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El anime, el cine y la literatura rompen los estereotipos de Japón

La cultura de entretenimiento nipona representa uno de los grandes intereses del público a nivel mundial, lo que empuja un nuevo lenguaje en alza y, en el caso de España, prácticamente un bum

Hitoshi Omika (detrás) y Ryô Nishikawa, en al película 'El mal no existe', Ryûsuke Hamaguchi.
Hitoshi Omika (detrás) y Ryô Nishikawa, en al película 'El mal no existe', Ryûsuke Hamaguchi.

En 1946 el escritor japonés Sakakuchi Ango publica un ensayo que se convierte en un manifiesto revolucionario en Japón para afrontar la vida tras la Segunda Guerra Mundial. Se titula Sobre la decadencia y critica el ideario que lleva a la derrota del país. Atrás quedan los valores defendidos por el poder del imperialismo japonés, como el trabajo físico, la austeridad, el sufrimiento y el aguante, y defiende el caos y el desconcierto. Para inventar un emperador y un código de valores propios tras la derrota, escribe Ango, es necesario que los japoneses recorran el camino de la decadencia. Japón se salvará si cae por fin y por completo. Sentir miedo ante la muerte u observar la destrucción sin hacer nada no son cosas por las que haya que avergonzarse: son sentimientos humanos. La rendición ha liberado a los japoneses de la muerte.

En su ensayo anterior, Mi visión de la cultura japonesa (1942), Sakakuchi Ango cuestiona por primera vez los estereotipos culturales y sociales que han moldeado el país durante décadas. La belleza y las tradiciones deben dejar paso al “devenir inevitable de lo necesario”, lo único importante es “lo necesario para la vida” pues aunque desaparezca la cultura antigua “la vida no se extinguirá”. La belleza etérea, el vacío, la fidelidad, la lealtad y muchas otras figuras son imágenes estereotipadas que se erigen como esencialmente japonesas y a través de las cuales todavía hoy nos acercamos al país. Los estereotipos permiten aproximarse a las culturas más alejadas, pero también son imágenes que se repiten a lo largo de los siglos, y no dejan ver el devenir y el presente.

A Ango se le atribuyen términos como excéntrico o extravagante por su originalidad temática y tratamiento. Lo mismo que ocurre con Naka Kansuke, autor de la novela corta Perros (1924), recientemente publicada en español por Satori —autores ambos traducidos y prologados por Iván Díaz Sancho—. Kansuke transforma a los protagonistas de la narración en perros. Una herramienta que le permite distanciarse como autor y hacer más explícitas, por ejemplo, las escenas sexuales. La obra es probablemente una contestación a Yo soy un gato de Natsume Soseki. Los dos son escritores influidos por el modernismo literario y que intentan antes que nada redefinir el carácter nacional japonés.

Las imágenes que cuestiona la novelista Yukiko Motoya son otro regalo. En Selección automática (2021) narra la historia de dos mujeres: una dominada por la tecnología imperante, además de implantada con chips, y otra que se cuestiona la necesidad tecnológica. A pesar de ser un mundo sometido a la tecnología, poco a poco surge otra realidad que fascina por igual a las dos protagonistas: la necesidad de no digitalizarse. La última moda de las clases sociales más pudientes y un ejemplo de lo que hay que seguir en el futuro. Motoya sigue, por otro lado, la tendencia que Carlos Rubio cita en Mil años de literatura femenina en Japón, como un lugar común de la última narración: las referencias gastronómicas. Un tema, según él, la comida y la bebida, que conecta con el lector y tiene que ver con el programa Cool Japan, la estrategia que sigue Japón para difundir el atractivo del país.

El salón Manga Barcelona de 2023.
El salón Manga Barcelona de 2023.Marta Pérez (EFE)

Es el Cool Japan una forma de “poder blando” que se difunde a través de vehículos culturales y populares. Una acción del Gobierno para promover una imagen cool internacionalmente mediante la promoción de empresas creativas. El manga, el anime, los videojuegos, la música pop, la comida japonesa, la moda, las artes marciales, los juegos, etc., son sus objetos principales. Aquellos productos que representan uno de los principales motores socioeconómicos de Japón desde hace tres décadas. El poder se difunde y la cultura de entretenimiento japonesa representa en la actualidad uno de los grandes intereses de los jóvenes y no tan jóvenes a nivel mundial. Esto significa la creación de un nuevo lenguaje en alza y, en el caso de España, prácticamente un bum. El año pasado se publicaron cerca de un millar de títulos de manga y al Festival del Manga de Barcelona de 2023 asistieron más de 160.000 personas. Se podría hablar de un novedoso japonismo o la atracción global por la industria cultural del país creada y defendida para tal efecto.

Sin embargo, mientras esto ocurre fuera de Japón, el mercado editorial del anime en el país disminuye, como causa del decrecimiento de la población y el descenso de la natalidad.

Hay un cine último que se hace eco de la afición por los productos culturales y también de la problemática que suscita. Unas películas que habrían hecho del propio anime su tema y tratamiento. Un metatexto o (metacine) por el que un filme habla del cine de animación. Entre ellas están Anime supremacy! (2022), de Kōhei Yoshino, que cuenta los entresijos de la industria de animación japonesa; Father of the Milky Way Railroad (2023), de Izuru Narushima, un biopic sobre la figura del poeta Kenji Miyazawa, autor de historias infantiles adaptadas a series de anime, y BL Metamorphosis (2022), de Shunsuke Kariyama, en la que dos mujeres de generaciones distintas se unen por la afición al manga y charlan sobre los temas de los cómics, como el BL (Boy’s Love) o el género literario que trata las relaciones amorosas entre hombres.

En otro contexto está una de las grandes películas de este año, El mal no existe, del premiado Ryûsuke Hamaguchi. Un ejercicio estético que crea casi un espacio mitológico en un pueblo entre bosques y que sirve para denunciar el turismo de élite, en este caso, el de los campings lujosos (glamping). La película hace del sonido otra narración. Cuidadísimo, lo realizan a la par durante el rodaje el director y la responsable de la composición musical, Eiko Ishibashi. También Chime (2024), de Kiyoshi Kurosawa (un filme de terror de solo 45 minutos), cuida y juega con el espacio sonoro y pone en evidencia el poder del sentido del oído en la cinematografía contemporánea. Videophobia, de Daisuke Miyazaki (del año 2019, pero exhibida este año en el Asian Film Festival y anteriormente en una plataforma), es una película rodada en blanco y negro, cuya belleza contrasta con lo espeluznante del tema tratado. Alguien sube a la red un vídeo porno de la protagonista sin su consentimiento. La atmósfera de inquietud va en aumento y plantea además una cuestión feroz. ¿Se inventan los las víctimas de abusos sus testimonios?

Last Shadow at First Light (2023), dirigida por Nicole Midori, y 658km, Yoko no Tabi (2023), dirigida por Kazuyoshi Kumakiri y ganadora del Festival de Cine de Shanghái, comparten el tema del viaje por escenarios japoneses. Paisajes estremecedores y escalofriantes que determinan las experiencias de las dos mujeres protagonistas y las conducen, al igual que en los itinerarios más míticos, al reconocimiento de sí mismas. De otro viaje, esta vez micro, trata la película fantástica Atrapados en un bucle infinito (2023), de Junta Yamaguchi, autor también de la premiada Más allá de los dos minutos infinitos (2022). El director vuelve sobre el mecanismo temporal del bucle o la repetición de situaciones en distintos espacios de tiempo. Una herramienta para avanzar en su deseo de romper los moldes de la narrativa contemporánea, y que transforma al bucle en una estructura fílmica.

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