Érase una vez Bob Marley frente a la violencia en Jamaica
Un cómic reconstruye el concierto One Love Peace, celebrado en 1978 bajo un contexto de tensión en el país caribeño
El concierto One Love Peace, celebrado el 22 de abril de 1978 en el Estadio Nacional de Kingston, fue un acontecimiento histórico. En un mismo escenario el primer ministro jamaicano Michael Manley y el líder de la oposición Edward Seaga juntaron sus manos con las de Bob Marley para expresar su voluntad de concordia y diálogo. El gesto tenía enjundia: hasta ese momento los seguidores del Partido Nacional del Pueblo (PNP) en el Gobierno y el opositor Partido Laborista de Jamaica (JLP) estaban ferozmente enfrentados. En el contexto internacional de la Guerra Fría, con la Cuba de Fidel como vecino próximo, Manley era acusado de estar desarrollando su particular vía hacia el “socialismo democrático”. Por si fuera poco, en las calles también había una guerra abierta entre bandas rivales. Bucky Marshall y Claude Massop eran los líderes de ese conflicto que desgarraba a la población en una espiral de violencia que había hecho que Bob Marley se exiliase en Londres tras ser tiroteado en su casa dos años antes.
El cómic Érase una vez en Jamaica. Cómo los gangsters de Kingston consiguieron la paz con la ayuda de Bob Marley (FlowPress, 2024) cuenta cómo se organizó el evento, el proceso que se vivió hasta conseguir esa fotografía de unidad y la pericia del pandillero Claude Massop para seducir a la mayor cantidad de artistas de reggae para que participasen. Con guion del francés Loulou Dedola y dibujos del italiano Luca Ferrara, la historia se cuenta a un ritmo trepidante que de inicio despista al lector si no está familiarizado con la intrahistoria de uno de los conciertos totémicos del siglo XX. Un evento que congregó a más de 30.000 personas en un festival que comenzó a las cinco de la tarde y que terminó con la fotografía de los políticos y los gángsteres unidos en el escenario casi 12 horas después. En una de las primeras páginas, Dedola y Ferrara comienzan con la declaración de un policía que aclara bastante el contexto del momento en la isla caribeña: “La política y las bandas van de la mano”.
Claude Massop apoyaba al partido de Seaga y Bucky Marshall al partido gobernante de Manley. Cada uno gestionaba su propio territorio y la guerra entre ambas partes estaba cargada de testosterona, tráfico de marihuana y metralla a raudales. En medio de ese mogollón, la emergencia del reggae y la filosofía rasta que lideraba Bob Marley estaba en auge, la profusión de bandas y artistas en la isla era colosal y los ritmos derivados del ska y el rocksteady se estaban extendiendo más allá de Jamaica, especialmente en la metrópoli británica.
En 1978 Bob Marley ya era una celebridad de alcance internacional y su figura generaba enorme expectación. Seguidor del emperador etíope Hailè Selassiè, su música había roto fronteras y sus canciones eran himnos que apelaban a sentimientos de fraternidad. Representante de lo que ahora se llama el Sur Global, la energía magnética de Marley proyectaba una sombra mesiánica sobre sus seguidores. Dentro de la isla su regreso se consideró un gesto esperanzador porque precisamente Marley había abandonado la isla por temor a un nuevo atentado. En el primer intento pistoleros desconocidos, presuntamente vinculados al opositor JLP, le dispararon y le hirieron en el pecho y el brazo. En el concierto por la paz, además de Bob Marley con su banda The Wailers actuaron, entre otros, Althea y Donna, Jacob Miller, Dennis Brown, Big Youth, Beres Hammond, Culture, Junior Tucker, U-Roy, Ras Michael and the Sons of Negus o el inconmensurable Peter Tosh.
El gesto de Michael Manley, Edward Seaga, Bucky Marshall y Claude Massop en medio de una nube de marihuana y con Bob Marley de agente conciliador tuvo mucho simbolismo pero poco recorrido. El concierto quería celebrar el fin de las matanzas y la visita a Jamaica, exactamente 12 años antes, del líder etíope Haile Selassie, considerado una deidad por los rastas. Pero el buen rollo duró poco, la tregua se rompió pocas semanas después, la sangre volvió a inundar las calles de Kingston y el enfrentamiento político, lejos de atenuarse, se encrespó todavía más. En febrero de 1979 Claude Massop murió acribillado por disparos de la policía cuando caminaba cerca de su barrio, unas semanas después Bucky Marshall fue asesinado en una discoteca de Nueva York, donde se había refugiado de la violencia de su país. Las bandas regeneraron sus liderazgos y a su vez Bob Marley renegaría de ambos políticos y se encerraría todavía más en su espiritualidad rastafari. El cantante falleció en 1981 con 36 años, víctima de un cáncer del que no quiso tratarse.
A pesar de su muerte temprana, Marley es uno de los músicos más imperecederos de todos los tiempos y su vida sigue siendo materia de interés. En febrero pasado se estrenó en cines Bob Marley: One Love, una película biográfica dirigida por Reinaldo Marcus Green y protagonizada por el actor Kingsley Ben-Ad. Además su música se mantiene en excelente forma, en marzo de 2024 la cifra de discos vendidos era de 145 millones según el portal especializado en la industria musical ChartMaters. El cómic de Loulou Dedola y Luca Ferrara, que incluye una estupenda lista de canciones y enlaces a vídeos para acompañar la lectura, nos permite conocer algo más de un artista cuyo mensaje pacifista y referencialidad liberadora no termina de caducar por mucho que los gobiernos del mundo se empeñen en abrazar la causa de la guerra y las injusticias sociales.
Bob Marley todavía suena con fuerza en la cabeza de los aficionados a un género, el reggea, que tiene sucursales en todos los países del globo. Aunque aquella fotografía envejeció mal y pronto, al menos, el 22 de abril de 1978 en el Estadio Nacional de Kingston, los allí reunidos creyeron en el poder pacificador de la música, el amor y la hierba.
Babelia
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