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Cuando apoyar a Palestina dejó de ser tabú en Hollywood (y Javier Bardem vino a demostrarlo)

El actor español y la intérprete judía Hannah Einbinder demostraron en los Emmy que acusar a Israel de genocidio ya no es un problema en la industria del cine

María Porcel

En la particular muñeca rusa que es Estados Unidos, Hollywood es un ecosistema peculiar. Si el país parece haberse teñido de conservadurismo, California es su bastión más demócrata y Los Ángeles vuela libre como el viento, Hollywood a menudo nada entre dos aguas. En ocasiones es puntera a la hora de contar historias, como el gran teatro del mundo que es. Pero otras le cuesta avanzar, lastrada por diferentes poderes —a menudo económicos— que la anclan. Por eso resulta tan interesante ver cuál ha sido su reacción ante las recientes muestras de rechazo al genocidio de Israel sobre Gaza: ninguna. Y eso es toda una sorpresa.

Hace 10 días, 4.500 actores firmaron una dura proclama para pedir la paz en Palestina, hablando en términos tan duros como “silencio, racismo y deshumanización”. Cierto es que eran un grupo inmenso, demasiado grande para reproches o represalias. Pero hay dos casos concretos. El pasado fin de semana, Javier Bardem alzaba el puño y se colocaba una kufiya, un pañuelo palestino, nada menos que en la alfombra roja de los premios Emmy, probablemente en el top tres de las galas más importantes del sistema hollywoodiense. No dudó en contar a todo el que se le cruzara que lo que está ocurriendo en Gaza es un genocidio, con todas sus letras. Y en sentarse en la primera fila del teatro Peacock, como nominado, haciendo gala del pañuelo. Bardem, aunque sea un extranjero sin acento autóctono, no es menor en la industria: ha estado cuatro veces nominado al Oscar (ha ganado uno) y participado en películas de culto, así como en superproducciones. Pero si a alguien no le parecía suficiente, llegó Hannah Einbinder. Mujer de moda en la televisión gracias a Hacks, ganadora de un premio y, sobre todo, judía, se subió al escenario y gritó: “Palestina libre”. ¿Y qué pasó? Sorprendentemente, nada.

Los motivos de esa nada son muchos, pero no por ello menos llamativos. Hollywood es una industria claramente proisraelí, con centenares de ejecutivos, guionistas, directores e intérpretes del más alto nivel profesando la fe judía, y haciendo negocios en todos los ámbitos. Pero también es una industria conectada con el mundo, que sabe lo que pasa a su alrededor. Hace dos años, los gestos y las palabras de esa noche probablemente le habrían costado a Bardem y Einbinder, cuanto menos, una reprimenda por parte de sus agentes, si no directamente un papel o incluso parte de (o toda) su carrera. Pero las cosas han cambiado.

La declaración tanto de la ONU como de organismos independientes de que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza es algo que ni siquiera Hollywood puede obviar. Hace dos años, tras la masacre de Hamás del 7 de octubre y la reacción violenta de sus vecinos, cualquiera que atacara a Israel obtenía miradas de advertencia, silencios incómodos o, incluso, un fulminante despido. Ya no.

Pero entonces le ocurrió a Maha Dakhil, un nombre probablemente poco conocido fuera de la industria pero muy influyente en ella. Dakhil es una representante de actores de CCA, una de las agencias punteras en Estados Unidos, con una cartera de clientes en la que estaban Tom Cruise, Natalie Portman, Anne Hathaway o Reese Witherspoon. Pero un par de semanas después de los ataques, colgó un comentario en sus redes sobre el conflicto. Horas después, fue obligada a apartarse de su cargo en la junta de la agencia y como corresponsable del departamento de cine. Simplemente, reposteó un par de fotos en las historias de su perfil de Instagram y colgó un mensaje en una de ellas: “¿Qué es más descorazonador que ser testigo de un genocidio? Ser testigo de la negación de que se está produciendo un genocidio". Las borró y se disculpó, pidiendo perdón por “el daño causado” y agradeciendo a sus “colegas y amigos judíos” por señalar “las implicaciones” del mensaje y por instruirla. Pero entonces no fue suficiente.

En cambio, hace unos meses, en marzo, la actriz israelí Gal Gadot recibió su estrella en el Paseo de la Fama, y previamente dio una entrevista en Variety en la que hablaba de su posicionamiento a favor del Estado de Israel. “Estoy completamente a favor de la humanidad y sentí que tenía que abogar por los rehenes”, afirmó entonces, explicando que era “un reto hablar en redes sociales, porque hay mucho odio, muchos bots y mucha gente enfadada”. En la ceremonia de inauguración de la estrella hubo grupos proisraelíes, pero también, en un gesto poco común, algunos propalestinos, que gritaban: “Arriba la liberación, abajo la ocupación”.

Hollywood ha celebrado a Israel en multitud de ocasiones. Cuando se creó el Estado en 1948, en plena época dorada para el barrio norteño de Los Ángeles, se celebró una inmensa fiesta en su centenario teatro al aire libre, el Hollywood Bowl, con capacidad para 17.000 espectadores. Ocurrió igual tras la guerra de los Seis Días, en junio de 1967, cuando se organizó un mitin al que acudieron desde Barbra Streisand a Ronald Reagan, que habló ante las masas. Cuando tuvieron lugar los ataques de octubre de 2023, era habitual encontrar la gran explanada verde del centro de Beverly Hills, vecina y amiga de Hollywood y hogar de muchos de sus trabajadores, cubierta con cientos de banderas de Israel, y a muchos coches ondeándola con orgullo junto a la estadounidense. 24 meses después, la historia es otra.

Hace apenas un par de años, diarios como el local y principal Los Angeles Times explicaba en largos artículos cómo la guerra dividía a la ciudad y condenaba que los famosos publicaran sus impresiones en sus redes. Este fin de semana, en su quincena de artículos sobre los Emmy, no había ni una referencia a Bardem, Einbinder ni nada de la cuestión. Algunos medios colocaron el momento, especialmente el de Einbinder, entre los más llamativos de la noche. Pero poco más.

Solo el diario The Hollywood Reporter, decano de la prensa del lugar, fue duro, pero a través de un columnista invitado, como especificaba claramente en su titular. En su escrito "No, Hannah, That Wasn’t Brave" (“No, Hannah, eso no ha sido valiente”), el escritor y conferenciante Hen Mazzig, judío nacido en Israel y cofundador del Tel Aviv Institute, le afeaba a Einbinder su gesto, afirmando que fue “populista y peligroso”, y asegurando que para los judíos venía con un coste, su seguridad, mientras hablaba de algunos ataques sufridos por el colectivo en el país. “Cuando las celebridades ponen de moda vilipendiar a Israel, se alimenta un clima que lleva a que las escuelas judías estén bajo vigilancia policial, se incendien sinagogas y se golpee a los niños cuando van al colegio”, afirmaba. “Por eso las palabras de Einbinder duelen tanto. No es solo una cómica con una plataforma, es una cómica judía. Cuando señala a Israel, el único Estado judío del mundo, hogar de la mitad de la comunidad judía mundial, nos está diciendo a millones de nosotros que la parte más unificadora de nuestra identidad es ilegítima”.

Más allá de la columna del medio de entretenimiento, que pasó sin demasiado ruido, apenas ha habido referencias. Parecen pesar más las firmas de los cientos de artistas en una carta creada por la plataforma Artists4Ceasefire (artistas por un alto el fuego), y de los casi 5.000 que han firmado la de Film Workers for Palestine. Entre ambas figuran nombres que van desde Richard Gere a Emma Stone, pasando por Ken Loach, Gael García Bernal, Jessica Chastain, Alfonso Cuarón, Selena Gomez, Ben Affleck, Jenna Ortega, Mark Ruffalo, Ariana Grande, Juliette Binoche, Eric Cantona o Pedro Pascal. Algunos de los que acudieron a la gala de los Emmy, como la propia Einbinder o Aimee Lou Wood, actriz de The White Lotus, lucían el pin rojo de Artists4Ceasefire esa noche, en protesta. La compañera de Einbinder en Hacks, la actriz Megan Stalter, llevaba un bolso con un cartel manuscrito donde se leía "Cease Fire!", “Alto el fuego”.

A Hollywood no parece preocuparle. No hay agentes temblando por las actitudes de sus actores al respecto, ni proyectos cancelados. En un país donde la libertad de expresión, pese a su protección por la primera enmienda, está cada vez más medida, que unos cuantos artistas decidan alzar la voz por un genocidio que deja 65.000 muertos no supone hoy tal disgusto. Con el asesinato de Charlie Kirk y con la cancelación de programas críticos con el poder, como los de Stephen Colbert y ahora el de Jimmy Kimmel, Estados Unidos ya tiene bastantes problemas a los que hacer frente.

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.
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