Ilegalidades, cansancios e injusticias de la temporada taurina 2024 (y 2)
La decadencia del toro, la retirada temporal de Morante, el antitaurinismo del ministro de Cultura y la ruina de Onetoro, entre las noticias preocupantes del año
La temporada taurina de 2024 se ha caracterizado, también, por momentos de desazón, retiradas que llegan al alma, ilegalidades manifiestas, aburrimientos sonoros e injusticias incalificables.
De todo debe haber en un año de toros, pero duele que la fiesta sea incapaz, por ejemplo, de renovarse, de ponerse al día, de modernizarse, y que el espectáculo —el negocio— se siga rigiendo por los mismos parámetros de hace muchos, muchos años.
Sorprende que mientras los dirigentes de cualquier otra industria cultural o deportiva se devanan los sesos para adaptarla a los nuevos gustos y necesidades de sus clientes, la tauromaquia sea cada nuevo año un calco del anterior sin preocupación alguna por las inquietudes de quienes pasan por taquilla.
Es verdad que no existe una organización que integre al sector, el más desunido de cuantos se conocen, (la Fundación Toro de Lidia va por otro camino, pretende sin motivo representar a todos y desde su nacimiento se mantiene alejada de los problemas cotidianos del espectáculo taurino), y la normativa legal, la nacional y las autonómicas, depende de la administración pública, que se distingue por sonrisas y buenas palabras —las que presumen de defender los toros— y escasas obras. (De la mano del consejero Antonio Sanz, la Junta de Andalucía está a punto de aprobar una modificación sustancial de su reglamento taurino, pero no está nada claro que suponga un paso adelante en la defensa de la pureza, la integridad y la emoción de los festejos).
Llama poderosamente la atención que ningún taurino o autoridad alguna exprese su inquietud por la situación actual del toro de lidia
Ni la ausencia de una organización ni las normas impositivas impiden que empresarios, ganaderos y toreros alcancen acuerdos que agilicen el espectáculo y promuevan la tensión inherente a la lidia.
Pero no; no parece posible que los que mandan se sienten alguna vez y muestren, al menos, su preocupación por el presente y el futuro de la fiesta taurina. Defienden intereses diferentes, cuando no contrarios, y parece importarles muy poco el toro, el aburrimiento de tantas tardes o las injusticias de las que son víctimas no pocos toreros.
Así, pues, sea esta reflexión —la pasividad o la irresponsabilidad del sector— la primera nota negativa de la temporada finalizada; pero hay otras, y algunas de ellas podrían ser las siguientes:
- La decadencia del toro bravo. Llama poderosamente la atención que ningún taurino o autoridad alguna exprese su inquietud por la situación actual del toro de lidia. Ha habido algunos, los menos, que han destacado por su fortaleza, codicia, bravura, nobleza, clase… pero la inmensa mayoría de las reses lidiadas han sido un referente de la podredumbre en la que se ha instalado la cabaña brava. La falta de casta es el denominador común del toro actual, junto a la invalidez y la incapacidad para estar vivo en los tres tercios de la lidia; claro que la responsabilidad es de los ganaderos (las organizaciones de criadores de toros no dicen ni pío) y de los toreros, que se pasan por el forro de su desvergüenza la suerte de varas y las banderillas para convertir la faena de muleta en un somnífero venenoso.
- Morante de la Puebla suspendió la temporada el pasado 11 de septiembre por un problema de trastorno de personalidad y nada se ha vuelto a saber del torero. No era la primera vez en este año: canceló sus actuaciones el 17 de marzo hasta el Domingo de Resurrección; recayó el 7 de junio y reapareció el 23 de julio en Santander, y la enfermedad le obligó a ponerse de nuevo en manos de los médicos. Su ausencia es, sin ningún género de dudas, una pésima noticia para la fiesta.
- Ha transcurrido el año taurino de 2024 y la Comunidad de Madrid no ha vuelto a decir palabra sobre la anunciada y necesaria rehabilitación de la plaza de Las Ventas, dependiente del consejero Carlos Novillo. Se anuló el proyecto aprobado por el anterior gobierno de Díaz Ayuso y se sigue a la espera de que una nueva empresa presente otro informe.
- Ernest Urtasun, ministro de Cultura, ha sido, y sigue siendo, la pesadilla de la tauromaquia. La eliminación del Premio Nacional de Tauromaquia es una manifiesta ilegalidad, impropia de un alto representante del Estado; su desaire a la Casa de Misericordia de Pamplona y a El Juli, delante de los Reyes, una palpable demostración de su escasa calidad humana.
- Un nutrido grupo de toreros que han demostrado sus cualidades para ser tenidos en cuenta siguen secuestrados por el sistema: Calerito, Ángel Téllez, Jorge Martínez, Ángel Jiménez, Manuel Diosleguarde, Juan de Castilla, Adrián de Torres, Manuel Perera, Francisco José Espada, Álvaro Alarcón, Sergio Serrano, Javier Cortés, David de Miranda, Damián Castaño y Fernando Robleño, entre otros. ¿Alguien sabe dónde están? ¿Por qué han figurado en tan pocos carteles en 2024?
Un nutrido grupo de toreros que han demostrado sus cualidades para ser tenidos en cuenta siguen secuestrados por el sistema
- El 28 de agosto, Morante de la Puebla y José María Manzanares deciden que no torean en Linares por una supuesta discusión con la autoridad sobre la aprobación o no de un par de toros; a la hora del sorteo se pierden por la carretera y piden a dos médicos que les firmen sendos partes por enfermedad para justificar la espantá. La Junta de Andalucía les ha abierto un expediente en el que propone una sanción de 12.000 euros a cada uno de ellos, pero no está nada claro que la grave infracción sea finalmente castigada. Ya se verá. ¿Habrá pedido el Colegio de Médicos de Sevilla alguna explicación a los doctores que firmaron los partes? Ni una palabra.
- Y la ruina de Onetoro. La sorpresa fue de órdago. La plataforma televisiva anunció en septiembre que no retransmitiría las ferias de San Miguel y de Otoño porque arrastraba unas pérdidas de 12 millones de euros y solo una minoría de sus espectadores pasaba por taquilla. Acaba de anunciar hace solo unos días que han iniciado conversaciones con empresarios y toreros con el objetivo de mantener la oferta televisiva si el sector acepta rebajar sus pretensiones económicas por los derechos de imagen y estos se evalúan en función de la audiencia real. Ojalá el diálogo sea fructífero por el bien, sobre todo, de la propia fiesta.
Estas no son más que algunas pinceladas de momentos oscuros del año taurino transcurrido; y no pocos de ellos tienen solución en la voluntad de los taurinos. El dilema de verdad es su actitud ante los problemas: si son capaces de afrontarlos por derecho o prefieren esconder la cabeza bajo las alas.
(En relación con el blog de la semana pasada, dedicado a los aspectos positivos de la temporada, Rafa García, director de Clarín, de RNE, apunta dos lapsus que requieren una rectificación: el liderazgo de Roca Rey, el único torero con fuerza en las taquillas, y la presencia numerosa y esperanzadora de chicos y chicas en las plazas de toros. Escrito queda).
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