John Zorn, el universo expansivo de un genio del jazz
El carismático compositor y saxofonista ha protagonizado una brillante residencia en el 59º Donostiako Jazzaldia, presentando por fin en España seis de sus más interesantes proyectos actuales
Está a punto de cumplir 71 años, aunque nadie lo diría. Tanto cuando presenta en el escenario a los músicos que dan vida a sus composiciones como cuando sopla su saxo alto de forma flamígera y exuberante, John Zorn parece un tipo que nunca dejó la cincuentena y que sigue tan activo y vivaz como hace décadas. Tal vez sea por su desaforada actividad: compone y publica música desmesuradamente, y su catálogo, que alberga cientos de referencias discográficas, crece por decenas año a año. No tiene hijos, ni se va de vacaciones; solo trabaja y trabaja, compone, dirige, idea y construye proyectos, renovando regularmente el título de compositor norteamericano vivo más prolífico.
Pese a esa hiperactividad profesional, escucharlo en directo no es tan sencillo en Europa, no digamos en España. Zorn es un artista exclusivo y exigente que no se deja contratar sin más; con él todo es un proyecto medido y una propuesta especial diseñada para cada momento y cada lugar, según él disponga. En el Donostiako Jazzaldia lo saben bien: todas las visitas de Zorn a España en más de una década han sido en el marco de este festival de jazz, el más longevo y prestigioso del territorio.
A su monumental Masada Marathon de 2013 (que albergó 12 conciertos con diferentes formaciones), una visita del saxofonista en trío con Bill Laswell y Dave Lombardo en 2015, y otro mastodóntico maratón con sus Bagatelles en 2019 (14 conciertos en dos días, también con formaciones diferentes), se une ahora la residencia que acaba de protagonizar el compositor en la 59ª edición del festival donostiarra, con seis conciertos repartidos a lo largo de tres días, en los que se han presentado varios de los más importantes grupos con los que está operando en los últimos tiempos.
Estos conciertos han sido la más memorable muestra musical que ha tenido un Jazzaldia que, al margen de ellos, ha albergado también un programa amplio, variado y de altísima calidad; pero con Zorn hablamos de una de las cimas de la música creativa universal, y es natural que sus propuestas destaquen en casi cualquier programación jazzística, por excelente que esta sea. Porque, a pesar de esa incontenibilidad creativa, lo más fascinante del compositor norteamericano es que no importa lo mucho que produzca: rara vez la calidad de su obra queda por debajo de niveles que están al alcance de muy pocos creadores.
Un universo que se expande
Tanto en sus álbumes como en sus conciertos, la música de Zorn se apoya en su pluma y liderazgo tanto como en los músicos que escoge para cada propuesta concreta. Una de las constantes en su obra es que siempre está rodeado de un grupo de músicos de confianza que responden a sus anhelos particulares. Todos son parte de ese universo Zorn que se expande y que, siendo un reflejo fiel del creador y su idiosincrásica personalidad, es también una muestra extraordinaria del talento de un puñado de intérpretes que están siempre entre lo más brillante y selecto del mundo. Zorn no se anda con medias tintas: su música no es para que la interprete cualquiera, sino quien él requiere en cada momento.
Esta cantera ha ido evolucionando en los últimos años, y en los seis conciertos que se han presentado en Donostia-San Sebastián hemos podido escuchar a varios de los más brillantes nombres de la escudería principal del Zorn más reciente, como el portentoso pianista Brian Marsella, la joven superestrella de la guitarra Julian Lage, el veterano organista John Medeski, el baterista Ches Smith, el guitarrista Matt Hollenberg o el baterista Kenny Grohowski, entre otros. Juntos y revueltos en diferentes formaciones, encarnan bandas como Incerto, Simulacrum o Chaos Magick, proyectos que están produciendo gran parte de la más importante música de Zorn en los últimos años.
A pesar de algunas coincidencias en los miembros, cada una de estas formaciones, ensambladas cuidadosamente por Zorn, es inseparable de la música que interpreta. No se puede cambiar a un guitarrista por otro, o que Marsella toque un piano acústico en lugar de un teclado Fender Rhodes donde no corresponde. De alguna forma, es como si composición e interpretación fuesen una en la música de Zorn, haciendo imprescindible que ambos estén unidos en cada momento para que la experiencia completa sea como demanda el autor. Es, en una comparación osada y anacrónica, pero ilustrativa, como si saliesen de gira juntos Beethoven con Emil Guilels, Chopin con Vladimir Horowitz o Mozart con Walter Gieseking, para que sus obras para piano no sonasen en una interpretación u otra, sino en la particular versión del pianista escogido por el compositor en cada ocasión. Zorn ensambla las piezas y dibuja los parámetros pero, una vez sus músicos comienzan a tocar, sus creaciones levantan el vuelo en la voz de estos.
Al mismo tiempo, intentar separar al Zorn intérprete del compositor o el director es inviable. Aunque en los últimos tiempos su presencia como saxofonista ha ido disminuyendo y quedando limitada a proyectos muy concretos, su universo musical no se entiende sin todas sus facetas creativas. Además, escuchar al Zorn instrumentista sigue siendo la forma más directa y rotunda de conectar con lo más primario de su personalidad, y brinda la oportunidad de acceder no solo a su ideario, su abrumadora capacidad compositiva y su férrea dirección artística, sino a la carnalidad y a la más sintética expresión de su lenguaje.
Un concierto vibrante
Por eso, el concierto que cerró el Donostiako Jazzaldia era, sin duda, el más deseado de su residencia, al ser el único en que el saxofonista pisaba el escenario para tocar el saxo alto, al frente de uno de sus principales grupos actuales: Masada New Quartet. En él, Zorn revisa la música que produjo con uno de sus grupos más populares, Masada, en el que aunaba la tradición de la música judía con el free jazz del cuarteto clásico de Ornette Coleman con Don Cherry. Treinta años después de las primeras grabaciones del grupo original, Zorn presentó por fin esta nueva encarnación de Masada en nuestro país, en un concierto vibrante que dejó al público sin aliento de principio a fin. Acompañado por la guitarra de Lage, el contrabajista peruano Jorge Roeder y el veterano baterista Kenny Wollesen, Zorn demostró que su capacidad como saxofonista se mantiene al más alto nivel. Y, sobre todo, que aún es capaz de subir a un escenario y pasárselo como un crío, creando música fuera de serie al mismo tiempo. Quizá sea ese el secreto de su juvenil aspecto.
Es difícil saber cuándo será la próxima vez que Zorn pise España pero, por el momento, esta cuarta visita al Festival de Jazz de Donostia-San Sebastián ha añadido un nuevo capítulo, brillante y novedoso, a la historia de la música improvisada en España.
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