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El fabricante del arma del ‘caso Rust’ asegura que el gatillo tuvo que jalarse para disparar

La jueza Marlowe Sommer permite sumar al proceso dos testimonios del acusado que lo muestran distendido tras el incidente mientras la defensa del actor carga contra la investigación de la policía, a la que incluso acusa de ocultar pruebas

Alec Baldwin
Alec Baldwin y su esposa Hilaria durante un momento de la segunda jornada del juicio, celebrado en Santa Fe.RAMSAY DE GIVE / POOL (EFE)
Luis Pablo Beauregard

Fue un testimonio breve y al grano. Alessandro Pietta, fabricante de armas, viajó desde Italia para defender la réplica del revólver Colt que se encuentra en el centro de la polémica desde que una bala en su recámara mató a la fotógrafa Halyna Hutchins, el 21 de octubre de 2021. El italiano fue llamado por la Fiscalía en el segundo día del juicio contra Alec Baldwin por homicidio imprudente, para que la sala escuchara si el arma había sido sometida a un proceso de control de calidad. “Por supuesto”, aseguró Pietta con un gesto sobrado.

Pietta hablaba con orgullo de la pistola calibre .45 que manufacturó en 2017 para una feria de armas en Estados Unidos. Envió la réplica de un arma de finales del siglo XIX en una caja de madera y sin una pieza fundamental, el gatillo. Era una pieza de exposición. Años más tarde, un armero del Estado de Arizona llamado Seth Kenney la consideró valiosa y la compró. Kenney y su compañía se convertiría en 2021 en el proveedor de armas y municiones para Rust, el wéstern protagonizado por Baldwin. Al llegar al plató, un gatillo le fue añadida a la pistola para hacerla más real.

Desde el momento del accidente, Baldwin, de 66 años, quien podría pasar 18 meses en prisión si es declarado culpable por homicidio imprudente, sostiene que nunca apretó el gatillo y que solo se limitó a amartillarla (poner un arma en posición de disparo). La afirmación ha llevado a muchos a sospechar que el arma se disparó tras una falla en su mecanismo. La fiscal Erlinda Johnson se apresuró a referirse a ello:

-”¿Hay otra forma de que el arma se accione que no sea jalando el gatillo?”, preguntó.

-”No, esa es la única forma”, le pregunto Pietta.

El FBI hizo una docena de pruebas para ver si era posible que el revólver abriera fuego sin halar (tirar) del gatillo. En 11 intentos solo disparó de esta forma. El último examen fue más radical. Los técnicos lo golpearon con un mazo a ver si podía descargarse con el fuerte impacto. El resultado fue positivo, pero el golpe destruyó el revólver.

Alessandro Pietta examina durante el juicio el revólver tipo Colt que fabricó en 2017.
Alessandro Pietta examina durante el juicio el revólver tipo Colt que fabricó en 2017.RAMSAY DE GIVE / POOL (EFE)

Triunfos de la Fiscalía

La Fiscalía ha tenido un gran día. Kari Morrissey y Erlinda Johnson, las encargadas de la acusación, han logrado que la jueza, Mary Marlowe Sommer, permita en el proceso citar un par de comunicaciones que tuvo Baldwin tras el incidente. Se trata de una llamada telefónica con su esposa, Hilaria, y un dicho del acusado en el que admite saber que incluso las municiones de salva pueden causar la muerte.

La defensa de Baldwin intentó a toda costa evitar que estas dos declaraciones, apenas unos instantes en un mar de comunicaciones que el actor tuvo después del suceso, formaran parte del registro oficial del proceso criminal. Si esta prueba no se integra a la versión pública no puede ofrecerse al jurado. De hecho, los 16 integrantes del jurado, estaban fuera del tribunal mientras las partes debatían.

El material en cuestión es parte de una conversación personal de Baldwin con su esposa. El actor, después del accidente, ocurrido un jueves, intentaba convencer a su familia de que no cancelaran los planes para visitarlo en Nuevo México. Sus hijos y su esposa arribarían al día siguiente para estar juntos mientras él trabajaba en el rodaje del wéstern. “Lo vamos a pasar muy bien”, se le oyó decir a Baldwin, de acuerdo a los registros. Una de sus hijas incluso tenía un pequeño papel en la cinta independiente para ese sábado. El actor argumentaba que de cancelar, perderían el dinero de los billetes de avión.

“Una persona estaba herida y la otra había sido trasladada al hospital en un helicóptero. Mientras, el señor Baldwin estaba preocupado porque su esposa estaba pensando en cancelar el viaje. No estaba devastado, como quiere hacer ver la defensa”, argumentó la fiscal Morrissey. La jueza le dio la razón y aseguró que era un fragmento de interés. La defensa rechazó la idea al afirmar que el jurado podía malinterpretar la frase. “Solo estaba tratando de proteger a su familia”, aseguró una de las auxiliares de la defensa.

El otro fragmento permitido por la jueza es un comentario de Baldwin a la detective Alexandra Hancock, de la policía de Nuevo México. En el interrogatorio, el actor aseguraba que tenía experiencia en otras producciones con varios tipos de armas de fuego, pero que no era propietario de ninguna. Baldwin aseguró también que sabía que las balas de salva podían ser letales.

Un ayudante entrega una caja de evidencia a la perito Marissa Poppell.
Un ayudante entrega una caja de evidencia a la perito Marissa Poppell.ROSS D. FRANKLIN / POOL (EFE)

La defensa carga contra la investigación de la policía

La tragedia de Rust parecía predestinada a suceder. Los letrados de la defensa pintaron muy bien el caótico mundo que imperaba en el rodaje. Balas de verdad compartían el mismo espacio que salvas y las balas falsas, todas estas municiones casi idénticas a simple vista. Los abogados de Baldwin dedicaron la mañana a poner en duda el papel de la policía en las primeras horas de la investigación en el rancho Bonanza Creek.

El abogado Alex Spiro pasó a la ofensiva contra la testigo de la acusación, Marissa Poppell, una de las investigadoras de la Oficina del Sheriff de Santa Fe. Poppell se encargó de reunir las pruebas al interior de la iglesia donde fue herida de muerte la cineasta, de 42 años, y el director de la cinta, Joel Souza.

Spiro cargó contra el trabajo de Poppell y sus compañeros. Las autoridades hallaron balas reales en el plató. Una de ellas en una canana que utilizaría otro actor, Jensen Ackles. También en la bandolera de Baldwin. El abogado acusó a Poppell de no seguir las pistas que podían aclarar cómo llegaron balas reales a la filmación.

-”Dígale al jurado cuánto tardó la policía en pedir una orden de búsqueda en la bodega de Seth Kenney [el proveedor de armas y municiones de Rust]”, pidió Spiro.

-”Esta fue ejecutada el 30 de noviembre, un mes y una semana después del incidente”, respondió Poppell.

En dos horas de examen a la testigo, Spiro intentó dejar caer una sombra de sospecha sobre Kenney. Este, sin embargo, afirmó bajo juramento en el juicio de la armera Hannah Gutierrez-Reed que no entregó una sola bala de verdad a la producción. Poppell informó también de que ni ella ni sus compañeros hallaron en la bodega una sola bala real calibre .45 durante el cateo. El abogado de Baldwin especuló con la posibilidad de que Kenney destruyera pruebas porque la policía no se incautó de las imágenes de las cámaras de vigilancia en la bodega.

Spiro aún se atrevió a más. Aseguró que la policía intentó ocultar el que un “buen samaritano” se presentó en el Departamento para entregar una caja de balas calibre .45. El sujeto afirmó que era el mismo lote de donde salió el proyectil que mató a Hutchins. La afirmación provocó sorpresa en el juzgado hasta que Morrisey volvió a usar el micrófono.

La fiscal estableció entonces que el sujeto que llevó las supuestas balas era Troy Teske. “El señor es amigo del padre de Hannah Gutierrez-Reed y las balas son entregadas en marzo de 2024, después de la sentencia a la armera”, ha explicado. En aquel proceso se determinó que las balas reales que aparecieron en el set fueron llevadas por la inexperta armera y no salieron de la bodega de Kenney.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.
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