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arte

Julia Spínola: “Busco que las cosas decidan por sí solas”

Lubricán es que se te haga de noche fuera de casa. Por ahí discurre Julia Spínola en su próxima exposición

Julia Spínola, en el barrio madrileño de Lavapiés. 
Julia Spínola, en el barrio madrileño de Lavapiés. claudio álvarez

El suyo es un lenguaje que continuamente se está armando y desarmando. Uno de los más interesantes que brinda hoy el campo de la escultura. Julia Spínola (Madrid, 1979) la entiende como un estado de suspensión formal y material, que la ha llevado también al collage y al dibujo. Construye por fraseo, pasando de una cosa a otra y generando movimiento alrededor de lo que dice. Siempre aparece una alteración, algo que ocurre y se pierde al momento. A veces parece darle vueltas a algo para acabarlo de un golpe. Aparecen ahí palabras rotundas, como ademán o aspaviento. Otras gravita entre palabras compuestas que ocupan muchos de sus títulos: frase objeto, cabeza ojo, cadera pie, brazo túnel, cabo cable… Es como si una imagen pusiera en funcionamiento a la otra y viceversa, activando una gramática parda que exige revisar códigos y certezas.

Sus obras sugieren brechas de discontinuidad frente a lo monótono. Se mueven bien en la extrañeza, mirando de cerca asuntos como la levedad, el peso, la tensión, el equilibrio, el roce, la resistencia o lo inesperado. Trabajar con cartón, al que ahora vuelve, fue una extensión natural de su actividad en papel: “Me da la posibilidad de manipularlo, atravesarlo, entrar en un estado de trabajo en el que el gesto se vuelve febril y puedes llegar a un lugar en el que ya no haces lo que pensabas, sino que te dejas llevar, una lógica en la que creo mucho, la de salirte de ti mismo, aunque al final consigas llegar justo adonde querías después de todo ese rodeo”, explica.

Dice que le resulta difícil hablar de su trabajo, especialmente el de tiempo atrás, sobre el que balancea la exposición comisariada por Beatriz Herráez en el CA2M. Xabier Salaberria ha trabajado con ella para crear un espacio que recuerda a un lapso de tiempo y con David Benito en la iluminación, un naranja invasivo con relación al minio de plomo y al óxido del hierro, muy contaminante como luz y como materia.

Semánticamente funciona. También el título, Lubricán, que esconde otra palabra compuesta, loboperro, y la noche como momento de confusión, en el que no sabemos si el lobo es perro o si el perro es, en realidad, lobo. “Literalmente es que se te haga de noche fuera de casa, en la calle, aunque también es un término intervalo, un momento de ambigüedad donde la propia palabra no se decide. Un momento en el que tu límite como ser diario, el de las obligaciones, se acaba cuando se pone el sol y se abre un territorio no exento de peligro. Esa franja horaria donde siempre aparece un doble”.

El punto de partida de la muestra es Zurdo romo, réplica de uno de sus trabajos más celebrados, Uno zurdo y uno diestro, y uno zurdo y uno diestro, que mostró en 2014 en la galería Heinrich Ehrhardt. “Aquí los ángulos son romos en vez de rectos, y la obra está trabajada en bloque, no por planos, sino con moldes a partir de una réplica en barro, vaciada en resina y pintada del color del DM. Un módulo añadido a la obra original, sutilmente redondeado, que parece lo mismo pero no lo es y que lleva la exposición a otro lugar. Esa idea de redondez me fue llevando a imágenes del final del día, un momento, decía Unamuno, en que los objetos no se hacen sombra unos a otros y los contornos duros de las cosas se empiezan a borrar”, dice.

Lubricán alude a un término intervalo, a la idea de doble, un momento de ambigüedad donde la propia palabra no se define

En esa idea de desaparición aparece el poeta Mario Montalbetti y su idea de metáfora literal y unas notas de Lucy Lippard sobre la mudez de las obras de Eva Hesse. Algo hay de ambas ideas en su trabajo. Todo parte de un gesto que tiene en la cabeza, que al principio se presenta en forma de imagen, pero que no puede explicar más que con ese gesto. “Algo que tiene que ver con mover la materia de una forma u otra, una relación con lo que estás haciendo que te transforma en el proceso”, dice. En Lubricán está el gesto de agitar algo con fuerza y que vuelva a su sitio, pero no sin que antes se haya desprendido algo de él. También está la imagen de la materia que se junta, que empuja, comprimida al máximo, y después esa misma materia soltándose, relajándose”. Spínola habla de un bloque cartón prensado, sin aire, donde no cabe una mota de cartón más, “como si fuera un agujero en el espacio”, que para la exposición ha cortado como si fuera un fardo de barro. “Es un material que desborda y que aquí aparece desmigajado. Siempre busco que en ese plan ideado de antemano haya algo que lo desestabilice todo, que me coloque en un lugar que no haya planeado. Dejar abierto un espacio para que las cosas decidan por sí solas”.

Julia Spínola. Julia Spínola. ‘Lubricán’. CA2M. Móstoles. Hasta el 27 de mayo.

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