Madrugada del sábado
7 de octubre de 2023
1.200 asesinatos
y 251 secuestros
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La matanza del 7 de octubre

Cómo Hamás asaltó la frontera con Israel

La matanza del 7 de octubre: cómo Hamás asaltó la frontera con Israel y asesinó a 1.200 personas

Una operación organizada durante meses para cegar al ejército israelí. Miles de personas infiltrándose por una docena de puntos abiertos con explosivos en la valla fronteriza. EL PAÍS reconstruye los preparativos, los lugares de una masacre y las historias de las víctimas del día más letal de la historia de Israel

Al amanecer del sábado 7 de octubre de 2023, cientos de combatientes de Hamás y otros grupos armados de la franja de Gaza estaban preparados para una operación que derrumbaría el sueño de la inviolabilidad de Israel. Una masacre en la que matarían a 1.195 personas y secuestrarían a otras 251.

Los combatientes de Hamás se infiltraron por una docena de lugares, y cientos de civiles gazatíes los siguieron, aprovechando esa inesperada oportunidad.

Hamás había seguido una metódica planificación, minuciosa, exhaustiva y probada durante meses de entrenamiento. Solo así se explica semejante sincronía de ataques a lo largo de 60 kilómetros de delimitación fronteriza. El asalto principal se dio por tierra, pero también se usaron lanchas motoras para llegar a las playas del norte y parapentes motorizados para hacer reconocimientos. Formas diversas de asalto, en áreas distanciadas, para que al menos algunos combatientes franqueasen el muro.

La estrategia es detallada por Andreas Krieg, analista de seguridad del King’s College londinense: “El ataque iba dirigido a cortar la electricidad que alimenta todo el sistema centinela israelí. Y para ello usaron medios que no son precisamente la vanguardia tecnológica, como granadas, lanzacohetes o AK-47”. Es todo lo que Hamás necesitó para la embestida. El resto lo puso el “ingenio humano”, afirma Krieg.

Israel se creía impenetrable tras años de ejercer un control absoluto sobre la Franja. El ex primer ministro israelí, Ehud Olmert, lo explicó en una entrevista con EL PAÍS el pasado enero: “La mentalidad israelí estaba a otra cosa, y eso es lo que permitió la matanza. La arrogancia. Ese fue el problema. No hubo ningún fallo de inteligencia. Hubo fracaso psicológico e intelectual, no de inteligencia. Lo sabíamos todo. [...] Pero a veces no sabemos leer la mente de otra persona. No entendimos lo que pasaba”.

Esa superioridad de quien se siente invencible llevó a que mucha de la información recopilada fuese prácticamente ignorada, según estima el analista londinense, que aventura una hipótesis: “La dependencia tecnológica, la interacción entre persona y máquina que se observa en los ejércitos modernos, y especialmente en Israel, ha nublado la capacidad cognitiva de interpretar lo que pretende tu enemigo”. Se subestimó la capacidad de Hamás.

La inteligencia de Tel Aviv tenía en su poder desde hacía un año un plan de ataque en el que Hamás detallaba paso por paso el asalto sorpresa que acabó ejecutando el 7 de octubre, según una investigación de The New York Times. El grupo terrorista había publicado vídeos de sus simulacros, donde se observaba a combatientes explotar trozos de valla, asaltar viviendas y tomar rehenes, exactamente como ocurrió el día de la masacre. El consenso en los mandos superiores israelíes era pensar que los líderes de Hamás aspiraban con infiltrarse en el país, pero no eran capaces.

Sin embargo, la mañana del 7 de octubre cientos de milicianos entraron en Israel, y una vez dentro vieron que no había nadie que les plantase cara. Entonces comenzaron las atrocidades.

La masacre

El sábado comenzó en Israel como una jornada festiva y acabó como el día más letal de la historia del país, el primero en que un enemigo penetraba en su territorio desde la guerra que siguió a su creación, en 1948.

La 232 es una carretera que discurre paralela a la valla fronteriza entre Israel y Gaza, y hacerse con su control es parte del plan de Hamás, a la vista de lo que ocurre desde los primeros compases del atentado. Los atacantes levantan barricadas en al menos 37 puntos, según una investigación del medio israelí Haaretz. Apostados en los cruces con otras carreteras asesinan a quien huye y obstaculizan la llegada de las tropas.

Controlada la columna vertebral de la zona, los terroristas se lanzan en busca de víctimas. Matan a 1.195 personas. Entre ellas, 815 civiles, según el recuento de las autoridades israelíes. Atacan bases militares, comunidades agrícolas (kibutzs) y un festival de música electrónica multitudinario con el que se encuentran.

Puesto militar Nahal Oz

Ocho bases militares fueron asaltadas el 7 de octubre, según el informe que una comisión independiente elaboró el pasado junio para el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Recibieron las embestidas con menos personal de lo normal, ya que muchos soldados estaban de vacaciones por la festividad de la Simchat Torah. En el puesto militar de Nahal Oz, pegado a la valla, murieron 66 soldados israelíes, según detalla el informe, del que proceden los relatos de lo que ocurrió esa mañana.

Nahal Oz es una de las bases donde viven las observadoras, unos puestos que el ejército israelí reserva para mujeres que rondan los 20 años. Su cometido es mirar la señal en directo de las cámaras que apuntan hacia Gaza, alertar de movimientos sospechosos y estar al cargo de las metralletas de las torres.

A las seis y media de la mañana ven venir el golpe: llegan los lanzamientos de proyectiles, las imágenes de milicianos volando la valla con explosivos y entrando por docenas en Israel. A las siete, el enemigo está en el perímetro de la base. Una veintena de mujeres desarmadas del personal de vigilancia se esconde en el refugio antiaéreo de la base.

Sobre las 7.45, un primer terrorista con un AK-47 intenta entrar, pero muere por los disparos de los seis soldados armados que defienden las dos puertas. Desde el exterior los milicianos lanzan tres granadas. En el refugio mueren 13 mujeres. Tres más consiguen escapar, pero son asesinadas en otros escondites de la base. Siete más son llevadas a Gaza. Otras 10 mujeres se atrincheran en unas habitaciones. No son rescatadas hasta seis horas después.

Con el asedio de las bases militares de la frontera, Hamás impidió que las tropas israelíes saliesen a proteger a la población civil. La masacre de Nahal Oz ya sería por sí sola el ataque terrorista con más víctimas mortales de la historia de Israel. La mañana del 7 de octubre ocurría lo mismo en decenas de lugares.

Festival Nova

A unos tres kilómetros de la frontera con Gaza se celebra desde las nueve de la tarde del viernes una rave de música electrónica. Cerca de 3.500 asistentes bailan al alba cuando comienzan a verse decenas de proyectiles por el cielo. El DJ corta la música. Comienza una cacería que se alarga durante horas.

Las primeras personas que se enteran de qué está pasando, sin ser conscientes de la magnitud del ataque, huyen en coche por la carretera 232, hacia el norte o el sur. Reciben disparos de terroristas. Algunos vuelven sin rumbo fijo, otros mueren en sus coches. A la salida del festival se forma un gran atasco. El caos se desata cuando los jóvenes se dan cuenta de que ya no son solo misiles los que se están disparando, sino que hay terroristas acercándose por todas partes.

Unos se esconden en los baños, bajo el escenario o en las zonas de árboles cercanas. Muchos corren a campo abierto, hacia el este, intentando alejarse de Gaza. Decenas de personas se guarecen en los refugios antiaéreos de la carretera, cuatro paredes y un tejado con una sola entrada. Son trampas perfectas. Los terroristas solo tienen que apostarse a la entrada para disponer de víctimas. Lanzan granadas de humo, disparan al bulto y sacan rehenes. Hay muertos en la carretera, detrás de las barras, en los campos cercanos.

Fueron asesinadas 364 personas, 1 de cada 10 asistentes. Hubo otros 200 heridos y 40 rehenes llevados a Gaza.

Beeri

La comunidad de Beeri la asaltaron 340 gazatíes, entre milicianos y civiles. Allí fueron asesinadas 101 personas, el 10% de la población de esta localidad levantada a cuatro kilómetros de la Franja. Las grabaciones de las cámaras de vigilancia muestran a los milicianos divididos en pequeños destacamentos, moviéndose en motos o camionetas sin mucha coordinación o mando.

Las grabaciones de las cámaras de seguridad muestran antes de las siete de la mañana cómo dos atacantes con atuendo militar se esconden cerca de la puerta del perímetro vallado. Apenas dos minutos más tarde llega un coche con tres hombres. Los disparan cuando están esperando a la apertura automática. Eran jóvenes que venían huyendo del festival Nova.

Con la puerta abierta, los primeros atacantes empiezan a disparar a cualquier cosa que se mueve. Para las nueve de la mañana los comandos avanzan sistemáticamente casa por casa. La mayoría de residentes se resguarda en las habitaciones acorazadas, más pensadas para protegerse de los cohetes aéreos que de una invasión terrestre. Los atacantes entran en algunos por la fuerza, y en otros usan granadas o prenden fuego a las viviendas para obligar a los residentes a salir hacia donde los esperan.

El catedrático en Ciencia Política en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) y experto en terrorismo Manuel R. Torres explica la brutalidad que se desató: “Estos ataques pretenden no solo causar el mayor número de víctimas posibles, sino también desatar el pánico que genera una muerte espantosa. Forma parte del ADN del terrorismo, mostrar una violencia teatralizada para maximizar el impacto psicológico”.

Los terroristas se hacen con el control de la población hasta bien entrada la tarde, arrinconando a la patrulla civil de la localidad. Cuando por la Franja se corre la voz de que las vallas están destrozadas y la respuesta al otro lado es tibia, cientos de civiles gazatíes aprovechan la oportunidad de cruzar la frontera que se les brinda. Saquean viviendas, ayudan al secuestro de civiles desde las ocho y media de la mañana, y se marchan de vuelta a Gaza. Hasta las 16.15 no hay una presencia significativa de militares en Beeri, y para las seis de la tarde ya son unos 700. Acorralan a los terroristas, que se encerraron con rehenes en algunas viviendas.

El ejército no recuperó el control hasta la madrugada del domingo, y los enfrentamientos no acabaron hasta la mañana del lunes. Una investigación de las autoridades del Estado judío concluyó que fue incapaz de proteger a la población de Beeri y calcula que mató a 100 gazatíes.

La respuesta militar israelí

El ejército israelí fue incapaz de comprender la magnitud del ataque y de responder al mismo, según concluyó la investigación entregada a Naciones Unidas. Las tropas del sur del país se vieron desbordadas por la ofensiva, y el sabotaje impidió la comunicación eficaz entre las tropas y los superiores. Los comandos militares, los agentes de policía o los grupos civiles de defensa de las poblaciones hicieron frente a los combatientes como pudieron, preguntándose por qué no recibían auxilio de su Estado, sin suponer que no eran los únicos que se enfrentaban a terroristas.

Sobre las diez de la mañana había ocho helicópteros militares cubriendo la zona, pero en la mayoría de las poblaciones las Fuerzas de Defensa de Israel [IDF, por sus siglas en inglés] no llegaron hasta las primeras horas de la tarde. Hubo tiempo de sobra para que los milicianos secuestrasen civiles, los llevasen a Gaza y volviesen a entrar cruzando la valla.

“El grueso de las tropas israelíes de respuesta rápida estaba cerca del Líbano. Hasta ese momento, para Israel la amenaza era Hezbolá. Se entendía que Hamás era una organización de menor entidad, con un historial de pequeñas incursiones y hostigamientos. Se confiaba en pequeños destacamentos que se movilizaban en función de por dónde se detectaba una incursión. Organizar el despliegue de las tropas no es instantáneo”, explica Torres.

Israel se vio completamente superado, sorprendido, atenazado. Sacudirse la parálisis inicial de quien no se lo puede creer para pasar a defenderse y finalmente pasar a la ofensiva hasta expulsar al enemigo llevó a Israel todo el sábado y el domingo siguiente. “Hasta los propios integrantes de Hamás debieron sorprenderse”, aventura el analista británico Andreas Krieg. “Muchas de las atrocidades ocurrieron porque nadie, ningún miembro de Hamás, pero tampoco ningún ciudadano israelí, podía imaginar que semejante invasión pudiese convertirse para los atacantes en una especie de paseo por el parque”.

Las consecuencias del fatídico día se mantienen. Los combatientes de Hamás capturaron a 251 personas. Tras un intercambio de prisioneros multitudinario el pasado noviembre, quedan en Gaza cerca de 100, 35 de los cuales ya han sido declarados fallecidos. Israel reaccionó al ataque con una invasión total sobre Gaza en busca de cualquier miembro de Hamás. Un castigo colectivo en el que han muerto más de 41.800 gazatíes.

Créditos

Coordinación: Daniele Grasso
Diseño:  Fernando Hernández
Desarrollo:  Jacob Vicente y Carlos Muñoz


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