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Cosecha de los ochenta: las artistas que transforman la escena

Una nueva generación de mujeres en torno a los 40 años marca el pulso del arte español. A las puertas de Arco, varias de ellas reflexionan sobre sus trayectorias, celebradas con muestras institucionales

Feria ARCO
Teresa Solar Abboud, Patricia Esquivias y Asunción Molinos Gordo, retratadas en el espacio ARGO de la plaza de Santa Ana de Madrid, el 27 de febrero.INMA FLORES
Silvia Hernando

Podríamos hablar de generación, pero seguramente resulte más apropiado presentarlas como un grupo de compañeras. Artistas, todas ellas nacidas en la década de los ochenta (o en sus márgenes), que coinciden en surfear su media carrera en la cresta de la ola: como protagonistas de grandes exposiciones en instituciones públicas, aupadas por el reconocimiento de la crítica, con una prometedora proyección internacional y un hueco más o menos holgado en el tantas veces incómodo e imprevisible mercado. Nos referimos a June Crespo (Pamplona, 1982), Teresa Solar Abboud (Madrid, 1985), Leonor Serrano Rivas (Málaga, 1986), Claudia Pagès (Barcelona, 1990), Eva Fàbregas (Barcelona, 1988), Julia Spínola (Madrid, 1979), Asunción Molinos Gordo (Aranda de Duero, 1979) y Patricia Esquivias (Caracas, 1979). Vaya por delante aquello de que son todas las que están, etcétera. Y otro apunte antes de proceder: si bien todos los nombres son femeninos, no es eso de lo que trata este reportaje. Simple y llanamente, se da la feliz circunstancia de que la vanguardia artística nacional está capitaneada en buena medida por mujeres.

Las ocho creadoras (de las que dos, Crespo y Serrano Rivas, no pudieron participar en los retratos que ilustran este texto) representan, sea como fuere, la diversidad inabarcable que define la creación actual —­la de aquí y la de todas partes—, que, en última instancia, bien podría considerarse su principal punto de unión. Eso, y una calidad indiscutida que se traduce en una creciente visibilidad. Resulta posible, no obstante, detectar ciertas corrientes subterráneas que conectan sus trayectorias. June Crespo y Teresa Solar Abboud, las dos españolas que participaron en la exposición principal de la última Bienal de Venecia, la de 2022, producen piezas monumentales caracterizadas por una vocación de hibridez —en los materiales, las formas, los temas— que se tocan en muchos aspectos con las figuras blandas y dúctiles, de inspiración orgánica, de Eva Fàbregas, así como con las obras de gestualidad esencial de Julia Spínola. Hay también coincidencias en una aproximación al arte desde la investigación y el proceso, entendido como resultado en sí mismo, y en temáticas como la revisión de un pasado presente que comparten, por ejemplo, Patricia Esquivias y Asunción Molinos Gordo. Asoman, por último, concomitancias que tienen que ver con las circunstancias vitales: Teresa Solar Abboud ostenta raíces egipcias y esa identidad transpira en su obra, mientras que Asunción Molinos Gordo ha volcado muchas veces su mirada en el país norteafricano, donde tuvo su segunda residencia hasta antes de la pandemia.

Frente a la rivalidad y la competencia, todas estas artistas se declaran amigas y referentes mutuos

“Creo que sí podría considerarme parte de una generación aglutinada en torno a referentes artísticos y sobre todo literarios, que tienen que ver con la ciencia ficción americana de los años sesenta, como Philip K. Dick y Kurt Vonnegut, más que aglutinada en torno a prácticas específicas”, responde Solar Abboud a la posibilidad de invocar la idea de un grupo cohesionado, ya sea con estas u otros artistas. No todas las entrevistadas mantienen el mismo punto de vista: “En otros momentos de la historia del arte la idea de lo generacional sí que era muy vinculante porque no había tantísima movilidad”, opina Molinos Gordo, que, como varias otras compañeras, reparte su tiempo entre España y el extranjero. “Pero ahora yo creo que todas tenemos experiencias de vida muy distintas por haber vivido en geografías muy diversas”. De lo global a lo local, June Crespo aporta el matiz inverso: “Aunque con muchas de las artistas que mencionas [las que aparecen en este reportaje] tengo intercambio y coincidimos en exposiciones, con quien me he formado y a quien tengo más cerca son artistas del País Vasco, compañeras como Lorea Alfaro, Elena Aitzkoa, Claudia Rebeca Lorenzo… Aunque tenemos pequeñas diferencias de edad, creo que [nuestra afinidad] es más una cuestión de contexto que de generación”.

Afincada en Bilbao, Crespo inauguró el viernes una ambiciosa exposición en el Guggenheim. Para ella la celebración es doble porque no solo triunfa en un museo de alcance mundial, sino que además lo hace desde su propia casa. “Estoy muy contenta de que los artistas locales podamos trabajar aquí”, aplaude, “y noto mucho apoyo del equipo, la gente está ilusionada”. Centros de arte contemporáneo como el CA2M de Móstoles hace tiempo que también promueven a artistas tanto madrileñas como nacionales: sin ir más lejos, las dos muestras abiertas actualmente están dedicadas a Asunción Molinos Gordo y Teresa Solar Abboud, y, por si fuera poca la serendipia, en la entrada del edificio recibe al visitante una enorme escultura de Eva Fàbregas. Antes que ellas, ya ocuparon esas salas con muestras individuales June Crespo (en 2023); Julia Spínola (2018) y Patricia Esquivias (2015); y Claudia Pagès realizó una performance en 2023. “Efectivamente, creo que el Centro de Arte Dos de Mayo está siendo clave a la hora de localizar y centrar esta generación de grandes artistas”, concede Solar Abboud. “Y pienso que la labor de los museos en todo el territorio nacional necesita seguir centrándose en esta generación para dar plataformas a las medias carreras y hacer que florezcan”.

Espacios como el Artium de Vitoria también vierten esfuerzos en esa dirección: por allí han pasado recientemente Julia Spínola (en 2023), Patricia Esquivias (2021) y June Crespo (2020). Eva Fàbregas protagonizó una de las apuestas de 2023 en el Centro Botín de Santander; el Macba de Barcelona celebró a Claudia Pagès en 2022; Leonor Serrano Rivas exhibió en el Reina Sofía de Madrid en 2022 y Patricia Esquivias hizo lo propio en 2009. Ante tanta exposición, en todas las acepciones de la palabra, la pregunta sería: ¿qué aporta la plataforma de las instituciones al trabajo de un artista? Responde Leonor Serrano Rivas: además de proporcionar una presumible dosis de atención, un museo “te permite trabajar de manera más ambiciosa, mostrar un relato más amplio de tu trabajo”. Es una cuestión de recursos, escala y envergadura. También, como apunta Eva Fàbregas, de “confianza” ganada: “Nunca lo he pensado en términos comerciales, sino que siempre que se me ha dado una exposición en un museo me he fijado en el proceso que hay, con el comisario, con el equipo, con la dirección…, que es un acompañamiento del proyecto, y un aprendizaje también”.

De izquierda a derecha, las artistas Claudia Pagès, Eva Fàbregas y Julia Spínola, en Barcelona el 23 de febrero.
De izquierda a derecha, las artistas Claudia Pagès, Eva Fàbregas y Julia Spínola, en Barcelona el 23 de febrero. Albert Garcia

Hasta llegar a las alturas de las grandes instituciones, todas estas artistas han recorrido —y siguen recorriendo— el camino de las galerías y los espacios independientes, salpicado de citas de relumbrón como la Bienal de Venecia y Manifesta, en cuya próxima edición participará Claudia Pagès, así como ferias comerciales como Arco, para la que casi todas llevan obra. “Veo que hay menos precariedad, menos hacer cosas pequeñas cada tres meses, sino que ahora las exposiciones se prolongan más y tienes más tiempo para pensarlas bien”, evalúa Pagès. “Me veo en un sistema que se ha abierto, hay una cierta sistematización de algo que me permite que unas cosas continúen con otras, y a la vez trabajo desde un lugar —¿cómo decir?— más ligero. Me lo paso mejor trabajando”, agrega Spínola. Ya no sufren las incertidumbres de los comienzos, pero siguen remando con fuerza. “Cualquier oportunidad que me han dado la he estirado, le he sacado todo el jugo, y eso es lo que me ha permitido seguir trabajando”, recalca Serrano Rivas. “En exposiciones que podrían considerarse menores he volcado toda mi energía, he sido todo lo ambiciosa que podía ser: así es como te llaman para la siguiente. Cualquier contexto de trabajo es bueno, no tienes que esperar a que llegue el Reina Sofía”.

Las obras de Serrano Rivas, Molinos Gordo y Pagès ofrecen un muestrario de versatilidad: de la performance a la instalación, del dibujo al audiovisual, apenas hay formato que escape de sus radares. Otras de estas creadoras, por el contrario, trabajan más enfocadas (aunque no limitadas) en disciplinas concretas: la escultura, tantas veces dada por extinta, demuestra su palpable vitalidad de la mano de Solar Abboud, Crespo, Spínola y Fàbregas. Esquivias, que destaca por sus vídeos cargados de un humor subversivo, subraya que, si hay algo que la emparenta con las otras siete creadoras, es una afectuosa proximidad personal: “Las conozco a todas”, explica, “y alguna es amiga muy cercana”. Esa cordialidad y reconocimiento mutuo marcan, de hecho, la principal conexión que todas ellas subrayan. Frente a la idea de rivalidad o competencia, camaradería. “Yo no lo llamo generación”, zanja Fàbregas. “Lo llamo, quizás, mis amigas, mis compañeras, la gente con la que me gustaría ir a tomar un café”.

Sin ser novatas ni veteranas, reivindican la madurez que les corresponde por edad y logros profesionales

Con edades en torno a los 40 años, estas creadoras sobrevuelan ese espacio de transición entre el artista emergente y el definitivamente ingresado en el canon. “España tiene un sistema de becas y ayudas fabuloso, pero dura hasta determinada edad”, ilustra Serrano Rivas. “Yo empecé a trabajar en 2012 y he recibido casi todas las becas, pero cuando todo este sistema se para, se hace muy difícil continuar: necesitas financiación privada para desarrollar los proyectos, y hay formatos, como la performance, que casi no tienen cabida en el mundo comercial”. Con todo, la popularidad que aportan los museos contribuye a que puedan mantenerse a flote en una profesión “complicada”, en la que la inestabilidad siempre acecha en el horizonte. “Evidentemente son vasos comunicantes, y tener mayor visibilidad en las instituciones implica mayor visibilidad en el mercado”, conviene Solar Abboud. “Pero el mercado también es muy voluble y muy caprichoso, y una cosa no implica la otra necesariamente”.

Sin ser novatas ni tampoco veteranas, estas artistas reivindican la madurez que les corresponde tanto por edad como por logros profesionales. “Aquí en Europa tenemos una concepción del tiempo muy ligada a la idea de progreso: empiezas en A, y luego vas a B y después a C, y en esa linealidad la palabra joven se extiende casi hasta la muerte”, reflexiona Molinos Gordo. “Llega un momento en el que tienes más madurez no solo en el calendario, sino también en la práctica profesional, pero a mí me siguen llegando invitaciones a cosas con el perfil de artista joven, y de verdad que me gustaría salir de eso”. Con años de trayectoria a sus espaldas, han acumulado el bagaje necesario para evaluar, proponer y reclamar. “El mundo del arte somos todos: está compuesto por muchas personas, muchos agentes, y cada uno de esos agentes debe promocionar el trabajo patrio”, reivindica Solar Abboud. “Los artistas necesitamos que todo el tejido de comisarios, gestores… que están tanto en el interior como en el exterior hablen bien de nosotros, que nos promocionen, que nos saquen. Es una labor constante, y es la única manera de que podamos salir adelante”.

Con todo lo aprendido en este tiempo, ¿tendrían algún consejo para las principiantes que un día fueron? Solar Abboud ofrece uno: “Que sepa que nada viene gratis, que es algo que también aprendes cuando ves las carreras de otras personas”, considera. “Realmente se necesita tener una voluntad de trabajo constante, nada viene dado. Pero a la joven Teresa también le diría que se lo pase muy bien, porque el mundo de la creación es muy duro, pero también es increíble. Es un lugar maravilloso en el que vivir”.

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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).
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