Los museos de Europa y Estados Unidos afrontan su pasado colonial
Muchos países han comenzado a devolver piezas saqueadas durante la colonización e investigan la procedencia de algunas colecciones. Otros se resisten a llegar a acuerdos
La colecciones de los museos estatales iniciarán un proceso de revisión de sus colecciones, según anunció este lunes el ministro de Cultura español, Ernest Urtasun. El fin es “superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado en muchas ocasiones la visión del patrimonio, de la Historia y del legado artístico”. El anuncio ha generado un encendido debate, el mismo que, con gran complejidad, se ha dado en otros países, donde ya se desarrollan políticas en este sentido.
En los museos europeos, antiguas potencias coloniales, abundan las piezas extraídas de los territorios que controlaron y saquearon. Un expolio antes visto como natural que desde hace algunos años resulta incómodo, por lo que los procesos de descolonización ocupan la primera plana de la actualidad. Los corresponsales de EL PAÍS relatan la situación en los países donde el debate es más encendido.
Francia: objetivos ambiciosos, proceso complejo
MARC BASSETS, París
Emmanuel Macron puso en marcha en 2017 un ambicioso plan para restituir el patrimonio de África que se encontraba en museos de Francia. Aunque la devolución del arte robado sigue siendo un pilar de la maltrecha política africana del presidente francés, el proceso es complejo y lento.
Ha habido entretanto devoluciones a Benín y Senegal, pero son una parte infinitesimal de los 88.000 objetos del África subsahariana en las colecciones públicas francesas. Una dificultad es establecer exactamente cuáles, de estos, salieron de África ilegítimamente. Los museos con más obras, con el del Quai-Branly-Jacques Chirac a la cabeza, trabajan en la identificación de piezas susceptibles de ser devueltas si hay una reclamación.
Un informe de los especialistas Bénédicte Savoy y Felwine Sarr sostenía en 2018 que París debería responder positivamente a las demandas africanas de restituciones de objetos robados en contexto bélico, colectados durante “misiones científicas” antes de 1960, o entregados a los museos franceses por agentes de la administración colonial. Con una salvedad: que se demostrase la ausencia de abuso en las transacciones. Otro informe, redactado por el exdirector del Louvre Jean-Luc Martinez, precisó en 2023 que había que demostrar el “carácter ilegal” o “ilegítimo” de la adquisición. Una futura ley, pendiente de debate y voto en el Parlamento, regulará las restituciones.
Reino Unido: más allá de los frisos del Partenón
RAFA DE MIGUEL, Londres
El reciente anuncio del British Museum (BM) y del Victoria & Albert Museum de que prestarán durante tres años a Ghana decenas de objetos pertenecientes al pueblo asante —objetos saqueados como botín de guerra por las tropas imperiales en aquella región africana durante el siglo XIX— es el ejemplo perfecto del complejo debate sobre la descolonización que vive el Reino Unido.
Al igual que los intentos fallidos de la actual dirección del BM para idear una fórmula que permitiera el viaje de los mármoles del Partenón a la Acrópolis de Atenas (la causa de restitución más universal que se conoce), cualquier solución imaginada debe plasmarse en la forma de un préstamo, un intercambio de obras o una exhibición conjunta. La posibilidad, simple y llanamente, de admitir que muchas piezas contenidas en los museos bien fueron adquiridas de modo ilegal y que su devolución sería una obligación ética, todavía choca con muchos obstáculos.
Se trata de barreras políticas, en primer término, porque el Partido Conservador ha decidido dar la “batalla cultural” frente a lo que considera un revisionismo victimista de la historia imperial por parte de la izquierda. Pero también culturales, porque sigue vigente en el ámbito museístico la opinión según la cual instituciones como el BM son patrimonio cultural de la humanidad, cuya misión es preservar y ofrecer una narrativa global de las culturas.
Frente a esa visión, que muchos consideran sesgada y paternalista, han surgido movimientos cada vez más fuertes entre los profesionales del arte, como Museum Detox, que promueven exposiciones y conferencias para lograr una mayor conciencia de la diversidad y el rastro colonial existente en los museos. Y no solo en ellos. Campañas como la llevada a cabo en Oxford bajo el lema Rhodes Must Fall, que persigue la retirada de la estatua del empresario minero fundador de Rodesia a la entrada del Oriel College, han logrado torcer el brazo, hasta un punto, a las autoridades universitarias. La estatua sigue allí, pero una placa a sus pies explica las luces y sombras del personaje. Y lo que es más importante: se han incrementado las becas y ayudas para estudiantes sudafricanos y, en general, para todas las minorías étnicas.
Países Bajos: devolución si lo pide el país de origen
ISABEL FERRER, La Haya
El Consejo de Cultura de Países Bajos, órgano asesor del Gobierno, contempló en 2020 la devolución del patrimonio cultural colonial arrebatado por los holandeses entre el siglo XVII y 1975. El informe emitido entonces reconocía la injustica cometida y abrió la puerta al retorno de unas 450.000 piezas. En 2022, el Ejecutivo pidió perdón por el pasado esclavista y colonial, y está también en marcha la revisión de las Colecciones Reales, propiedad de la casa reinante de Orange.
Para que cualquier restitución de esta clase sea posible, los objetos deben ser solicitados por los países de origen y hay que hacer una investigación exhaustiva. El Comité para las Colecciones Coloniales, un organismo independiente, se ocupa de analizar cada caso. En julio de 2023 fueron devueltos a Indonesia y Sri Lanka 478 objetos que acabaron en museos holandeses por medio de la coacción. Entre ellos, figura el Cañón esrilanqués de Kandy, y el Tesoro indonesio de Lombok, compuesto de joyas. No todo el arte colonial fue robado: también hubo compras y regalos, y de ahí el estudio previo para despejar dudas. Del diálogo entre las dos partes puede surgir a su vez un acuerdo que permita mantener las obras en Países Bajos, si se considera adecuado para su conservación y exposición.
La gran expansión colonial holandesa desde finales del siglo XVI se apoyó en sólidas redes financieras para llevar a cabo una intensa actividad comercial. Incluido el tráfico de esclavos. Las Compañías de las Indias Orientales y Occidentales se repartieron el negocio y, a grandes rasgos, operaban en África del Sur y Asia —en la actual Indonesia—, y en Surinam (Sudamérica), Brasil y el Caribe. En 2022, el Museo de los Trópicos —hoy rebautizado como Wereldmuseum, o Museo del Mundo— abrió al público una muestra permanente sobre 400 años de colonialismo para fomentar el debate social. Países Bajos no reconoció la independencia de Indonesia hasta 1949.
Bélgica: reflexión sobre un pasado brutal
SILVIA AYUSO, Bruselas
Bélgica lleva años embarcada en un ejercicio de descolonización y reflexión sobre cómo explicar su brutal pasado colonial en la hoy República Democrática del Congo (RDC), además de cómo devolver al menos una parte de las obras expoliadas y ahora reclamadas por sus países de origen. Un proceso que se vio acelerado tras las protestas del movimiento Black Lives Matter de 2020 a raíz de la muerte del afroamericano George Floyd en Estados Unidos a manos de un policía blanco: la oleada de protestas mundiales se tradujo en Bélgica en una acción contra símbolos coloniales, especialmente las estatuas del rey Leopoldo II, vandalizadas con pintura roja en acciones que se producen todavía, aunque de manera más espaciada.
Pero ya años antes, en 2013, el símbolo máximo del pasado colonial belga, el Museo Real de África Central, en las afueras de Bruselas, cerró sus puertas para dejar de ser el “último museo colonial del mundo”, como lo llamó su entonces director, Guido Gryseels. Reabrió cinco años más tarde como un espacio que, a través de su vasta exposición, intenta ofrecer una mirada más crítica sobre el papel de Bélgica como potencia colonial. Incluso ha retirado algunas obras, como el famoso Hombre Leopardo, y numerosos bustos, a la espera de contextualizar mejor estas obras que, como dice su director actual, Bart Ouvry, “necesitan subtítulos”.
En el verano de 2022, el Parlamento belga dio un paso clave al aprobar la ley para “reconocer el carácter enajenable de los bienes vinculados al pasado colonial del Estado belga y determinar un marco jurídico para su restitución y devolución” a RDC, Ruanda y Burundi. La normativa establece qué bienes son restituibles —deben ser propiedad del Estado belga y procedentes de museos y otros “establecimientos científicos federales”— y establece el protocolo para empezar el proceso, que debe ser fruto de un “tratado concluido” con el país de origen de la obra reclamada, que además debe ser sometida a un “examen científico” y una recomendación de una comisión científica mixta establecida para ello. Si no es posible restituir de inmediato la obra, el Estado belga la conservará bajo garantía de “inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad” de la obra durante ese periodo.
Alemania: devolución de los bronces de Benín
ELENA G. SEVILLANO, Berlín
La devolución a Nigeria de los célebres bronces de Benín ha sido solo el comienzo de un cambio radical en Alemania sobre la restitución del arte expoliado. Después de transmitir en 2022 la propiedad de un millar de piezas robadas por los británicos en 1897 del palacio real de Benín, un auténtico hito histórico en el proceso de descolonización de los museos occidentales, las autoridades analizan cómo seguir esa senda con objetos de Camerún, Namibia, Tanzania o el pueblo Sami. Berlín está dispuesto a devolver a sus legítimos propietarios todo el arte expoliado que atesora en sus museos y a explicar a los visitantes de esas instituciones cómo llegó hasta allí.
El mejor ejemplo de ese nuevo enfoque en la forma de mostrar las colecciones puede verse en el Foro Humboldt, en Berlín, sede del museo etnográfico de la Fundación Cultural Prusiana. Todas las salas aluden a la forma en que las piezas fueron adquiridas. Cuando no se ha podido determinar la procedencia, ni siquiera se muestran los originales, sino copias (incluso se ha dejado alguna vitrina vacía) para sensibilizar a los visitantes sobre el expolio colonial del patrimonio. Ese trabajo, que hizo que la inauguración del Humboldt se retrasara varios meses, se repite ahora en museos de toda Alemania, mientras se crean equipos mixtos de investigadores para decidir qué otros objetos tienen que volver a sus países de origen.
Portugal: inventario sobre el patrimonio de las colonias
TEREIXA CONSTENLA, Lisboa
Uno de los gestos más simbólicos sobre la descolonización del patrimonio histórico y cultural portugués se dio a mediados de 2023, cuando la Universidad de Coimbra abogó por la devolución a Timor Oriental de 29 cráneos de habitantes de una aldea montañosa, decapitados por guerreros timorenses al servicio de Portugal en la guerra de Laleia, a finales del siglo XIX. Los restos se trasladaron poco después al Departamento de Ciencias de la Vida de la Universidad de Coimbra para servir a la investigación sobre diferencias raciales tan en boga en aquel siglo. Aunque Timor no ha hecho ninguna petición oficial, la institución portuguesa es partidaria de que regresen al país de origen.
Pero el debate es anterior y afecta también a los museos. El ministro de Cultura, Pedro Adão e Silva, anunció a finales de 2022 la elaboración de un inventario sobre el patrimonio procedente de las colonias lusas en Asia y África para determinar cuáles son las piezas obtenidas en un contexto violento o fruto de saqueos y robos. Aunque la lista total todavía se desconoce, se han localizado ya algunos casos en el Museo Nacional de Arqueología y un Museo municipal en Figueira da Foz. De momento no se ha producido ninguna devolución de bienes a las antiguas colonias.
Estados Unidos: revisión forzada por la justicia
MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO, Nueva York
Forzados por la justicia, que rastrea y decomisa a buen ritmo obras de arte de procedencia dudosa, y la presión de Gobiernos extranjeros, los principales museos de EE UU han abordado la cuestión de la propiedad cultural, aplicando una lupa sobre los orígenes —y el medio por el que fueron adquiridas— de sus colecciones. En los fondos de las principales instituciones concurre además una triple consideración: además de piezas de culturas expoliadas durante el colonialismo, las hay también de culturas nativas y otras procedente del saqueo nazi. El Museo de Historia Natural Americana anunció este viernes, precisamente, que cerrará dos salas dedicadas a los pueblos nativos mientras se aplican las nuevas normas del Gobierno federal, que requieren el consentimiento de las comunidades. Museos de todo el país han tomado la misma decisión mientras los conservadores determinan si pueden mostrarse con arreglo a la nueva normativa federal.
Con respecto a piezas procedentes de otros países, el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York abandera la revisión, con un radical escrutinio de sus fondos espoleado por reclamaciones extranjeras. No es el único: las principales instituciones de EE UU, como el Smithsonian ―que ha devuelto parte de los importantes bronces de Benín a Nigeria―, ajustan cuentas con el pasado, en un proceso de restitución acelerado en los últimos años. Los sabuesos del Departamento de Seguridad Interior cifran el ritmo de la devolución en más de 20.000 objetos desde 2007, la mayoría incautados a marchantes y coleccionistas, pero también hallados en muchos de los museos más prestigiosos de EE UU. Sólo la Fiscalía de Manhattan, que cuenta con una unidad específica de rastreo, ha recuperado desde 2011 casi 5.000 antigüedades.
En lo tocante al expolio nazi, Nueva York adoptó en 2022 una ley que obliga a los museos a reconocer las obras de arte robadas a los judíos. La norma amplía la definición de este tipo de robo para incluir las ventas forzosas, especificando que al exhibirse deben ir acompañadas de un cartel u otro tipo de señalización “bien visible” que explique su origen. A finales de septiembre, la Fiscalía de Nueva York obligó a cinco importantes museos del país a devolver siete dibujos de Egon Schiele, robados a una víctima del Holocausto. El goteo de restituciones no ha cesado.
Babelia
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