Esa pulsión para agotarlo todo
Se publica un inédito de George Perec donde el autor demuestra su extraordinaria pasión por agotar los lugares de su ciudad, París
Me acuerdo (je me souviens) de Lumumba y del hula hoop, de Sacha Distel y del Scoubidou, pero no sé qué haré el resto del día. Sé, en cambio, lo que haré ahora mismo: decir que, cuando estas líneas aparezcan, habrán pasado cuatro días de la publicación de uno de los libros póstumos más sorprendentes de la historia. Se llama Lieux (Lugares) y es un inédito de Georges Perec que se ha publicado en París coincidiendo con los 40 años y 56 días de su muerte. A pesar de las 612 páginas, se trata de un libro incompleto. Lo inició Perec en 1970 y consistía en describir 24 lugares de París, dos veces al mes, durante 12 años. En total, 288 textos. La mitad (la sección llamada Real) tenía que ser escrita en el lugar mismo, a partir de observaciones sobre el terreno. Y la otra –sección Souvenir– ampliarse con aquellos recuerdos que tanto al autor como al futuro lector le vinieran a la memoria al pensar en aquel lugar.
Esa exploración de doce lugares parisinos la concibió Perec, según le contó a Maurice Nadeau por carta, para que, con el tiempo, pudiera ir viéndose el envejecimiento de los lugares, el de su escritura, y también el de sus recuerdos. Semejante tour de force lo inició calculando que lo acabaría en diciembre de 1980. Pero trabajó en él hasta septiembre de 1975, quedando 133 textos por escribir. El incompleto artefacto puede encontrarse también online. Y así quien haga clic, por ejemplo, en la sección Real, en una casilla del apartado Jussieu, descubrirá que Perec llegó el 30 de mayo de 1972 a un café de la zona y vio “inscripciones en aerosol”, medio tachadas por tratarse de consignas tras la muerte del maoísta Pierre Overney.
Si desde hace tiempo Je me souviens viene siendo considerado “un libro digno de ser copiado”, no parece que Lieux vaya a ser visto igual, porque no todo el mundo tiene esa extraordinaria pasión que tenía Perec por agotar los lugares de su ciudad (léase Tentativa de agotar un lugar parisino). Pero no descarto que apetezca a muchos colaborar en el libro con recuerdos de ciertos lugares.
Perec murió en 1982, y con él ese fabuloso ímpetu por registrarlo todo. En su texto de la sección Real del 15 de agosto de 1969, admite que no sabe en qué distrito se encuentra la rue Vilin, donde transcurrió su infancia y donde su madre regentó una peluquería. Exilada en París y devuelta a Polonia para ser asesinada en Auschwitz, su madre, estupefacta, volvió a ver su país natal antes de morir. “Murió sin haber comprendido”, escribe Perec, que vuelve a la calle Vilin y registra difusas y conmovedoras trazas maternas, como restos de una inscripción en una fachada, donde aún puede medio leerse Coiffure Dames.
Hará un momento, como si pretendiera participar en Lieux, he recordado que en 1988 las autoridades decidieron que, por falta de salubridad, la calle Vilin fuera borrada del mapa. Sin duda, aquella decisión colaboró en el desmoronamiento que describe Lieux. No exageró nada Perec cuando en W o el recuerdo de la infancia escribió que no tenía recuerdos de infancia.
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