Una década sin Seamus Heaney, el poeta del amor y el silencio que supo caminar sobre el aire
Diez años después de la muerte del Nobel, el museo dedicado al escritor más querido de Irlanda recibe miles de visitantes
El pasado agosto se cumplieron 10 años del fallecimiento de Seamus Heaney, poeta de Irlanda del Norte determinante del siglo XX y premio Nobel de Literatura 1995. Arraigada a la tierra que le vio nacer, la poesía de Heaney se inspiró en el origen campestre de sus ancestros y se traspasó al papel con un lenguaje intenso entre el que siempre hubo hueco para los silencios de sus convecinos. Su primer poema, Digging (Cavando), con sus ya míticos versos finales “Entre mis dedos y mi pulgar, / la gruesa pluma tantea. / Cavaré con ella”, es todo un manifiesto, una invocación que marcará un estilo y una voz, un punto de partida vital y literario. Y es que en su fundacional libro Muerte de un naturalista (1966) se encuentran poemas como Follower (Seguidor), conmovedora visión de la figura de un padre desfigurada por el paso del tiempo, o Mid-Term Break (Vacaciones trimestrales), el tremendo homenaje elegíaco a su hermano fallecido a los cuatro años (un poema a la altura de A mi hermano Miguel, de César Vallejo).
Consciente, como dijo en varias ocasiones, de que la poesía “puede ser fuente de verdad y a la vez vehículo de la armonía” y de que “un buen poema nos permite mantener los pies en la tierra y la cabeza en los aires de manera simultánea”, en su discurso de aceptación del Premio Nobel, Heaney confesó que confiaba en la poesía “porque es capaz de crear un orden tan fiel al impacto de la realidad exterior y tan sensible a las leyes internas del ser humano como las ondas en la superficie del agua de aquella cubeta de un fregadero hace 50 años”, en referencia a su celebrado poema Helicon personal.
Seamus Heaney nació en el condado de Derry, Irlanda del Norte, el 13 de abril de 1939 y murió en Dublín el 30 de agosto de 2013. En 1957 se instaló en Belfast para estudiar literatura en la Universidad de Queen, donde años después impartiría clases entre 1966 y 1972. “¿Qué conseguí como estudiante que no hubiera podido conseguir por mi cuenta? Un sentido global de la historia... la estratificación del lenguaje... el sentido de la tradición”, dijo. Católico irlandés, se vio afectado por la violencia entre católicos y protestantes durante ese periodo que en la isla llaman “de los troubles” y que trastocó el día a día en el Ulster. Se trasladó a Dublín en 1972. Impartió clases en el Carysfort College entre 1975 y 1980. Obtuvo una cátedra en la Universidad Harvard, Massachusetts, en 1984, y entre 1989 y 1994 fue catedrático de Poesía en la Universidad de Oxford, Inglaterra.
Desde 2016, Bellaghy, un pequeño pueblo ubicado entre su lugar de nacimiento y crianza y la iglesia donde descansan sus restos, con apenas dos pubs (lo que da la medida real de sus proporciones), tiene como principal atracción el Seamus Heaney Home Place. La transformación del edificio, una antigua comisaría, corrió a cargo de W&M Given Architects, y es reconocible por el muro de piedra basáltica del exterior, que refleja la arquitectura vernácula de la zona. No hay mejor lugar para llevar a cabo una inmersión en el universo del poeta que este centro interactivo que tiene como aliado y audioguía principal la voz del propio Heaney recitando sus poemas (una voz inconfundible) entre recuerdos cotidianos, pantallas táctiles y proyecciones visuales.
El Seamus Heaney Home Place está dirigido por su sobrino, Brian McCormick, que recuerda la íntima conexión de su tío con la gente: “Recibimos 35.000 visitantes al año, algo insólito en un museo literario dedicado a una sola figura. Durante su vida, Heaney quiso dejar que su obra hablara, y queremos reflejar esa intención en los visitantes. Un ejemplo del profundo sentimiento que Irlanda tenía por Heaney fue que, cuando se anunció su muerte en un partido de fútbol gaélico en Crook Park (Dublín) y se conmemoró con un minuto de silencio, las 83.000 personas que había rompieron en aplausos espontáneos y se pusieron en pie. No puedo pensar en ningún otro país del mundo donde el anuncio de la muerte de un poeta tuviera ese impacto inmediato. Somos muy afortunados de tener una obra tan significativa y de pensar que su primer poema publicado fue Digging, dedicado a su padre, y el último In Time, dedicado a su nieta, publicado 12 días antes de su muerte, y con el que sin saberlo, completó un círculo”.
Especialmente emocionante es su sala Man and Boy, en cuya puerta de entrada una vitrina guarda la pluma Conway Stewart que le regalaron sus padres a los 12 años, el día antes de que se marchara de casa para cursar sus estudios secundarios en el St Columb’s College de Derry, y con la que Heaney empezaría a cavar. De ese episodio daría cuenta su futuro poema The Conway Stewart. Así se penetra en un espacio con imágenes detalladas de Heaney y de los referentes que pueblan sus poemas (es decir, de su familia, sus tíos, su hermano, sus padres), objetos cotidianos como su primera mochila escolar, palas de mantequilla como las del poema Día de hacer manteca, su pupitre de la escuela primaria de Annahorish o copias manuscritas de poemas. Las virtudes que admira en su padre trabajando la tierra serán el centro de su manera de escribir. Las influencias del hombre (man) están en el niño (boy). Porque en sus poemas respiran los grumos de tierra removidos por los arados tirados por caballos y las estrofas están hechas del mismo material fértil, esto es, de un lenguaje escarbado en la página que brota aún con la raíz. “Empecé como poeta cuando mis raíces se cruzaron con mis lecturas” se lee en uno de los mapas expuestos.
La segunda planta del centro pretende llevar a cabo una aproximación lateral a la vida y obra de Heaney: contiene una colección colgante de las palabras más utilizadas en su obra, una biblioteca especializada, imágenes de personajes y paisajes invocados en sus poemas como el hombre de Tollund, Shakespeare, Florencia, las moras tardías de agosto, las pieles cortadas de las patatas, Butter Spade, Dante o Goya (como quedó claro en su poema Summer, 1969, particular homenaje a Madrid), un teatro para recitales poéticos llamado Helicon, como uno de sus grandes poemas, y una cafetería.
No hay duda de que Seamus Heaney es un poeta muy querido. No por casualidad, su sobrecogedor When All the Others Were Away at Mass (Cuando todos los demás estaban en misa) fue elegido en 2015 por votación popular como el mejor poema de amor irlandés del siglo XX, acontecimiento anunciado por el también poeta y presidente del país, Michael D. Higgins. Se trata de un soneto de la serie Clearances que está dedicado a la madre, Margaret Kathleen McCann, escrito tras su muerte. Precisamente, en una de las entrevistas que pueden verse en esta segunda planta, ante la pregunta de para quién fue su primer pensamiento cuando el jurado le comunicó la obtención del Nobel, Seamus Heaney asegura que fue para este poema.
Ya en la cafetería, Brian McCormick señala: “Son 10 años sin Heaney, una pérdida irreparable, pero no miramos atrás. Queremos que sea un lugar que inspire a la gente, tanto a los que visitan nuestras exposiciones como a los que vienen a disfrutar de las actuaciones que organizamos. La ausencia del poeta supuso una gran pérdida para la poesía y también para la isla de Irlanda, porque tenía una gran capacidad para guiar y ofrecer palabras de aliento cuando eran necesarias y pequeñas palabras no de reprimenda, sino para decir a la gente que tenemos que seguir un camino diferente en varios aspectos. Pero nos hemos quedado con este increíble corpus literario que resistirá la prueba del tiempo”.
Influido por poetas como Robert Frost, Ted Hugues, Patrick Kanavagh o el propio Yeats, su obra posee flexibilidad rítmica, riqueza y concreción léxica, pero es sobre todo la intensidad de su lenguaje lo que la ha dotado de trascendencia. La poesía de Heaney llama a los espíritus de sus familiares para inspirarse igual que los clásicos invocaban a las musas, que en Heaney son el padre, la madre, los tíos o el hermano… figuras que le enseñan la honestidad, que lo educan en la destreza artística y en el trabajo duro.
A medida que avanza su obra, esos escenarios rurales, los aperos del campo, los surcos abiertos en la tierra, los hombros del padre como una vela henchida, se convierten en el foco de una búsqueda arqueológica de mitos e historias que configuran la realidad de Irlanda del Norte, tratada desde el punto de vista político en su poemario Norte (1975), donde destacan poemas como Acta de Unión, Digas lo que digas nada dices o Exposure (Intemperie), que termina así: “No soy ni un deportado ni un soplón / un emigrado interior, de pelo largo / y pensativo; simple astilla / de un bosque / que escapó a la matanza, / y se camufla en los colores / del tronco y la corteza , percibiendo / cada viento que sopla; / alguien que, al agitar estos rescoldos / pese a su fuego escaso /, ya ha perdido / el único portento de una vida, / la incandescente rosa del cometa.” (según traducción de Vicente Forés y Jenaro Talens). Así logró la obra de Seamus Heaney viajar desde la cotidianidad de la Irlanda más profunda hasta la confirmación de ser uno de los grandes poetas del siglo XX y el aprecio de un jurado que lo elogió por sus “obras de belleza lírica y profundidad ética, que exaltan los milagros cotidianos y el pasado vivo”.
En su discurso de aceptación, Heaney explicó de dónde venía: “Era una existencia íntima, física, de criaturas, en la que los sonidos nocturnos del caballo en el establo más allá de la pared de un dormitorio se mezclaban con los sonidos de la conversación adulta de la cocina más allá de la otra. Asimilábamos todo lo que ocurría, por supuesto, la lluvia en los árboles, los ratones del techo, un tren de vapor que retumbaba a lo largo de la vía férrea un campo más allá de la casa... éramos tan susceptibles e impresionables como el agua potable que estaba en un cubo en nuestra fregadera: cada vez que un tren que pasaba hacía temblar la tierra, la superficie de esa agua también solía ondularse delicada, concéntricamente y en absoluto silencio...”.
Una buena manera de conocer las escenografías de los poemas de Seamus Heaney es recorrer los campos de los alrededores de Belleghy y descubrir paisajes enaltecidos por su poesía como el río Moloya, o The Strand en Lough Beg, un paseo marítimo que conduce hacia los árboles de Longpoint Wood, desde donde ver la isla de Church “y su suave contorno de tejo”.
Pero antes, a apenas unos metros del Seamus Heaney Home Place, se puede visitar la tumba del poeta en la iglesia de Santa María de Bellaghy. En un rincón, junto a un viejo muro de piedra, una austera lápida de piedra caliza de Kilkenny manchada por las gotas de lluvia tiene su nombre escrito y unos versos de su poema The Gravel Walks grabados: “Camina sobre el aire / en contra de tu buen juicio”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.