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Por qué todos se ‘acuerdan’ de Georges Perec, el escritor que jugó con nuestras neurosis

El autor miembro del OuLiPo sigue más vivo que nunca, fascinando a ensayistas y novelistas que reactualizan su obra para trasladarla al presente

Georges Perec, en una imagen de 1978.
Georges Perec, en una imagen de 1978.Louis MONIER (Gamma-Rapho via Getty Images)

Dice la leyenda que Georges Perec (París, 1938-1982) nunca cerraba su pequeño apartamento de la calle Quatrefages de París. Aquel piso que se citaba en Las cosas (1965), un quinto en el número 5, siempre tuvo la puerta abierta para que sus amigos entrasen cuando quisieran. Pasa con la obra de Perec como con ese gesto de confianza a su intimidad doméstica. Parece que el autor la dejase abierta para que otra buena gente se recreara y la hiciese propia. Siempre es un buen momento para reivindicar a este sociólogo de formación y miembro del taller de escritura experimental OuLiPo, pero la actualidad ha querido que un buen puñado de creadores, sin planearlo, como en ese disparador que lanzó en uno de sus textos, se hayan puesto de acuerdo para decirnos: ‘Ah, de Georges Perec yo también me acuerdo’.

Primero fueron Andrea Genovart y Vincenzo Latronico, dos escritores que, desde Barcelona y Berlín, revisitaron en dos novelas muy distintas Las cosas, aquel texto sobre una parejita pequeñoburguesa hipnotizada por la sociedad de consumo de 1965. Repensar a Perec vino con premio: Consum preferent, el debut de Genovart sobre una joven sobrestimulada por la ciudad moderna, se hizo en 2023 con el premio Anagrama de novela en catalán; Las perfecciones, la historia de una pareja de nómadas digitales ansiando autenticidad, ganó un año antes el Mondello y se ha traducido a más de 17 idiomas. Hace unos pocos meses el escritor Kim Nguyen debutó escribiendo 237 razones de Por qué Georges Perec (editado por LaUñaRota). Claire Marin vuelve a su poética del espacio y su espíritu bartlebyano para sostener la tesis de su ensayo Estar en su lugar (Anagrama, 2024). Ahora es Emili Manzano el que con Me’n record (Llibres Anagrama, 2024) también ha utilizado ese Je me souviens de Perec de 1978 que imitó el I remember de Joe Brainard, como muleta para rememorar sus vivencias íntimas. ¿Qué tiene Perec para sentirse tan pertinente para los autores que narran el presente?

Andrea Genovart Escritores jovenes
Andrea Genovart debutó con una novela que repensaba 'Las cosas' en la Barcelona gentrificada.Albert García

Perec murió de un cáncer de pulmón siete años antes de que se inventara la World Wide Web, pero Vincenzo Latronico cree que el francés es uno de los autores que mejor vaticinó la neurosis por colisión con la esfera digital. “En muchos niveles anticipó la forma en que una masa cuantitativa de datos se convierte en una comprensión cualitativa de nosotros como usuarios, consumidores y personas”, apunta en un intercambio de correos electrónicos el escritor italiano, donde hace hincapié en su capacidad predictiva sobre el ansia de optimización y cuantificación de nuestras experiencias. “Su narrador en Las cosas y en La vida instrucciones de uso es esencialmente un algoritmo de extracción de datos. Supone que al enumerar todas las relaciones de un personaje con los objetos (los que usa, los que odia, los que desea, los que compra, los que sueña) esencialmente puede modelar la psique y el intelecto de esa persona. Es lo mismo que hacen los algoritmos de las redes sociales con nosotros”, escribe este autor, que con Las perfecciones se planteó reescribir Las cosas, pero en un mundo en el que la red ha cambiado la forma de vernos a nosotros mismos. “Me di cuenta de que la mejor forma para escribir sobre internet era volviendo a una novela de los años sesenta″, asegura. Mientras Emili Manzano admira de Perec su capacidad de “no castigarse con los géneros, siendo radicalmente libre”, para Andrea Genovart, que descubrió a Perec durante la carrera de Literatura, la contemporaneidad del francés se muestra como “un ente vivo, moldeable y juguetón” en un uso del lenguaje.

Quien conecta más puntos en este furor perequiano es Pablo Martín Sánchez, el primer miembro español de la historia del OuLiPo, un escritor que en pocos meses verá publicada en Anagrama su traducción de Lieux (Lugares), el texto de Perec que ha inspirado dos de sus obras: El proyecto, en el que lleva trabajando 23 años “y que debería terminar el año que viene”, y Tentativa de agotamiento de la ciudad de Barcelona en diez plazas, para el que recibió una de las becas Premis Barcelona 2020 y que sigue inédito. “Perec es un autor total, su obra es tan rica y diversa que es imposible que no te seduzca alguno de sus libros”, explica este escritor que entró en el OuLiPo en 2014 y que descubrió a Perec a los 20 años, cuando su madre le regaló La vida instrucciones de uso. Martín Sánchez es, además, el traductor al castellano del premio Goncourt La anomalía (Seix Barral), de Hervé Le Tellier, que pertenece al movimiento OuLiPo y que demuestra la vitalidad de la obra de Perec también en Francia.

“Diría que supo ver como nadie el valor de lo nimio, de lo banal, de lo corriente, de lo infraordinario; y tuvo la osadía de llevar su apuesta hasta el final, hasta el punto de que podríamos hablar de cierta ‘estética del agotamiento’ en Perec”, avanza Martín Sánchez, que considera que nada en la obra de Perec es arbitrario. “Fue un maestro del trampantojo, de la finta, del conejo en la chistera: escribo una novela titulada La disparition (donde lo que ha desaparecido es la letra e) para que os penséis que estoy escribiendo un divertimento, un artificio verbal, cuando en realidad estoy hablando de la desaparición de mis padres, él en la Segunda Guerra Mundial y ella en Auschwitz (pues, en francés, la letra e suena exactamente igual que eux, ellos)”.

Georges Perec, fotografiado alrededor de 1980.
Georges Perec, fotografiado alrededor de 1980. Louis MONIER (Gamma-Rapho via Getty Images)

Más allá del Café Perec, el punto de reunión semanal de Enrique Vila-Matas en este diario, la nueva hornada de autores reactualizando el pensamiento perequiano se suma a las reivindicaciones de ese escritor de escritores que otros grandes nombres han verbalizado y que recoge oportunamente Kim Nguyen en su Por qué Georges Perec. Como Paul Auster, que destacó que “debajo de cada truco y rompecabezas oulipiano que puede encontrarse en los libros de Perec hay una reserva de sentimientos humanos, una oleada de compasión, un guiño de humor, la convicción implícita de que, pese a todo, tenemos suerte de estar vivos”. O Emmanuel Carrère, que dijo que Las cosas son “el gran poema de esa particular clase de humillación: la certeza de ser, hagamos lo que hagamos, desesperadamente como todo el mundo”. O Roberto Bolaño, que un día soñó que “cuidaba a un pequeño Georges Perec de tres años, que lo tomaba en brazos, le compraba golosinas y libros para pintar. No sirvo para nada, pero serviré para cuidarte, nadie te hará daño, nadie intentará matarte”. O Alejandro Zambra, que en la encuesta sobre los libros que le cambiaron la vida que hizo este diario decidió votar con una lista de 10 títulos de Perec porque, según alegó, le descubrió “una nueva sensibilidad”.

Martín Sánchez comparte ese misticismo, especialmente vivo en el OuLiPo. “Obviamente, hay una diferencia entre los que conocieron a Perec personalmente y los que no. Para los que no lo conocimos, no deja de ser una figura hasta cierto punto mítica; para los que lo conocieron y lo frecuentaron, no deja de ser un amigo al que hace mucho que no ven. Jamás he oído una mala palabra sobre él”, asegura, no sin antes recordar una frase recurrente “casi un leitmotiv”, que le suelen soltar los más veteranos cuando menos se lo espera y que bien podría resumir toda esta avanzadilla de títulos: “Georges y avait pensé” (”Esto Georges ya lo pensó”).

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