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Alicia Borrachero: “Ahora soy mejor actriz: he perdido arrojo, pero he ganado sutileza”

La actriz, de 56 años, estrena ‘Un delicado equilibrio’, de Edward Albee, obra que ha coproducido y cotraducido con su marido, el actor Ben Temple. “El amor al teatro me sostiene en las travesías del desierto”, confiesa

Alicia Borrachero, fotografiada el 19 de marzo en Madrid.
Alicia Borrachero, fotografiada el 19 de marzo en Madrid.Bernardo Pérez
Luz Sánchez-Mellado

Sucede con Alicia Borrachero algo que ocurre con las actrices a las que se ha visto madurar en pantalla más o menos a la vez que una misma fuera de ella. Pareciera que la conoces de toda la vida, aunque sea la primera vez que las ves en persona, y te invade una sensación de familiaridad que no tiene por qué ser correspondida por la otra parte y que puede, bien contribuir a una complicidad inmediata, o bien cargársela para siempre. Con Borrachero (Madrid, 56 años), sucede lo primero. Llego al lugar de la cita, un restaurante madrileño de moda, pared con pared con el teatro Fernando Fernán Gómez, donde estrenará Un delicado equilibrio, y me la encuentro charlando con Manuela Velasco, coprotagonista de la obra, que ya se está yendo y me la deja en suerte. Al quedarnos solas, Borrachero —la redactora Ana Ruiz en la teleserie Periodistas y la doctora Cruz Gándara en Hospital Centrales, o parece, tal como una se la imagina. O no tanto.

Igual se me escapa llamarla Ana o Cruz, espero que me perdone.

Qué bonito eso que dices. En la tele de entonces, que no en la de ahora, nos metíamos en las casas a la hora de la cena y éramos parte de la vida cotidiana. Había compañeros que venían del cine o del teatro, y nos miraban a los de la tele como algo menor. Pero yo tenía otra sensación. Mientras ellos despertaban en el espectador una admiración desde la lejanía, a mí me veían como su hermana. De hecho, me he reído muchas veces con compañeras actrices, cuando fantaseamos con que nos iban a llamar para hacer publicidad. Yo tengo claro que no me van a llamar, pero si me llamaran, sería para anunciar algo muy casero, tipo caldos, porque la tele me ha hecho muy popular en ese sentido.

Algo habrá hecho usted para eso.

Sí, también hay algo en mí, en cómo entiendo mi trabajo. Yo me hice actriz, sin saberlo, porque tenía necesidad de comunicar y de recibir el impacto de esa comunicación. No solo por el aplauso, que también, sino por la comunicación en sí misma. Y con los años me he dado cuenta de que mis mejores trabajos han sido aquellos en los que aparecía algo muy mío, aunque fuera transformado en personaje.

O sea que, en Periodistas sacó a la reportera que lleva dentro.

Ese ejemplo es bueno porque ese personaje fue de los primeros y lo hice con menos conciencia de nada, por puro instinto. Entonces, sin comerlo ni beberlo, aquella Ana Ruiz, tan ambiciosa, tan contestona, tan reivindicativa, tenía esa parte mía de querer comerme el mundo, de decir lo que pensaba y de no dejarme pisar por nadie por ser mujer. Todo eso me resonó y me lancé sin red. Ahora tengo otra edad y hago otras cosas.

¿Qué ha ganado y perdido en este viaje tan largo?

He perdido arrojo, confianza, seguridad. Cada vez soy más insegura. Yo antes llegaba a un teatro y me lanzaba en plancha; ahora todo me da más miedo que cuando empezaba. Pero también he vivido, tengo experiencia y he ganado sutileza, calma y herramientas. Pero me gustaría recuperar ese arrojo.

¿Eso cómo se hace?

Primero estoy en fase de reconocerlo, porque no me había dado cuenta hasta ahora, en vísperas del estreno de esta obra. Llegué al teatro y me di cuenta de que estaba asustada y me sorprendí a mí misma. Me pregunté: “¿No es esto lo que te gusta? ¿Qué te pasa?”. Se me había olvidado que esto es lo mío y que, aparte de la responsabilidad, lo puedo disfrutar.

Igual es porque ahora tiene más que perder.

Tengo más que perder porque tengo más construido. Es la primera vez que me meto a contribuir a la producción: hemos estado seis meses mi marido, Ben Temple, y yo traduciendo el texto. Teníamos ganas de invertir en teatro. Seguro que no soy la primera actriz que te lo dice: el lugar del actor es el teatro. Según va evolucionando la industria, estamos tan a merced de las modas, de las relaciones, de la suerte, que yo cada vez necesito hacer más teatro para estar viva como actriz. Ojalá no deje de trabajar y, gracias a Dios, aún sigo trabajando en cine y televisión, pero mi amor está en el escenario.

¿Ha pasado alguna travesía del desierto?

Sí, y las mías, porque no ha sido una sola, no han sido muy largas, pero han sido terribles, porque me encontraba, no sé ni cómo decirlo, como si me hubieran quitado la identidad. Es una sensación de mucha soledad, de miedo, de incertidumbre, por supuesto, pero es algo más íntimo. Hay un dolor, algo horrible. Nadie te puede comprender.

Su marido sí: es actor.

Sí, pero incluso con él hay una especie de pudor de hablar de esas cosas. Nosotros somos más que una pareja. Somos un equipo. A veces es como si fuéramos la misma persona. Yo le ayudo en sus proyectos, él a mí con los míos. Unas cosas nos han salido bien; otras, no. Él es más paciente y tiene más confianza en sí mismo que yo, y eso que él, en sus épocas de desierto, lo tiene más difícil porque es un actor americano en España. Y, aun así, se ha hecho su hueco. Hizo Upon Entry, la película revelación del año. Lo conocí cuando yo tenía 19 años y él 18. Fui a Estados Unidos a estudiar arte dramático, pero en realidad fui a encontrar el amor de mi vida. Por eso creo que no controlamos lo que nos pasa en la vida, tanto lo bueno como lo que nos ocurre a nuestro pesar.

Alicia Borrachero, fotografiada en el centro Fernando Fernán Gómez, de Madrid, donde el 4 de abril estrena la obra 'Un delicado equilibrio'.
Alicia Borrachero, fotografiada en el centro Fernando Fernán Gómez, de Madrid, donde el 4 de abril estrena la obra 'Un delicado equilibrio'.Bernardo Pérez

¿Cómo se pasa de interpretar a una señora de clase alta, a Reme, la tata de los Bosé, y viceversa?

Bromeo con las compañeras con que he hecho de todas las clases sociales. He tenido mi época de profesionales: periodista, médicos. Luego tuve mi época de reinas: la de Narnia, Isabel la Católica en una serie inglesa, la reina de Granada en la tele. Luego empecé la época de Las criadas, en teatro. Esa es una de las cosas más bonitas de nuestro trabajo. A nivel íntimo, una va conociéndose cada vez más a través de sus personajes. En el caso de la tata de Bosé, meterme en la piel de alguien con una mentalidad y un entorno tan distinto, pero con una sabiduría y un amor innato, fue una experiencia brutal. Lo hice todo a través de la comprensión de ese amor, de esa devoción de esa mujer por esa familia.

Habla mucho de sus compañeras actrices. En su generación son muchas y muy buenas. ¿Se pican entre ustedes?

Cuando realmente tienes confianza y afecto sincero, es importante ser sincero con todo lo que puede ser útil y constructivo, como un ejercicio de cariño y admiración. Nos han pasado muchas cosas. Mira, hay una frase que se dice en Un delicado equilibrio y que me encanta: “El tiempo sucede, le sucede a la gente”. Pues eso, a cada una nos ha sucedido lo nuestro.

El tiempo también pasa por el rostro. Amparo Larrañaga me dijo que había plantado a un cirujano plástico en el quirófano. Usted, ¿cómo lo lleva?

Recuerdo cuando a René Zellweger, una actriz estupenda, se la criticó salvajemente por aparecer transformada, y una articulista americana escribió: “Vosotros, alimañas, que la criticáis, si apareciera en la alfombra roja con arrugas y tripita, la criticaríais aún más”. Es exactamente lo que yo pienso. Todo tiene que ver con una locura que no es nuestra, sino de la sociedad, y que, desde los medios, casi se espera. Si lo haces, te critican, y si no, también. Yo respeto a todo el mundo. Si una actriz, o actor, pasa por un quirófano no la voy a criticar, yo no lo haría, pero igual porque yo nunca he vivido de mi físico, porque nunca lo he tenido. A unos les pareceré más mona, a otros menos, pero soy una señora normal. Me lo dicen por la calle: es usted más joven de lo que parece. ¿Me está usted valorando por joven, o por vieja, por guapa o por fea? Mire, no, yo soy actriz.

¿Se siente recompensada en su profesión?

Hay una parte que sí, y otra que no. Hay una parte en esta vida que es un misterio, también en la profesión. Cuando a veces una se pregunta: por qué Fulanito hace estas cosas que podría hacer yo también. Yo, por ejemplo, me fui a Estados Unidos y soy bilingüe. He hecho cosas allí, he tenido proyectos gordísimos que se cayeron por cuestiones ajenas a mí. Ha habido siempre algo con Estados Unidos que no acababa de cuajar y muchas veces me pregunto por qué. Es un misterio. Antes me dolía, me frustraba, pero estoy empezando a entender que mi vida va por otro camino. O no. A lo mejor todavía puede pasar algo. Pero ahora ya no tengo espinas. Lo que sí tengo es cada vez más amor por mi trabajo. Cuando empecé tenía más ambición, ahora tengo más amor.

¿No es eso la vocación?

Exacto, no hay otra palabra. Cuando he estado en el desierto me he dado cuenta de que la única manera para mí es continuar atravesándolo, no dar marcha atrás, que es una opción legítima, pero yo no puedo. Cuando comprendí que en el fondo yo esto lo hago por amor a lo que hago empecé a sostenerme mejor como actriz en las épocas duras. Hay algo de mí que necesita esto. Lo que te decía de la identidad. No es solo la cuestión económica, el reconocimiento, el ego, que también está, claro. Es amor, vocación. Por eso, cuando alguien me pregunta sobre si lanzarse o no a esto, solo le digo: ¿hay algo que te guste, que te haga feliz y que no sea esto? Hazlo. Si no, esto es lo tuyo, sin remedio.

POR AMOR AL OFICIO

A los 18 años, Alicia Borrachero se fue a Estados Unidos a estudiar Arte Dramático y, desde entonces, no ha dejado de trabajar en un oficio que, dice, es su vida. Saltó a la popularidad masiva con sus papeles en algunas de las series más vistas de la televisión, como Periodistas y Hospital Central, aunque su refugio, siempre, ha sido el teatro. En Un delicado equilibrio, la función de Edward Albee que estrena ahora en Madrid, interpreta a Agnes, una señora de clase alta americana con una tragedia a la espalda cuyo mundo, que se ha matado por sostener en pie, se desmorona. Borrachero, más joven que su personaje, considera que las mujeres españolas de mediana edad como ella, las boomers, son la primera generación que, aparte de haberse incorporado en masa al mundo del trabajo y de haber sostenido sus casas, sus familias y sus proyectos, han tomado conciencia, también, de su derecho a disfrutar de la vida en todas las etapas. En ello está.

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Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.
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