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El regreso de Bill Watterson tras ‘Calvin y Hobbes’ añade misterio a su leyenda

Tras casi tres décadas en silencio, el viñetista vuelve con una lacónica fábula en blanco y negro en colaboración con el caricaturista John Kascht, todo un acontecimiento en el cómic estadounidense

The Mysteries
Doble página de 'The Mysteries', de Bill Watterson y John Kascht. El texto dice: "Entonces los Caballeros partieron hacia el bosque brumoso. Año tras año buscaron".
Iker Seisdedos

Escribir 43 frases no parece la forma más locuaz de romper casi 30 años de silencio. Pero nunca se sabe con Bill Watterson, creador de Calvin y Hobbes, una de las tiras de periódico más admiradas de la historia. El viñetista acaba de publicar The Mysteries (Los misterios) en Estados Unidos, una lacónica fábula “para adultos” en blanco y negro a partir de un relato suyo con dibujos hechos en colaboración con John Kascht, conocido por sus alargadas caricaturas de famosos.

Es la historia de un reino medieval en crisis, con quioscos de periódicos y autopistas que sobrevuelan los aviones, cuya vida está marcada por “los Misterios” del título. “Nadie los había visto jamás, pero parecían estar por todas partes. Y la gente vivía en la sospecha y el miedo”, empieza la fábula. Los dibujos, impresos en las páginas impares de un libro de pasta dura, son intrigantes, una mezcla de fondos a carboncillo y algo que parecen fotografías de modelos de arcilla. Las 43 frases construyen un cuento moral abierto a las interpretaciones. ¿Esconden una reflexión sobre el cambio climático? ¿O tratan de inmigración? ¿Hablan de las mentiras del poder? ¿O de la cara oculta de la tecnología? Con Watterson, nunca se sabe.

Nació en Washington hace 65 años, pero se mudó pronto con sus padres a Chagrin Falls, un pueblito cerca de Cleveland (Ohio), cuyo boscoso encanto sirvió de escenario a la serie que empezó a publicar en 1985. Sus protagonistas eran un niño de seis años llamado Calvin, audaz, imaginativo e inteligente, y su inseparable amigo de conspiraciones Hobbes, un animal extremadamente agudo o un tigre de peluche, según se mire.

En 1995, Watterson publicó la última tira, en la que Calvin soltaba una de las frases más famosas de la historia del cómic: “Es un mundo mágico, Hobbes, viejo amigo. ¡Vamos a explorarlo!”. Desde entonces, el dibujante se ha dedicado a sus propias exploraciones: a cultivar su pasión por la música, a su familia, a sabotear su cuenta corriente al negarse una y otra vez a convertir sus personajes en carne de merchandising, y a evitar los focos; como si de un yeti de la historieta se tratara, casi siempre circula la misma foto suya, en la que, sonriente, levanta la vista de su mesa de trabajo. En definitiva, se ha empleado a fondo en abonar sus propios misterios. (Alguna crítica se ha preguntado durante estas semanas si tal vez el nuevo álbum no será un recuento encriptado de su retiro).

Bill Watterson
Bill Watterson, el creador de 'Calvin y Hobbes', en una fotografía fechada en 1986.

No es verdad que no haya hablado en estos casi 28 años desde que dejó a Calvin. Rechazó salir en un documental sobre él (Dear Mr. Watterson, 2013, disponible gratis en YouTube), pero ha concedido al menos tres entrevistas: al diario de su ciudad, el Cleveland Plain Dealer, en 2010, en la que declaró que nunca ha lamentado la decisión de jubilar a sus criaturas; a la web de curiosidades Mental Floss, en 2013; y, la de mayor profundidad, con motivo de la publicación de un catálogo para una exposición sobre su obra en 2015. Ha dibujado el cartel de un documental sobre la evolución del cómic en los diarios (Stripped, 2014) y, hace ocho años, también el del festival de Angulema, que le concedió su Grand Prix a toda su carrera. Abandonó su refugio con fines benéficos en honor a otro maestro de la viñeta estadounidense, Richard Thompson (1957-2016), autor de la inolvidable Cul de Sac, y colaboró de un modo un tanto inesperado con la tira Pearls Before Swine (Perlas a los cerdos).

Fue precisamente Thompson quien presentó a Watterson y Kascht. El fruto de una década de colaboración entre ambos es The Mysteries (aún sin traducción en español). El anuncio en febrero de la existencia del proyecto causó un gran revuelo. Tras la publicación del libro, Watterson hizo una excepción a su silencio con la difusión de un vídeo promocional de 15 minutos en el que los dos autores se turnan para describir con sus voces en off cómo ha sido ese trabajo a medias.

La historia del libro la puso Watterson, y la tenía, según cuenta, guardada desde hace tiempo en un cajón. Se impusieron una regla: “Ninguno de los dos tendría la última palabra. Ninguno podría vetar nada, o cancelar el proyecto. Solo seguiríamos adelante con aquello en lo que estuviéramos de acuerdo”, dice el padre de Calvin y Hobbes en el vídeo sobre las imágenes de unas manos, las suyas, aparentemente, que trabajan en uno de los fondos del cómic. También dice que “no estaba buscando un asistente”. “No quería ser el jefe. Quería un compañero en el sparring, alguien cuyas ideas y habilidades desafiasen las mías”.

Ambos describen la lucha entre un perfeccionista que necesita saber en todo momento adónde se encamina (Kascht) y un amante de la improvisación (Watterson). “Sería difícil exagerar la incompatibilidad de nuestros enfoques creativos”, explica el primero en el vídeo. “Ahora entiendo por qué las bandas [de rock] se separan en el estudio de grabación. Nuestra colaboración no fue tanto una cuestión de compromiso, sino de choque. No resultó muy inteligente: creamos toneladas de desechos. Lo verdaderamente notable es que nunca nos enfadamos en lo personal. Trabajamos desde la diferencia en pos de un propósito común. Lo cual es casi un acto desafiante en estos tiempos”.

Volver a empezar

Watterson cuenta que al final del primer año no habían sido capaces de producir nada juntos. “Así que volvimos a empezar”, añade. Kascht creó un montón de modelos de arcilla con rostros de habitantes de ese mundo medieval, y se los envió a su contraparte. Hicieron algo parecido a un casting. La historia tuvo, pese a todo, un final feliz para Watterson, que concluye en el vídeo: “La colaboración genera fricción, pero también energía y a veces la combinación de talentos es mayor que la suma de las partes”.

El resultado es un artefacto extraño, que ha sido recibido como un desconcertante acontecimiento en el mundo del cómic estadounidense. Le ha ido bien en las listas de títulos más vendidos, se entiende que por el arrastre de la leyenda de una tira que llegó a ser publicada cada semana en más de dos mil periódicos del mundo entero, entre ellos, EL PAÍS, pero ha defraudado a quienes esperaban algún rastro de la alegría y la ligereza de Calvin y Hobbes.

Comic Calvin y Hobbes
Una página del álbum recopilatorio 'El gran Calvin y Hobbes' (Astiberri), de Bill Watterson.

En la entrevista con el Plain Dealer, concedida en 2010 cuando se cumplían 15 años de la desaparición de Calvin y Hobbes, su creador declaró: “Siempre es mejor dejar pronto la fiesta. Si hubiera seguido la popularidad de la tira y me hubiera repetido durante otros cinco, 10 o 20 años, la gente que ahora está de luto por Calvin y Hobbes estaría deseándome la muerte y maldiciendo a los periódicos por publicar tiras tediosas y antiguas como la mía, en lugar de incorporar talentos más frescos y vivos. Y yo no podría más que estar de acuerdo”. Watterson también dejó temprano (o en el momento justo) otra fiesta, la de los diarios en papel. Algunos, como The Washington Post o Los Angeles Times, continúan en este país con la tradición de editar una separata los domingos con tiras unas encima de otras, un formato de difícil traducción a una página web.

Para volver al universo imaginativo del niño bautizado en honor a cierto teólogo reformista y el tigre que inspiró Thomas Hobbes, no queda otra que ir al Museo y Bibiloteca de la Historieta Billy Ireland de la Universidad Estatal de Ohio, en Columbus, que atesora “la colección más grande del mundo de dibujos animados, novelas gráficas y materiales relacionados con el cómic”. Eso incluye 3.000 originales de la famosa tira que Watterson les dejó en depósito. Además de a las exposiciones, los visitantes son bienvenidos en la sala de lectura, donde pueden consultar materiales de sus inagotables fondos.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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