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Luisgé Martín, el escritor que conoció al asesino

El autor de ‘El odio’, el libro sobre el parricida José Bretón, explicó a EL PAÍS su proceso de elaboración en un encuentro previo a la denuncia de Ruth Ortiz, la madre de los niños asesinados, para paralizar su publicación

El escritor Luisgé Martín, en su casa el día 12.
Jorge Morla

EL PAÍS visitó al escritor Luisgé Martín (Madrid, 63 años) para hablar de su libro El odio el 12 de marzo a mediodía. Veinte minutos antes de que el periodista y el fotógrafo llegaran a su casa, el autor había recibido una llamada que dejó sin responder. De haberlo hecho solo habría durado ocho minutos: era José Bretón, que, desde la cárcel donde permanece recluido desde 2013 por el asesinato en 2011 de sus hijos Ruth y José, solo puede realizar llamadas de esa duración como máximo.

En El odio, editado por Anagrama y con fecha de publicación prevista para el 26 de marzo, Martín trata de indagar en la mente del criminal, en sus motivaciones y sus sentimientos, a la vez que realiza una reconstrucción del crimen y de su propio acercamiento personal a Bretón. El autor cruzó con él muchas llamadas de teléfono y unas sesenta cartas, además de visitarle en prisión. Durante la última semana el libro ha copado la conversación: la madre de los niños, Ruth Ortiz, se enteró por la prensa de su existencia y acudió a la justicia para que paralizara su publicación por intromisión ilegítima del derecho a la intimidad y la propia imagen de los menores fallecidos. “Estos hechos están causando un tremendo dolor y nuevos daños psicológicos” en Ortiz, señalaba su abogada en un escrito remitido a la Audiencia Provincial de Córdoba. La Fiscalía de Menores pidió el jueves la suspensión cautelar de la publicación del libro para analizar el caso.

Tras estos acontecimientos, EL PAÍS volvió a ponerse en contacto con Martín para conocer su posición sobre la demanda de Ortiz, pero el autor y la editorial han preferido expresarse a través de sendos comunicados, publicados este viernes. Anagrama esgrime la libertad de expresión y creación literaria, aunque asegura que actuará conforme “a lo que las resoluciones judiciales indiquen”. En el suyo, Martín explica: “Empecé a escribir El odio porque era incapaz de entender que alguien pudiera matar a sus propios hijos. La violencia vicaria es probablemente la más incomprensible de todas”. Y se defiende: “El odio no da voz a José Bretón: se la quita, niega su explicación de los hechos, le enfrenta con sus contradicciones. El libro, en mi humilde opinión, sirve para mostrar los laberintos de la infamia y de la vileza de un asesino”.

Nacido y criado en Madrid, la obra de Martín siempre se ha centrado en la exploración subjetiva de personalidades en conflicto. Activista del colectivo LGTBIQ+, ganó el premio Herralde en 2020 por su novela Cien noches, y es autor también de obras como La mujer de sombra o el libro de memorias El amor del revés, una descarnada confesión sobre el tortuoso camino que recorrió hasta aceptar su homosexualidad. El escritor ha compaginado su labor literaria con la de asesor cultural: ha sido asesor del PSOE y llegó a Moncloa en 2018 como parte del gabinete de Pedro Sánchez, para quien redactaba y supervisaba sus discursos. Durante los últimos dos años, Martín dirigió el Instituto Cervantes de Los Ángeles, puesto que dejó en diciembre, cuando regresó a España.

El escritor Luisgé Martín, en su casa de Madrid el 12 de marzo.

Las palabras del comunicado que lanzó este viernes no son muy distintas a las que dijo a EL PAÍS el día 12. “Quería intentar explicar por qué ocurren determinadas cosas”, explicó entonces en el salón de su piso madrileño. “Cuando empecé a escribirme con él quería intentar sacarle todo lo que pudiera de la historia, porque era incapaz, y lo sigo siendo, de entender por qué alguien mata a sus hijos. Necesitaba acercarme, preguntar, acotarlo, intentar meterme en la cabeza de José Bretón”. Cuando le hizo llegar a Bretón la idea del libro, recibió una contestación que no dejaba lugar a dudas: “Me entusiasma la idea”. ¿De dónde surgía ese entusiasmo? Martín imaginó las posibles causas: la curiosidad, la vanidad, la soledad. Otra opción, la que más temía el escritor, era que Bretón pudiera colar algún tipo de versión o mensaje del que luego sacara algún tipo de beneficios penitenciarios, y por eso tomaba con muchos reparos todo lo que el asesino le contaba.

Además de las cartas y las llamadas, Martín también describe en el libro una visita que le hace en la cárcel, donde cumple una condena efectiva de 25 años. Pero en El odio el escritor deja claro que no ha hablado con Ruth Ortiz porque no quiere apartarse de su objetivo: entender a Bretón. Justificación literaria aparte, el escritor explicó en su encuentro con este diario que tampoco informó a Ortiz de la existencia del libro después de haber terminado su redacción. “No he hablado con ella”, dijo entonces. “No tengo fuente de comunicación. Creo que no me hubiera atrevido a hablar con ella, creo que es una persona a la que no hay que meter en esto. Vi una serie de hace dos años en la que ella participaba con su voz [Bretón, la mirada del diablo] y me pareció, ya me lo pareció en el momento del crimen, una persona de una entereza y de una dignidad moral acojonantes. No me habría atrevido a irrumpir en su vida para plantearle esto”. Igualmente, ni la editorial ni la agencia literaria de Martín se pusieron en contacto con Ortiz ni con su abogada.

Portada de 'El odio', publicado por Anagrama.

Un día antes de ese encuentro se había publicado ya un adelanto del libro en un medio de comunicación y para entonces Martín ya había recibido, además de docenas de llamadas solicitándole entrevistas, decenas de mensajes en los que se le insultaba por “dar voz a un asesino”. A Martín este punto no le preocupaba demasiado. “Esta idea simplista de que hay temas o personajes a los que la literatura no se puede acercar es infantil. La literatura no está para divertir, está para doler; desde Homero se ocupa de lo incómodo, del dolor, del mal, de lo que te puede hacer cuestionarse cosas. Podía tener reparos con Ruth, pero no con esto. Todo lo contrario: me siento orgulloso de meterme en ese tipo de conflictos que yo creo que alumbran el comportamiento humano”, argumentó. ¿Y cuál es su conclusión sobre el asesino nacido en Córdoba en 1973? “Que Bretón es una persona muy corriente. No es Hannibal Lecter, es una persona muy vulgar, en todos los sentidos. Es maniático, narcisista, egoísta, manipulador, obsesivo… pero como lo son muchos de nuestros vecinos. Los que nos consideramos buena gente creemos que estamos muy lejos de alguien como Bretón, pero no es verdad”.

Acercamiento

El escritor intentó levantar un muro de reparos profesionales para no dar excesiva voz a la versión de Bretón, pero no había pensado en los reparos personales. Al conocer al asesino, Martín encontró un hombre al que empezó a acercarse poco a poco. “Estaba preparado para todo menos para eso. Cuando empecé a hablar del proyecto, algún amigo me decía: cuando salga de la cárcel quizá te mate. Quiero decir que me imaginé de todo, pero no esto. Entiendo que es muy difícil de comprender desde fuera, pero hay que entender que yo he visto al José Bretón más vulnerable y más solo. Seguirá siendo, seguro, un manipulador y un narcisista, pero he llegado a tener una relación en la que había momentos en los que se me olvidaba qué había hecho”, explicó el día 12.

José Bretón, en la sala de vistas donde fue juzgado en junio de 2013.

¿Se considera entonces, el escritor, su amigo? “No, no podría decir eso”, respondió. “Pero sí he sentido, sí siento, entre comillas, afectos. Siento compasión. Y eso me ha hecho sentir mal, enfurecerme. Luego me he rebelado contra mí mismo: no tengo por qué avergonzarme de ser compasivo”. En el encuentro con Bretón descrito en el libro, este comete un error. Martín se topa con un hombre sereno, lloroso, que parece arrepentido y que dice que su propósito final es mostrar arrepentimiento. “El hombre que mató a Ruth y José quiere pedir perdón por el daño que hizo”, le dijo Bretón al escritor durante aquella cita, una frase recogida en el libro y que supone su primera confesión pública del crimen. Pero después se le escapó algo que rompió el hechizo: “Si no había cuerpos, no podían acusarme de nada. Estuve a punto de conseguirlo. Me faltó solo un poco más de suerte”. Un poco más de suerte. Después de esa frase, dice Martín, sintió que había una máscara que se caía, detrás de la cual intuyó al asesino frío. El recluso comenzó a leer el manuscrito, pero lo dejó porque no le gustaba lo que de él se decía, y así se lo hizo saber al autor.

Condenado a 40 años de cárcel, 20 por la muerte de cada uno de sus hijos, Bretón cumplirá 25 años de condena, lo que significa que saldrá de prisión en 2036. El escritor le ha prometido no cortar la comunicación con él. Quizá no pase mucho hasta que el teléfono de Martín vuelva a sonar. Al otro lado de la línea estará el asesino.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Redactor de EL PAÍS que desde 2014 ha pasado por Babelia, Cultura o Internacional. Es experto en cultura digital y divulgador en radios, charlas y exposiciones. Licenciado en Periodismo por la Complutense y Máster de EL PAÍS. En 2023 publica ‘El siglo de los videojuegos’, y en 2024 recibe el premio Conetic por su labor como divulgador tecnológico.
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