falta el sofá del abuelo, donde se sentaba a ver el fútbol!”, comenta uno; otro alude a las caricaturas que el artista trazaba a bolígrafo en un pispás, otros se admiran de que “está muy limpito” porque, admiten, la vivienda inhabitada del escritor —cubil nocturno de quienes se excedían cuando salían de fiesta— tenía algo de polvo tras su muerte. “¡Está el gabán!”, exclaman al verlo colgado junto a la sobria cama donde el vallisoletano descansaba en sus últimos días.

El alcalde de Valladolid, Jesús Julio Carnero (PP), ha descrito la casa museo como “sueño perseguido por distintas entidades”, aludiendo a que el antiguo palacio Butrón sale mentado en El hereje, última novela del autor. Carnero ha reivindicado que el aeropuerto pucelano tome el nombre del novelista como Federico García Lorca lo da al de Granada y Jaén. El presidente autonómico, Alfonso Fernández Mañueco (PP), ha reconocido la “generosidad y justicia” a quienes han colaborado en el proceso: “Cumplimos un tributo debido a una de las figuras más universales de la lengua española”. Para él, Delibes supone “un símbolo al margen de ideologías y un certero espejo de nuestra tierra”.

El hijo mayor del escritor, el biólogo Miguel Delibes de Castro, ha recordado con cariño a su padre y a su amada y añorada Ángeles de Castro. “Como ocurre en cada cambio de domicilio, desembarcamos cargados de ilusión, expectativas e incertidumbre sobre si habremos acertado con la decisión de mudarnos”, ha expresado, enumerando que su progenitor vivió en cinco casas de Valladolid, incluyendo donde nació, y que el Archivo Provincial de Valladolid supondrá la sexta vivienda, en este caso del legado. El descendiente ha explicado que el museo hereda un poco de cada domicilio, pero en particular del último, y ha descrito como “alegría y desconsuelo, rayano a la tristeza”, la actual mudanza. El gran experto en el parque natural de Doñana vive en Sevilla y ha confesado que en estos últimos años, cuando volvía a Valladolid, le gustaba sentarse en la silla del autor y evocar cuando este, en sus años de enfermedad final, le pedía abrir la ventana o bromeaba cuando iba al baño asegurando que su Real Valladolid aprovecharía justo para marcar el ansiado gol: “Durante 15 años la casa permaneció como la dejó y desmantelar las habitaciones ha sido como quitar la postilla de una herida que vuelve a sangrar”.

De Delibes, distinguido con el Príncipe de Asturias de las Letras, Premio Nadal de 1947 y otros tantos laureles, se ha recordado estos días cómo rechazó el Planeta, como registró en sus cartas a su amigo Francisco Umbral en La amistad de dos gigantes y según detalló en 1979: “[José Manuel] Lara decía que aceptase, que a fin de cuentas todo era positivo: él ganaba, yo ganaba y los lectores podían encontrarse con una novela aceptable. Yo le contesté que había unos perdedores: los 150 o 200 nuevos escritores que concurren al premio y esperan ganar para iniciar su carrera literaria”. Delibes de Castro ha rememorado con pesar cómo, a la muerte del literato en 2010, hubo algún cargo de la Administración que achacó a la crisis la falta de fondos para disponer de un museo con la “sonrojante” frase de “Si vuestro padre se hubiera muerto un par de años antes…”.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.
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