El tejido de una revolución: cómo el arte textil inundó Arco
Arraigado a la tradición y desdeñado por su vinculación con lo femenino, las piezas realizadas con fibras cobran impulso en los grandes museos y en ferias comerciales
Los lienzos cuelgan de las paredes, los tapices cubren el suelo y las mantas abrigan el sofá. Ese orden establecido de las cosas textiles ha quedado subvertido en esta edición de Arco, donde entre las muchas pinturas y bastantes menos esculturas, instalaciones y piezas de otras disciplinas exhibidas en las 205 galerías participantes despuntan un sinfín de propuestas realizadas con fibras: obras que han arrebatado el espacio habitual de los cuadros y que dan muestra de la vitalidad de esta forma de creatividad, arraigada en la tradición ancestral y vinculada a la mano de obra femenina.
Algunas de las propuestas más bellas y delicadas de obras textiles de la feria pueden verse en el estand de la galería brasileña Portas Vilaseca: una serie de piezas colgantes y tapices en tonos amarillos y rojos creados por Antonio Pichillá Quiacaín, que remiten a la transmisión intergeneracional de este saber. “Siempre ha estado en mí, desde pequeño, ver a mi madre diseñando con los hilos. Un pedazo de hilo que le sobra nunca lo tira: ahí hay conocimiento, hay diseño, hay matemática, hay ciencia… pero el textil se ha visto siempre como un trabajo manual”, afirma el artista guatemalteco. “Normalmente, el textil se usa como un adorno, pero ¿por qué no lo colocas en la pared como una pintura? Eso es lo que a mí me interesa: resignificar el arte textil”.
La presencia de tejidos en los expositores de la feria es abundantísima —en Marlborough se exhibe una obra de gran formato en lana de alpaca del colectivo brasileño Assume Vivid Astro Focus; en Meyer Riegger hay una colcha de Ulla von Brandenburg, artista alemana actualmente en cartel en el Palacio de Velázquez de Madrid, y se podrían mencionar muchos más ejemplos—, pero los galeristas evitan hablar de tendencia. Prefieren expresiones como “interés ampliado” por un medio que, específicamente en la región latinoamericana, mira a las tradiciones de las culturas precolombinas que muchos artistas buscan valorar.
La galería argentina Herlitzka & Co, dedicada al arte latinoamericano, ha llevado a la feria varias mantas de la primera mitad del siglo XX, creadas por tejedoras anónimas, que se despliegan en su estand junto a creaciones actuales, como las cosmogonías andinas de la argentina Candelaria Traverso y las telas entretejidas con pelo humano del boliviano Andrés Bedoya. “También tenemos textiles de la zona de Ayacucho, en Perú”, comenta Mauro Herlitzka, el director del espacio. “Lo textil en Latinoamérica es parte del arte primigenio, originario, como también lo son la cerámica y algo de la metalurgia. Hay una tradición que se continúa en nuestros días y que ahora tiene mayor visibilidad”.
Desde hace unos años, el arte textil —asociado, como decía Pichillá Quiacaín con lo decorativo, pero también con la ropa— se ha ido haciendo fuerte en los grandes museos internacionales. Lo demuestran exposiciones como la que el Pompidou de París dedicó en 2018 a las monumentales esculturas textiles de la artista polaca Magdalena Abakanowicz y la que el Macba de Barcelona montó en 2022 en torno a la obra de la española Teresa Lanceta, incansable investigadora del tejido, galardonada con el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2023. El Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (Lacma) cerró a principios de este año una colectiva sobre la abstracción textil, realizada por mujeres, que viajará también al MoMA de Nueva York, y el Barbican de Londres alberga estos días una propuesta en torno a las nociones de poder y política de los textiles en el arte.
De esta última exposición enseña el catálogo el director de la galería berlinesa Nome, Luca Barbeni, que ha llevado a Arco varios trabajos del filipino Cian Dayrit, artista expuesto en el Barbican, que produce textiles cargados de humor e ironía, abordando temas como la guerra filipino-estadounidense de principios del siglo XX y la militarización de su país; así como de la mexicana Priscilla Dobler Dzul, cuyos coloridos tapices hurgan en la llaga de la colonización de América. “No elijo a los artistas por el medio en que trabajan, sino por cómo encajan en la línea de la galería, dedicada al arte investigativo y político”, apunta Barbeni, aportando una de las claves de la nueva hornada de artistas textiles: el uso de este medio percibido como blando e inocuo como arma de subversión y crítica.
Muchos de los creadores que trabajan con el tejido son jóvenes, pero no son los primeros. Entre los emblemas contemporáneos sobresale el nombre de Anni Albers, alumna del taller de textil de la Bauhaus que, en 1949, protagonizó una exposición individual en el MoMA. Después siguieron artistas como Louise Bourgeois, conocida por sus grandes esculturas de bronce en forma de araña, que también experimentó con lo textil. En la actualidad, destacan figuras como la portuguesa Joana Vasconcelos, el brasileño Ernesto Neto y la chilena Cecilia Vicuña. En Arco pueden verse algunas obras de la pionera española Aurèlia Muñoz (Barcelona, 1926-2011), de la que José de la Mano exhibe piezas elaboradas con yute y cuerdas, y quien, según explica la galería en un texto promocional, se convirtió en “una de las figuras más importantes del renacimiento del arte textil de los años sesenta y setenta, desarrollando un lenguaje estético a partir del anudado de macramé, que desdibuja los límites entre arte, arquitectura y artesanía”.
El tejido no solo ha quedado habitualmente rebajado a una categoría inferior en la plástica por su cualidad artesanal, sino también por su vinculación con el trabajo demasiado a menudo minusvalorado de las mujeres. En torno a la reivindicación de lo femenino giran las obras de Victoria Gil, activa desde los ochenta y presente en el estand de Arco de la madrileña Formato Cómodo. Igual que las telas bordadas que salen de una antigua máquina de coser en la instalación de la brasileña Beth Moysés, en la galería Fernando Pradilla, que “recurre a sus recuerdos en introspecciones para tratar la alienación de un espacio doméstico históricamente adjudicado a la mujer: las labores de costura, pero que en su obra se convierte en una metáfora de denuncia y reivindicación”.
Hay más temáticas relacionadas con este bum de la fibra. La ecología y la espiritualidad son dos de las preocupaciones que emanan de la obra de la sudafricana Bianca Bondi, expuesta en Mor Charpentier, que juega con la búsqueda de la tridimensionalidad, añadiendo flores y ramas a un tapiz cuya elaboración, según su texto, que acompaña a la pieza en el estand, se presenta como un “acto de reparación”. “Lo que me interesó aquí, más allá de las cualidades estéticas de estas flores”, abunda el escrito, “es su asociación como plantas de comunicación espiritual”. En el mismo expositor de la galería francesa, una tela de la libanesa Marwa Arsanios alude a la intención de “preservar el conocimiento ancestral de la comunidad indígena”, así como a la idea de la “relación subterránea entre semillas y bacterias”, que aparecen bordadas en la obra junto a un mensaje escrito en árabe que significa “lo que te pertenece”.
En el sentido material, las numerosas piezas que pueden verse en Arco abarcan desde lo puramente textil a objetos híbridos, elaborados con diversos materiales. En esta última categoría encaja la obra de la artista de Bahamas April Bey, presente en el estand de la galería francesa 193 Gallery, cuyas obras mixtas reflexionan sobre la colonización y la negritud. “Hay muchos artistas jóvenes que están retomando la tarea de las generaciones pasadas”, resume Diego Feldman, responsable de marketing y ferias de la galería, que avisa de que, si esta tendencia resulta claramente perceptible en Arco, “lo vas a ver incluso en mayor cantidad en una feria pequeña”. “¿Por qué? Porque son artistas por lo general muy jóvenes. Hay mucha tendencia a trabajar con la tapicería y el bordado, a rescatar la tradición. Pero siempre con una reinterpretación contemporánea”.
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