Muere el pianista austriaco Alfred Brendel a los 94 años
Admirado internacionalmente, deja una monumental discografía donde destaca como el primero en grabar toda la obra para teclado de Beethoven y haber consolidado a Schubert en el repertorio


El pianista Alfred Brendel (Loučná nad Desnou, República Checa, 1931) creó su propia teoría sobre la temprana muerte de Mozart desde la ficción irónica. La plasmó en 1999 en un poema, escrito originalmente en alemán, en el que Beethoven, disfrazado de Salieri, habría envenenado a Mozart para robarle la tonalidad de do menor, “que en adelante nadie le disputaría jamás”. Esa sería siempre la tonalidad favorita de Brendel y Beethoven, su compositor de cabecera, pues no solo fue el primer pianista que grabó toda su obra, sino que completó tres integrales de las sonatas y cuatro de los conciertos. Sin embargo, en su última aparición sobre un escenario, en diciembre de 2008, optó por devolver la primacía a Mozart con una memorable interpretación del andantino (en do menor) de su Concierto núm. 9 “Jenamy”. El gran pianista austriaco falleció ayer martes, 17 de junio, en su domicilio londinense y rodeado de sus seres queridos: su esposa, Maria Majno, y varios hijos y nietos. Tenía 94 años.
Brendel quiso retirarse de los escenarios antes de que sus facultades físicas se vieran deterioradas. Evitó verse convertido en “una glorificación de la artritis”, aunque su principal impedimento en esos años fue la progresiva pérdida de la audición. No obstante, se había centrado en “su otra carrera”, que implicaba, además de apoyar a jóvenes pianistas y asesorar a cuartetos de cuerda, escribir, dar conferencias, viajar y recitar poesía. Todo ello complementaba una personalidad poliédrica, en la que la seriedad y la convicción nunca estuvieron reñidas con el humor y el absurdo. Por esa razón, odiaba que lo tildaran de intelectual: “Esto es lo que pasa cuando publicas libros, llevas gafas y no tocas Rajmáninov”, decía.
Aunque en febrero publicó su último libro en alemán, en 2019 también se despidió de la escritura con una monografía inclasificable titulada The Lady from Arezzo: My Musical Life and Other Matters (Faber & Faber). Un fiel reflejo de su contradictoria personalidad, en la que incluye una detallada autobiografía musical. Comienza hablando de su entorno familiar, cuya conexión más profunda con la música fue contar con Gustav y Alma Mahler como alumnos de la escuela ciclista de su abuelo. Comenzó a estudiar piano en Zagreb y prosiguió en Graz, aunque también compuso, dibujó y pintó, e incluso escribió sonetos. Su primer recital, en 1948, fue una sesuda colección de fugas para teclado que incluyó composiciones propias. Y comenzó a estudiar con el pianista Edwin Fischer. El cuarto premio del Concurso Internacional Ferruccio Busoni, en 1949, lo inclinó hacia el piano. Su traslado a Viena en 1950 le permitió iniciar su discografía y realizar su primera gira internacional como solista, que le llevó a varias ciudades de España y Portugal.
A los 25 años comenzó su vínculo con el sello Vox, que en siete años le permitió convertirse en el primer pianista en grabar las obras completas para piano de Beethoven. Brendel exhibió una técnica y sonoridad asombrosas, pero también reveló la ligereza y el ingenio del compositor alemán en su primer registro de las Variaciones Diabelli, una composición que lo acompañó el resto de su vida. Además de Beethoven, también realizó sus primeras grabaciones de Mozart y Liszt, e incluso del Concierto para piano, de Schönberg, que descubrió de la mano de Michael Gielen en 1958 y siempre defendió, aunque nunca frecuentó la música contemporánea. En los años sesenta, intensificó su interés por la obra pianística de Schubert y contribuyó a su consolidación en el repertorio; filmó 13 películas para la televisión alemana que abarcaron desde la Fantasía Wanderer hasta sus sonatas finales.
Su vida cambió en 1970, durante un recital dedicado a Beethoven en el Queen Elisabeth Hall de Londres. Brendel reconoce en su autobiografía que no fue una de sus mejores actuaciones, pero tres grandes compañías discográficas le ofrecieron un contrato. Él se decantó por Philips y comenzó su relación fonográfica más exitosa y dilatada en el tiempo: más de un centenar de álbumes desde 1970 hasta 2008.
La inició con su segunda integral de las sonatas de Beethoven, entre 1971 y 1978, que es también la mejor de las tres que grabó. De hecho, la transformación musical de Brendel a partir de cumplir 40 años la comenta el crítico Joachim Kaiser en su clásico libro Große Pianisten in unserer Zeit. Pasó de un Beethoven brillante y superficial a otra dimensión en cuanto a concentración, expresividad y musicalidad. Kaiser pone como ejemplo su grabación de 1976 del Concierto núm. 4 con Bernard Haitink y la Filarmónica de Londres.
Esa evolución de Brendel en la madurez llevó al historiador del piano Piero Rattalino a acuñar el apelativo de “la tortuga” en su monografía sobre el pianista. Lo definió como un caso de “anciano-prodigio”, es decir, un intérprete que, sin haber sido un portento en su juventud, alcanzó el Olimpo del teclado a una edad más avanzada. Otro estudioso de su arte ha sido el crítico británico Stephen Plaistow, que cifra esa evolución en la pérdida de espontaneidad e ímpetu en favor de una mayor profundidad, aunque siempre haya sabido mantener la frescura en su forma de hacer música. Pone como ejemplo la Sonata núm. 29 Hammerklavier, de Beethoven, que Brendel tocó durante más de cuarenta años en concierto y grabó en 1995 por última vez en directo.
Sus integrales concertantes de Beethoven prosiguieron en Philips con James Levine en los ochenta y Simon Rattle en los noventa, sin olvidar su tercera grabación completa de las sonatas, registrada entre 1992 y 1996. Y su madurez musical también se escucha en las obras pianísticas de otros compositores. Ha prendido como nadie las mechas de ingenio en Haydn y ha plasmado el drama operístico en Mozart, pero también ha sabido combinar en Schubert las explosiones de delirio con la cantabilidad de su escritura para teclado, mucho más compleja e interesante de lo que se pensaba hasta entonces. En Schumann destaca las líneas narrativas y, con Liszt, ha demostrado que su núcleo poético está por encima de los fuegos de artificio virtuosísticos. Lo dicho en Schubert también se puede aplicar a sus colaboraciones con cantantes, como Dietrich Fischer-Dieskau y Matthias Goerne, en ciclos de lieder. En cuanto a música de cámara, el disco de 2004 con la obra completa de Beethoven para violonchelo y piano que grabó junto a su hijo Adrian es casi una excepción.
Brendel eligió fijar su residencia en Londres en 1971, impresionado por los Proms y por el Tercer programa de la BBC. Sin embargo, en su autobiografía también reconoce que nunca le agradó el chovinismo británico y que su incomodidad aumentó considerablemente después del Brexit. La lista de sus premios y distinciones es inmensa. Para profundizar en su biografía, experiencia y personalidad, son fundamentales los tres libros suyos publicados en español: El velo del orden. Conversaciones con Martín Meyer (Antonio Machado, 2006), De la A a la Z de un pianista. Un libro para amantes del piano (Acantilado, 2013) y Sobre la música. Ensayos completos y conferencias (Acantilado, 2016).
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