Buscando al ‘incel’
‘La mecánica de los fluidos’, el excelente corto de Gala Hernández que ha ganado un César, explora cómo el erotismo se retuerce en el mundo de internet
La mecánica de los fluidos es una rama de la física que estudia el movimiento de los fluidos, sus interacciones con el contorno que los limita. Los fluidos no resisten los esfuerzos cortantes. Leo en santa Wikipedia esta explicación y entiendo que Gala Hernández López, en el corto documental con el que ha ganado el César, utiliza esta metáfora, con la labilidad significativa inherente a las metáforas, para pensar cómo nuestro erotismo se retuerce en el mundo de internet. La mecánica algorítmica, el match, se impone violentamente al estado líquido de las relaciones amorosas. Somos sustancias contenidas en el contorno de una anatomía, pero nuestra naturaleza nos lleva a excederla para encontrarnos con otras sustancias. Intercambiamos fluidos. El cuerpo es lo único que tenemos, pero también es frontera que se desdibuja en el fluir hacia otros cuerpos.
Así ha sido hasta que la carne se transforma en fantasmagoría dentro de las pantallas, y el azar del encuentro amoroso, el libre curso de sangre, semen, saliva, lágrima, flujo vaginal, la licuefacción de nuestro placer, se subliman y espiritualizan bajo la prescripción algorítmica. La pasión amorosa se decanta y encapsula en Tinder. Se aprieta. Se simplifica. La pasión es rentable. No hay tiempo que perder. Tampoco el rechazo o la desatención requieren miramientos. Movimiento a la derecha o a la izquierda de la pantalla. La cascadita del amor se reduce a gota, controlada en el laboratorio, que se pone en movimiento con los motorcillos del jacuzzi. Nadamos en una piscina contra una corriente artificial y no nos movemos del sitio. El cuerpo se desgasta. Nuestros cuerpos aún no se han adaptado a esa ausencia de temperatura, cortante geometría, que empequeñece la emociones complejas. Nuestros cuerpos aún no toleran esa ausencia de cuerpo, esa mise en abyme, esa desmaterialización de las pantallas. Aúllan y se contorsionan: los falsos límites del cuerpo impuestos por los estereotipos son dolorosos —gordos, feas, amputadas, bajitos—, pero también duele perder la corporeidad. La condena a ser espíritu y pixel.
Gala Hernández López es una mujer de 30 años que vive la incertidumbre, pero no lo hace desde el analfabetismo digital o desde un deterioro físico que a veces justifican la nostalgia. La mecánica de los fluidos, a través de la heterodoxia y las hibridaciones de su propuesta visual —virtual, documental, acaso autobiográfica—, nos deja intuir entre las rendijas de la imagen. Sin embargo, lo más sobresaliente de esta pieza es la voz de la cineasta que sobrevuela los fotogramas y, desde la búsqueda comunicativa y el intento de interlocución, deslíe el odio y su cristalización en un discurso dimanante de la lógica implacable, anómala, reduccionista, del algoritmo aplicado a nuestras emociones: el simplismo y el escamoteo del cuerpo en las redes convergen con el machismo basal de nuestras sociedades dando forma a la figura del incel, el célibe involuntario, que transforma su soledad en odio contra las mujeres.
Gala Hernández, desde una soledad igual y distinta a la del incel, desde una soledad cósmica que se interpreta políticamente, intenta comprender a esos hombres heridos y brutales que se matan y matan, y harían de ella una víctima. La actitud empática de la voz de La mecánica de los fluidos, ese respeto y esa curiosidad por entender el dolor ajeno, esa manera de comportarse, nuestra dignidad y nuestra fortaleza, también constituyen nuestra mayor fragilidad. El excelente corto de Gala Hernández indaga en la patología incel como síntoma de una sociedad enferma, pero, sobre todo, reflexiona sobre una forma de conversar y de hacer política imprescindible que, paradójicamente, siempre nos coloca en desventaja frente al fascismo y la vesania.
Babelia
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