Las meninas de Manolo Valdés vuelven a reinar en Madrid
Tras 10 años ausente de la capital, el artista regresa con una exposición de “caprichos”, con obras que recrean las odaliscas de Matisse, los móviles de Calder y la icónica Mariana de Austria de Velázquez
En esta etapa de su trayectoria, la de la tranquilidad, Manolo Valdés (Valencia, 82 años) ya no recurre a los filtros. Ni en su trabajo ni tampoco en sus opiniones. El celebrado pintor y escultor, que suma medio siglo de carrera —primero como una de las voces del pop político coral de Equipo Crónica y, desde 1981, en solitario—, reconoce que “a medida que te haces mayor, tienes menos prejuicios”. Conocido especialmente por sus múltiples recreaciones de obras de algunos de los grandes maestros de la historia del arte, de Velázquez a Rembrandt, de Monet a Matisse, Valdés acaba de inaugurar en Madrid, ciudad a la que regresa después de 10 años de ausencia, una exposición con trabajos recientes reunidos bajo el título de Allegro.
Las dos plantas de la Opera Gallery —espacio que cuenta con 16 sedes en todo el mundo— se han llenado de esculturas y pinturas, más de 40, que regresan a las odaliscas de Matisse, las meninas velazqueñas o las esculturas cinéticas de Alexander Calder. Se trata, como abunda el artista, de una colección de “caprichos”, un recorrido con piezas que “a lo mejor, en otro momento”, no habría incluido, “sino que habría hecho una estrategia”. Del mismo modo, tampoco se lo piensa dos veces a la hora de denunciar lo que considera injusto o reprobable: desde la exclusión de Opera Gallery de Arco hasta la “decadencia” del IVAM, el que fuera buque insignia del arte contemporáneo en su ciudad natal.
Llegado la noche anterior de Nueva York, donde reside habitualmente, Valdés recibe a EL PAÍS en la segunda planta de la espaciosa galería, que abrió sus puertas en la capital el pasado año. Se muestra distendido y vivaz. Relajado. Detalla que, para esta muestra (abierta hasta el 13 de abril), una de las imágenes a las que ha querido recurrir es la de la reina Mariana de Austria, pintada en diferentes ocasiones por Velázquez, cuya reconocible silueta se define por el voluminoso corte de pelo y la falda acampanada. Con sus revisiones de esa figura en esculturas hechas a base de materiales como la resina y el acero, Valdés propone repensar un “icono” que algo deberá de tener para haber pervivido a lo largo de cientos de años. “Además, que no solo se ha hablado de estos iconos desde la historia del arte, sino también desde disciplinas más abstractas como la música”, reflexiona.
Zygmunt Bauman, el pensador de la modernidad líquida, tomó el arte de Valdés —que muchas veces compone sus obras a modo de collages, confeccionadas con pedazos y retales— como ejemplo de esa corriente contemporánea que acusa la pérdida de la solidez con la que aprehendían el porvenir nuestros antepasados: “[Sus obras] ¿Van o vienen? ¿Suben o bajan?”, se pregunta Bauman en Arte, ¿líquido?. “No hay ninguna diferencia entre creación y destrucción”. Para Valdés, la pulsión por retomar una y otra vez temas de la historia del arte a través de la reinterpretación de los volúmenes, las formas y los materiales plantea, ante todo, una forma de “curiosidad”. Una manera de estar en el mundo: “Te haces muchas preguntas y tratas de responderlas”.
La historia del arte, su devenir, podría considerarse el objeto mismo de la práctica de Valdés. Él, que la ha repasado metódicamente para tratar de desentrañar algunos de los secretos del culto inmemorial que los humanos profesamos a las imágenes, ¿qué opina de las actuales revisiones que se están llevando a cabo en esta disciplina, desde la recuperación de las figuras de mujeres artistas ignoradas por el canon a la promesa de descolonizar los museos? Mientras que la inclusión de las mujeres le parece “estupenda”, no siente lo mismo con respecto a las recientes declaraciones del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, que anunció a finales de enero una “revisión” de las colecciones nacionales con el propósito de “superar el marco colonial”: “Me parece muy simple lo que ha dicho el ministro”, sentencia Valdés. “Estamos en la Cultura con mayúscula, un poco de seriedad”.
“No creo que hoy el Ministerio de Cultura esté capitaneando el rigor, ni ahora ni en tiempos pasados cercanos. Está muy instrumentalizado”, prosigue el artista. “Yo vengo de otra época, de la época en que luchamos por la libertad y había un objetivo, que era normalizar nuestra situación, y distintas maneras de pensar; estábamos trabajando en esa dirección. Ahora que ha pasado el tiempo siento que se perdió parte de la libertad por la que luché, porque he de pensar con cada medio con el que hago una entrevista, con cada persona con la que me encuentro, lo que tengo que decir”, dice.
Valenciano como es, Valdés tampoco se muestra indiferente ante la reciente noticia de la dimisión de la ya exdirectora del IVAM Nuria Enguita, que renunció a su puesto tras recibir una denuncia de la Generalitat por una donación que realizó: “Ese museo fue icónico, y hoy es una basura”, sentencia el artista, testigo del nacimiento de esa institución. “No existe, ¿y quién tiene la culpa? Yo lo sé: los sectarios. ¿Es que no hay gente que tenga el conocimiento y la neutralidad para llevar las instituciones? Cuando ponen a un director de museo, es muy penoso que la gente que tenemos experiencia ya sepamos lo que va a decir. No estamos en esas. Entiendo que [Enguita] se ha marchado por lo que sea, también entiendo la incomodidad que debe tener con un conseller de Cultura que es mediocre, por no decir otra cosa. Pero creo que se ha marchado porque ha fracasado. E igual ocurre en el Reina Sofía: no puede haber nadie tan sectario como lo que hemos tenido”, afirma Valdés, para concluir con una reflexión: “¿Qué pasa con el diálogo? ¿Qué pasa con todas esas instituciones tan inestables que se han ido para abajo?”.
Babelia
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