Alemania revisa su pasado colonial en su nuevo museo estrella
El Foro Humboldt, el nuevo polo cultural del corazón de Berlín, culmina su inauguración 20 años después con la apertura de las colecciones etnológicas y los bronces de Benín restituidos a Nigeria
El proyecto cultural más ambicioso de Alemania por fin está completo. El Foro Humboldt, el nuevo museo berlinés que se levanta donde un día se erigió el símbolo del poder de la monarquía prusiana, se da por estrenado 20 años después de idearse. El que probablemente sea el edificio más controvertido de Berlín se alza como una gran mole en pleno centro histórico de la ciudad, en la isla de los museos, junto a la catedral, en la ribera del Spree, y a medio camino entre el bulevar de Unter den Linden y Alexanderplatz.
El Foro Humboldt es uno de esos emplazamientos que permiten recorrer la historia de la ciudad y de Alemania. Antiguo palacio de la familia real prusiana, testigo de la proclamación de la república socialista, bombardeado durante la II Guerra Mundial, demolido por la República Democrática Alemana, temporalmente reconvertido en un efímero Palacio de la República y finalmente rescatado tras la unificación para dar un nuevo sentido a este antiguo símbolo imperial.
Tras una apertura por fases retrasada por la pandemia, el flamante edificio ha inaugurado su ala oriental y exhibe al fin las espectaculares colecciones del Museo Etnográfico y del Museo de Arte Asiático. Y lo hace con un cambio fundamental respecto a su anterior emplazamiento. Ahora la exposición pone el foco en el contexto colonial de sus 20.000 objetos de culturas africanas, asiáticas y americanas y se pregunta desde un punto de vista muy crítico cómo llegaron a Europa y a quién pertenecen realmente.
Los visitantes ya pueden contemplar los famosos bronces de Benín, sin duda las galerías que más atención despertaron en la inauguración al público, el 17 de septiembre. Por primera vez, las piezas incluyen una leyenda que indica que son préstamos. Alemania ha devuelto este año la propiedad de un millar de estas obras de arte producidas en el antiguo reino de Benín, en la actual Nigeria, en un hito histórico para el debate global sobre la restitución del patrimonio expoliado. En lugar de las 200 piezas que solía exhibir el museo en su ubicación anterior, el Humboldt solo muestra 40, las que los expertos nigerianos han escogido para dejárselas en préstamo y que se exhiban, convenientemente contextualizadas, durante 10 años.
Los bronces, expoliados por los británicos en 1897 del palacio real de Benín, se han convertido en los últimos años en el símbolo del arte saqueado por las potenciales coloniales, aunque, como explica la exposición, los intentos de restitución se remontan casi a un siglo. En 1936 el oba (rey) de Benín Akenzua II pidió al Museo Etnológico de Berlín que devolviera los tronos de dos predecesores suyos de los siglos XVI y XVII. La institución se limitó a mandar dos reproducciones, y además le pasó la factura al oba. En 1972 Nigeria solicitó el préstamo permanente de varios objetos para un nuevo museo que se proyectaba en Benín. La respuesta volvió a ser no.
La restitución de los bronces que albergan una veintena de museos alemanes —se trata de la segunda mayor colección del mundo; la primera está en el Museo Británico— obligó a rediseñar la exhibición para el Humboldt. Las cabezas conmemorativas de los reyes, los tronos, los relieves históricos ya no se podían presentar de la misma manera, explica Hermann Parzinger, presidente de la Fundación del patrimonio cultural prusiano, a la que pertenece el Museo Etnológico de Berlín. “El Humboldt no es un museo al uso. Es una plataforma especial, un lugar desde el que embarcarnos en una nueva relación con el sur global”, dijo durante la inauguración.
Decenas de expertos de los países de procedencia de los objetos llevan años ayudando a diseñar las salas y a escribir la información que se da a los visitantes. Algunos estuvieron presentes en el acto de apertura. “Ver los objetos por fin en la sala hizo que se me saltaran las lágrimas”, contó Wynema Morris, miembro de la tribu nativa americana Omaha y profesora de la Universidad india de Nebraska (EE UU). “Fue un momento muy emocionante, conectar con nuestro pasado histórico y cultural, casi como reencontrarme con los antiguos Omaha”, explicó. En este caso no hay petición de restitución. El Etnológico berlinés compró a finales del siglo XIX a Francis La Flesche, miembro de la tribu y pionero de la etnología en Estados Unidos, la colección de objetos que había recopilado entre su comunidad.
Un palacio arrollado por la historia
El Foro Humboldt lleva el nombre de los científicos berlineses Alexander y Wilhelm von Humboldt y es, como dicen sus responsables, más que un museo. Se ha concebido como un centro cultural que aspira a convertirse en “un lugar de encuentro e intercambio para el arte y la ciencia”, asegura su director, Hartmut Dorgeloh. Además de los museos Etnológico y de Arte Asiático, acoge una gran exposición sobre Berlín, una colección de esculturas, el Laboratorio Humboldt y programará exhibiciones temporales, espectáculos, charlas y presentaciones.
No ha sido fácil llegar hasta esta inauguración. La polémica persigue al Foro Humboldt casi desde que empezó a planificarse hace dos décadas. Cuando el Parlamento alemán votó en 2002 a favor de reconstruir el antiguo palacio real de la familia Hohenzollern se alzaron las primeras voces críticas con el hecho de levantar de nuevo el símbolo del poder de la familia real prusiana. Del antiguo palacio barroco no quedaba nada. El Gobierno comunista de la Alemania Oriental lo había demolido en 1950 pese a que, aunque dañado durante la II Guerra Mundial, la estructura estaba en buen estado. En el solar la RDA construyó en 1970 el Palacio de la República, un edificio moderno pensado como centro político, social y cultural con una reconocible fachada de vidrio de color cobrizo.
Los costes de construir una copia en algunas fachadas exacta del palacio se dispararon hasta los 680 millones de euros. Las obras se demoraron mucho más de lo previsto. Mientras los partidarios organizaban colectas para sufragar los capiteles y los frontones barrocos, los críticos protestaban por la inscripción de un versículo de la Biblia que adorna la cúpula. Muchos no juzgaban adecuado albergar en un palacio imperial coronado con un crucifijo dorado la colección etnológica conseguida, en parte, como botín colonial. Desde ese edificio el kaiser Guillermo II mandó a sus tropas a ejecutar el genocidio de los nama y los hararo en Namibia, entre otras tropelías cometidas a principios del siglo XX.
Pero finalmente el “escaparate de las culturas del mundo”, como lo define el acuerdo del Parlamento alemán, se inauguró virtualmente en 2020, en plena pandemia, y parcialmente en el verano de 2021. La apertura del ala este, la del Museo Etnológico, era la más delicada y por eso se ha demorado, más aún tras la decisión de devolver los bronces de Benín y el anuncio de hacer lo propio con Camerún, Namibia y Tanzania. Todas las salas aluden a la forma en la que se adquirieron los objetos que se exhiben. Incluso hay una en la que no se exhiben. Al no haber podido determinar la procedencia de varios objetos, las vitrinas se han dejado vacías o muestran copias, en un intento de sensibilizar sobre el expolio colonial del patrimonio. El tiempo dirá si los comisarios han conseguido difuminar el simbolismo del palacio imperial.
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