Las Atarazanas de Sevilla reabren al público para servir de puente entre España e Hispanoamérica
La intervención arquitectónica de este espacio imponente con 12.600 metros cuadrados y ocho siglos de historia será visitable en las próximas semanas, antes de que vuelva a cerrar para acometer el proyecto museológico previsto para final de 2026


“Un espacio único en el mundo, diseñado como puente de unión y diálogo con América”. A grandes rasgos, la descripción podría parecer sacada de un documento amarilleado por el tiempo, cuando el descubrimiento del Nuevo Mundo impulsó la reutilización como astilleros de las Reales Atarazanas de Sevilla, un edificio de asombrosa magnitud que había levantado Alfonso X El Sabio, en el siglo XIII como infraestructura para la guerra contra el reino de Granada. Sin embargo, la frase ha sido pronunciada este jueves, en pleno siglo XXI, por el presidente de la Fundación Cajasol, Antonio Pulido, para establecer una línea de continuidad entre lo que fueron y lo que serán las Atarazanas, que vuelven, después de treinta años cerradas, al paisaje cultural y patrimonial de la ciudad.
Una vez culminada la intervención arquitectónica, que se ha prolongado durante 15 años —más otros 15 anteriores que llevaban abandonadas— y ha sorteado todo tipo de trabas burocráticas y reveses judiciales, el edificio se descubre asombroso en pleno corazón de la ciudad: sus más de 12.000 metros cuadrados divididos en siete naves de arcadas majestuosas lo convierten en uno de los espacios patrimoniales más extensos, lúgubremente bello y singular, de Sevilla y, al menos por extensión, de todo el país.
El remozado edificio, obra del arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra, quiere recuperar las Atarazanas para el siglo XXI con un uso cultural compatible con los valores del monumento. De hecho, la actuación ha estado encaminada “al reconocimiento, recuperación, restauración y puesta en valor de todas las etapas históricas y constructivas que han ido conformando el monumento que ha llegado hasta nosotros”, aseguraba ayer ante los medios Patricia del Pozo, consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, administración propietaria del edificio.
Además de la Junta de Andalucía, la Fundación La Caixa ha costeado la obra —en la que se han invertido 20 millones de euros— junto a la Fundación Cajasol, que se encargará a partir de ahora del plan museológico y la gestión de inmueble, en la que tiene previsto invertir otros 20 millones de euros más. Sin bajar al detalle, el presidente de Cajasol sí ha querido avanzar que las Atarazanas “van a convertirse en una palanca para revitalizar las relaciones entre España y América en todos los ámbitos. En el arte y la cultura, pero también en la ciencia y en la cooperación empresarial. Queremos ser el gran centro neurálgico de las relaciones entre las dos orillas del Atlántico”, ha destacado Antonio Pulido.

Lo que se puede ver ahora mismo son estancias diáfanas pero que, tras el proyecto de musealización, adelantó el presidente de la entidad encargada de dotar de contenido las Atarazanas, se convertirá en “en un referente mundial del empleo de las tecnologías, propiciando así que cumpla el histórico papel que tuvo la navegación: acercar orillas, países, culturas, economías, saberes, memorias y, sobre todo, no olvidemos esto, personas”.
Con tres plantas interconectadas, las Atarazanas reservará su planta baja para poner en valor la rehabilitación patrimonial del propio monumento en diferentes formatos: recorridos expositivos, teatralizaciones y espectáculos lumínicos. La entreplanta, por su parte, albergará exposiciones temporales centradas “en temáticas globales” —quiso denominar Pulido—, rutas culturales y problemáticas medioambientales. Mientras que la primera planta constituirá “el núcleo más tecnológico, con salas de proyección, experiencias inmersivas, realidad virtual y activaciones artísticas”: “Queremos ser ejemplo del mejor uso de las tecnologías para conectar el pasado y el presente, atraer a nuevos públicos y crear experiencias en las que el conocimiento no sólo se transmite, sino que se vive”. En definitiva, las Atarazanas serán “un laboratorio de conocimiento y uno de los proyectos culturales más relevantes de la España del siglo XXI”, prometió Pulido.
Antes de poder comprobar si todo esto se hará realidad a partir de diciembre de 2026, que es el cálculo que hacen las instituciones implicadas para que las Atarazanas abran como centro cultural, el edificio en sí mismo, al que se conoce coloquialmente como la Catedral laica de Sevilla, abrirá de forma temporal a partir de la semana que viene en una serie de jornadas de puertas abiertas para brindar al público la posibilidad de visitar el espacio y descubrir el resultado de una intervención arquitectónica en la que el reconocido arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra —Premio Nacional de Arquitectura 2005 y Medalla de Oro de la Arquitectura Española 2016— ha invertido años de esfuerzo pero también de desgaste personal: en estos 15 años de trabajos, el proyecto Atarazanas se ha convertido en objeto de estudio en universidades de media Europa y ha sido una de las últimas adquisiciones documentales del Centro Pompidou de París, pero, paradójicamente, también ha sufrido casi tantas modificaciones como en el resto de su anterior historia, ahogado por las exigencias conservacionistas de la Asociación de Defensa del Patrimonio de Andalucía (ADEPA), que ha paralizado las obras ante la justicia en varias ocasiones, con sus consiguientes retrasos, con la intención de “garantizar la preservación de la estética medieval” del inmueble.
Por estos motivos, la consejera de Cultura de la Junta de Andalucía apeló este jueves al diálogo como clave de bóveda para haber podido culminar la rehabilitación de un edificio que, se aventuró Antonio Pulido, “está llamado a convertirse, mucho más temprano que tarde, en uno de los espacios culturales más visitados de Europa”.
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