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¿Cómo suena la tristeza? La clave (musical) está en la ópera del siglo XVIII

El Proyecto Didone analiza más de 3.000 arias de 200 obras para descubrir a qué suenan las emociones

Álvaro Torrente, director del Instituto Complutense de Ciencias Musicales, analiza partituras en la Biblioteca Nacional, en Madrid.
Álvaro Torrente, director del Instituto Complutense de Ciencias Musicales, analiza partituras en la Biblioteca Nacional, en Madrid.Jaime Villanueva
Virginia López Enano

La música habla, aunque lo que dice suele depender de quien escucha. Aun así, hay códigos que, con excepciones, sirven para todos. Si una canción está en modo menor nos sonará triste y si está en modo mayor, alegre. Con esta base, el Instituto Complutense de Ciencias Musicales y el departamento de musicología de la Complutense, con financiación del Consejo Europeo de Investigación, han analizado más de 3.000 arias de 200 partituras de óperas del siglo XVIII para estudiar a qué suenan las emociones. Y han descubierto que la alegría está en re mayor y lleva trompetas, que el amor suena a instrumentos de cuerda que, a veces, van acompañados de flautas, y que el odio tiene tempos muy rápidos. Las arias, un 90% de ellas inéditas, forman parte del Proyecto Didone, que se publicó en beta el jueves y el 12 de abril estará disponible en su página web.

El objetivo del proyecto es explorar cómo se expresan las emociones humanas a través de la música. Álvaro Torrente, director del ICCMU, lo explica: “Cuando se investiga esto, casi siempre se hace de una forma subjetiva: poniendo música a un grupo de oyentes y cada uno que describa qué emoción le produce. Y este puede ser un camino, pero, en mi opinión, es demasiado subjetivo. Nosotros partimos de la base de que hay un proceso de codificación en la manera de expresar las emociones y se produce sobre todo a través de la música con texto y la música con acción”. Y aquí es donde aparece la ópera. Para acotar aún más su estudio, decidieron usar solo obras con texto del gran libretista del siglo XVIII: Pietro Metastasio. “Hoy no es de los más recordados, pero en su época era Dios. Cualquier compositor que quisiera hacer carrera operística tenía que empezar por poner música a Metastasio. Hay varios libretos que tuvieron más de cien versiones musicales diferentes. No tiene parangón. Imagina tener cien versiones de La traviata o de Las bodas de Fígaro. Ejerció un dominio absoluto de la escena operística”, matiza.

Además, en el siglo XVIII se consolidó un tipo de ópera que se relacionaba directamente con el tratado de Las pasiones del alma de Descartes, un tratado que escribió porque una aristócrata quería saber cómo controlar sus emociones. José María Domínguez, uno de los investigadores del proyecto, cuenta: “Al final, lo que estudia es el comportamiento. Él dice que las emociones son inevitables, pero que la manera de controlarlas es conocerlas. Por eso las explica cartesianamente, y este sistema tan ordenado de exposición y comprensión de las pasiones sirve para clasificar las arias de las óperas. Por eso le damos tanta importancia, porque al final tiene una implicación musical en cómo los compositores piensan la acción que se representa y cómo el público la percibe. No es un consumo intelectual, es que participan en lo que les pasa a los cantantes”. Es decir, el público experimenta la emoción que canta el protagonista y la ópera se convierte así en una especie de escuela de emociones que hoy da pistas sobre cómo se amaba, odiaba o lloraba en el siglo XVIII.

Álvaro Torrente, con las partituras de la Biblioteca Nacional.
Álvaro Torrente, con las partituras de la Biblioteca Nacional.Jaime Villanueva

¿Y cómo eran esas representaciones de ópera? Pues un espectáculo en el que los cantantes eran ya grandes estrellas y que mezclaba distintas clases sociales en el teatro. “Era como el cine hoy en día. La ópera era el espectáculo más popular tanto en las clases aristocráticas como en las inferiores. Era un punto de encuentro interclasista”, añade Domínguez. Aquí se empiezan a establecer códigos que en los siglos posteriores se irán asentando a base de repetir para crear un lenguaje musical que todos entendemos. “Una manera de explicarlo muy sencilla”, continúa el investigador, “es el modo mayor asociado a lo alegre y el modo menor a lo triste. Esa codificación tiene mucho que ver con el XVIII. Son convenciones culturales, porque si te vas a China eso no funciona. Ningún chino asociaría el modo menor con la tristeza”.

La ira omnipresente

Pero la teoría no siempre se corresponde con la práctica. Lo cuenta Ana Llorens, directora científica del proyecto: “Es sorprendente el uso de las tonalidades y los modos en el siglo XVIII. Uno se va a los tratados y parece que está muy codificado, que tal tonalidad sirve para expresar una emoción. Cuando analizas la música no está tan claro. El modo mayor se usa absolutamente para todo, sea alegre o triste. Lo que sí es cierto es que el modo menor se utiliza siempre para tristeza. Sol mayor parece que está más asociado a emociones un poco más suaves y re mayor más bélicas, pero el resto pueden estar asociadas a cualquier tipo de emoción”. Un resultado que apunta a que las bases de estos códigos se empiezan a establecer en este siglo, pero se acabarán asentando en los posteriores.

Otra de las conclusiones a la que han llegado es que rara vez un solo parámetro está asociado con una emoción concreta, suele ser un conjunto de elementos. Por ejemplo, si el aria está en una tonalidad menor, tiene compases ternarios y tempos moderados, es muy probable que exprese tristeza. Si está en la mayor y no tiene trompetas, sino cuerdas (y a veces flautas también), es posible que el aria exprese amor. Y también han descubierto que la emoción más presente en todas estas óperas es la ira, aunque, más allá de un tempo rápido, no han encontrado una correlación directa entre esta emoción y unas características musicales concretas. “Una de las cosas que ocurren es que hay muy pocas arias de alegría porque las óperas son todas complejas, así que nos encontramos con que esta emoción se expresa casi siempre en el coro final”, añade Torrente.

Con todas estas arias han creado una plataforma que permitirá a músicos, musicólogos y aficionados buscar las partituras según el compositor, la emoción que expresen, la tonalidad, los instrumentos utilizados… El jueves, coincidiendo con el 300º aniversario del estreno de la primera ópera de Metastasio, se publicó la versión beta para que un grupo de expertos del sector la prueben y detecten posibles errores. El 12 de abril, fecha de la muerte del libretista, abrirán la web al público. Llorens explica que han pensado esta plataforma para un uso académico: “Si alguien está interesando en las arias, aquí las puede leer y estudiar, pero para poder representarlas sí nos tiene que consultar porque está sujeto a derechos”. Y Torrente concluye: “Se han olvidado compositores que son extraordinarios. Yo creo que va a ser una sorpresa y, sobre todo, una oportunidad magnífica para los cantantes”.

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Sobre la firma

Virginia López Enano
Trabaja en el equipo de Redes de EL PAÍS. Ha pasado por varias secciones del periódico, como la delegación de Sevilla, Nacional o El País Semanal, donde ha escrito temas de música y cultura. Es Licenciada en Historia y Graduada en Periodismo por la Universidad de Navarra y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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