‘Babygirl’: solo Nicole Kidman. El resto me sobra
La actriz sabe mantener la atención del espectador en esta película más pretenciosa que convincente
Después de follar con su civilizado, cariñoso, complaciente, comprensivo marido, una señora parece absorbida contemplando un porno regido por la pederastia. Y deduces que la movida va a ser retorcida, que lo que va a contar la guionista y directora neerlandesa Halina Reijn va a ser morboso, que el universo erótico que va a describir será rarito, anticonvencional, militando en el empoderamiento y la transgresión. Y me pierdo absolutamente, debido a mi suicida ignorancia y mi irremediable desinterés por las tecnologías, cuando me descubren que esa tortuosa dama es también la consejero delegada (o sea, la gran jefa) de una floreciente empresa dedicada a la inteligencia artificial, el sector digital, esas cosas tan actuales y de infinita aunque salvaje progresión. Fábricas de hacer dinero y acumular poder. También poblada por gente que se ha marcado como prioridad el ascenso profesional.
Y resulta que la brillante superejecutiva de edad provecta (Nicole Kidman, tan guapa y distinguida ella, ya tiene 57 años) se queda fascinada y le ocurren cosas muy perturbadoras en su físico y en su cabeza cuando se topa con un veinteañero guapo, musculoso y enigmático que ha empezado a currar en la empresa, compaginándolo con el oficio de camarero y con legitimas ansias de prosperar en lo primero.
El juego empieza protagonizado por el deseo y se convierte aceleradamente en una relación sadomasoquista. Y la aparentemente feliz esposa y madre, la muy responsable y pragmática directora de un gran negocio descubre que está enferma de furtiva lujuria hacia el chaval, y que a él también le va la marcha, y que eso entraña mucho peligro a nivel familiar y profesional, que una persona que asume grandes retos en su carrera se siente drogada de pasión física en cada encuentro con su peligroso seductor.
Se supone que es una película de suspense. Pero a mí me recuerda más a la empoderada actualización de aquella estupidez sobre el erotismo abrasivo, rodada con permanente aroma de anuncio y protagonizada por aquellas personas tan guapas y y sensuales llamadas Kim Basinger y Mickey Rourke (sí, el que fuera el legendario chico de la moto y actual destrozo de hombre tuvo alguna vez una apariencia esplendida), buscadora de erotismo tan falso como sofisticado y titulada Nueve semanas y media que al lado tenebroso y angustioso de la brillante Instinto básico. No siento particular interés por el desarrollo, ni por la factura, ni por las pretensiones artísticas y sicológicas de esta historia sobre el fuego en el cuerpo y en el cerebro.
Celebro que la narrativa de fantasías eróticas en el cine ya no pertenezca mayoritariamente a la masculinidad, que la escritura y la dirección de esas retorcidas historias pertenezcan a tantas mujeres, pero le exijo que posean arte, que te mantengan en tensión y que te dejen huella, que prevalezca la calidad antes que la ideología de genero. Babygirl no me parece desechable, pero tampoco me impacta ni lo que cuenta ni la forma hacerlo.
¿Y qué contar de su protagonista, Nicole Kidman? Pues lo evidente, que siempre ha sido una actriz dúctil, poderosa y creíble, a pasar de ser dueña de un físico muy particular, elegante, espectacular. Es más que probable que consiga otro premio Oscar por su interpretación de esta señora inquietante. Ella aparece en casi todos los planos. Y sabe mantener la atención del espectador. Lo cual tiene merito en una película más pretenciosa que convincente.
Babygirl
Dirección: Halina Reijn.
Intérpretes: Nicole Kidman, Antonio Banderas, Harris Dickinson.
Género: drama. EE UU, 2025.
Duración: 114 minutos.
Estreno: 17 de enero.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.