Inconmensurable John Zorn
El monumental 'Bagatelles Marathon' del compositor sitúa al Heineken Jazzaldia como el evento jazzístico del año en España
Dicen que a la crítica le gusta ponderar, cosa que no vamos a negar aquí, pero la aseveración que viene a continuación tiene más de constatación que de opinión: las dos sesiones que han conformado el Bagatelles Marathon de John Zorn en la 54 edición del Heineken Jazzaldia han sido el acontecimiento jazzístico de la temporada en nuestro país, y muy probablemente, también del año, aunque tengamos aún cinco meses por delante. Fue tal la concentración de talentos en Donostia, de primeras figuras del jazz contemporáneo y la improvisación norteamericana, y de grupos como hay pocos en el planeta, que este microfestival dentro del festival ha resultado un evento imbatible en cuanto al volumen de calidad musical y apuestas atractivas.
Casi cinco horas de música repartida en dos días, 14 conciertos en total, de alrededor de 20 minutos cada uno, interpretados por formaciones completamente diferentes tocando con perspectivas muy dispares (desde un jazz más o menos ortodoxo a la improvisación más libre, la música contemporánea o el punk aplastante) y con un solo factor común: John Zorn y su nuevo libro de composiciones, The Bagatelles. 300 nuevas piezas que el compositor escribió a lo largo de tres meses en 2015, basadas en ideas más atonales que otros trabajos recientes, como los libros dos y tres de Masada, The Book of Angels y The Book Beriah. El mastodóntico volumen de sus Bagatelles no es tan raro, ya que Zorn siempre trabaja desde la desmesura creativa: solo para el proyecto de Masada, probablemente su franquicia más popular, ha escrito cientos de composiciones en tres fértiles momentos. A las 205 piezas que completó entre 1993 y 1996, conformando el ciclo original de Masada, se unieron las 316 que escribió en 2004 (también a lo largo de tres meses) para The Book Of Angels y las 92 que han cerrado este mismo año el proyecto con The Book Beriah. En total, 613 temas, que no es un número casual: es la cantidad de mandamientos (mitzvá) que recoge el texto esencial de la religión judía, la Torá.
La música de estas Bagatelles (poco que ver, salvo en la corta extensión de las obras, con Beethoven o Bartók, aunque quizá algo más con Webern o Ligeti, que compusieron algunas bagatelas para grupos de cámara) entronca con la de Masada solo a partir de las propias idiosincrasias compositivas de Zorn, pero la intención de la mayoría de estas nuevas composiciones es, efectivamente, más atonal y urgente, basada en ocasiones en cortos fragmentos, siempre intrincados y bien definidos, sobre los que el músico que toca la pieza puede improvisar y construir su propio lenguaje. Aquí está la clave del proyecto, y así es como se vivió en directo en el Kursaal: la huella de Zorn está presente en cada nota interpretada, pero cada músico y cada grupo aportaron su propio sonido y lenguaje para que esos 14 conciertos fuesen muy diferentes, haciendo del “maratón” una experiencia poliédrica y sin la densidad que cabría esperar si uno escucha una cincuentena de composiciones con el mismo tejido acústico.
De hecho, el formato, aunque pueda parecer exagerado, se hace muy ameno y resulta musicalmente saciante. Por supuesto que esos 20 minutos por set pueden hacerse cortos con los intérpretes más inspirados, pero también se revelan como un intervalo más que suficiente para que cada formación exponga sus ideas musicales, dejando con ganas de más cuando funciona, y no hastiando cuando no es del agrado del espectador. En Donostia fue aún más medido, si cabe: este ha sido el único de los ocho Bagatelles Marathon que ha presentado Zorn en Europa este verano que ha sido dividido en dos días, a siete conciertos por sesión, dejando cada una de ellas en unas dos horas y media.
En el Jazzaldia el nivel general estuvo muy alto, con un buen puñado de actuaciones verdaderamente colosales, entre las que destacaron las del trío de Brian Marsella, el portentoso Peter Evans (en trompeta solo), el dúo de Sylvie Courvoisier y Mark Feldman, el Nova Quartet de
Kenny Wollesen, John Medeski, Trevor Dunn y Joey Baron, el extraordinario dúo de guitarras de Gyan Riley (hijo del compositor Terry Riley) y Julian Lage, el trío Asmodeus de Marc Ribot (dirigido en directo por el propio Zorn), y especialmente el abrumador piano solo de Craig Taborn, posiblemente el bloque más brillante de todo el maratón (también el más largo: 24 minutos).
Como si se tratase de una especie de cambio de testigo natural, quedó la sensación de que fueron precisamente los músicos más jóvenes, o recientemente atraídos por la órbita de Zorn, quienes con más frescura tocaron en directo. Desde algunos de los ya citados a la pianista Kris Davis o la guitarrista Mary Halvorson, dos de las jazzistas más creativas que han aparecido en lo que llevamos de siglo, y también Trigger, un grupo de jóvenes ensamblado por Zorn para interpretar la versión punk de las Bagatelles, aunque lo suyo fue más bien una volcánica mezcla de punk, free-jazz y noise rock. Al término de su actuación Zorn los despidió diciendo: «¡Trigger! Maniacos de veintitantos triturando el escenario… ¡Hace 40 años este era yo!».
Y puede que ahí esté la clave: Zorn también tocó el saxo en el Kursaal con el cuarteto original de Masada (completado por Dave Douglas, Greg Cohen y Joey Baron) en el concierto que abrió el maratón, y aunque fue realmente bueno (este grupo siempre lo es), también se notó que el saxofonista está ya en otro lugar, y que si sigue tocando ocasionalmente con esta formación es por nostalgia o por petición popular. No me malinterpreten: el Zorn saxofonista sigue estando en excelente forma, tal y como atestiguan álbumes recientes como el fabuloso In A Convex Mirror o el cuarto volumen de su serie The Classic Guide To Strategy, pero su voracidad creativa le empuja hacia adelante sin remedio, y el cuarteto original de Masada ya tiene más de 25 años.
Estas Bagatelles representan al Zorn de hoy. Un músico que sigue componiendo incansablemente y, sobre todo, convocando músicos de talento y formando grupos con una visión magistral; siempre para dejarlos expresarse con libertad, aunque el punto de partida sea él mismo y su inabarcable universo musical. Un universo que, más de 40 años después, sigue en fructífera expansión.
Babelia
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