Los pasajes eróticos de la Biblia y otros libros prohibidos e incendiarios del Siglo de las Luces
Una exposición en la Universitat de Valencia reivindica el espíritu critico y la libertad de expresión de una serie de obras “infernales” y perseguidas en el XVIII en Francia
Al revolucionario conde de Mirabeau le conocían como “el orador del pueblo” en la Francia del Siglo de las Luces. Su facundia verbal y su brillantez expositiva, sin embargo, no le salvaron de ingresar en prisión en varias ocasiones. En una de ellas, solo tenía a mano un ejemplar de la Biblia, con el que su padre pretendía reconducir sus malos hábitos. Pero el político, escritor y diplomático libertino tenía su propio plan: decidió analizar los pasajes y las referencias sexuales que aparecen en el libro sagrado. El resultado fue una obra muy polémica y prohibida, Errotika Biblion, un ejemplar de la cual, de 1783, se exhibe desde este jueves en la Biblioteca Histórica de la Universitat de València.
El libro forma parte de la singular exposición Fuego en la biblioteca. Libros que incendiaron la Europa de las luces y está colocado muy cerca de los volúmenes que pertenecieron a la colección particular de Madame de Pompadour. De gran formación intelectual, la marquesa fue amante de Luis XV intercedió ante el rey para que levantara el veto sobre una obra que se convirtió en un hito del pensamiento y de la historia de Occidente, la Enciclopedia, dirigida por su amigo Diderot y por D’Alembert. Un ejemplar de sus 33 volúmenes, que guarda la biblioteca valenciana como una de sus joyas, abre el recorrido expositivo de un proyecto que combina 45 libros franceses del siglo XVIII de la Ilustración francesa y reproducciones ampliadas de ilustraciones eróticas de los mismos con fotografías actuales, alusivas a la temática, del fotógrafo hispanofrancés Pedro Hernández.
La muestra pretende reivindicar “la libertad de expresión, que vemos que ahora está un poco en cuestión, la alteridad, la autonomía personal, el cosmopolitismo, la separación de poderes y el espíritu crítico del siglo de las Luces” a través de los autores de unos libros que fueron prohibidos, pero que circulaban con el propósito de instigar un cambio de régimen, explica el comisario Nicolás Bas, investigador del siglo XVIII y coleccionistas de libros de aquella época. “Vivimos en un momento en que las certezas parecen diluirse y creo que el pensamiento del siglo XVIII está muy vigente, con toda su ambivalencia y todas sus contradicciones, sin idealizarlo. A ver quién se atreve hoy escribir un libro sobre los pasajes eróticos de la Biblia, hablando del onanismo, de la pederastia”, añade ante una vitrina que alberga varios libros del barón de Holbach.
El noble franco-alemán recibió en su salón parisiense, entre 1750 y 1780, a lo más granado de la intelectualidad no solo francesa. David Hume, Adam Smith o Benjamin Franklin, entre muchos otros, pasaron por la rue Royale Saint-Roch y se empaparon de las ideas revolucionarias para transformar el orden civil. Los libros de Holbach, además, encabezaron la clasificación de los best sellers prohibidos del momento. Formar parte de los listados de la Inquisición solía ser sinónimo de posterior éxito editorial, gracias a las imprentas y los canales de distribución clandestinos. El riesgo no era menor. Alrededor del 30% de los presos de la Bastilla fueron encerrados por delitos intelectuales. Los libros prohibidos se quemaban.
Otra de las vitrinas temáticas está dedicada a la leyenda negra española, que los enciclopedistas contribuyeron a alimentar con sus críticas al peso del clero y al atraso cultural de la península ibérica en el siglo XVIII, anclado en su Siglo de Oro, si bien también hubo, aunque no es tan conocido, voces discordantes que se reflejan en la muestra, que se puede ver hasta el 26 de noviembre.
Entre los libros prohibidos se encontraban los de carácter filosófico, político y literario, que se pronunciaban contra el régimen monárquico. Algunos autores apenas fueron conocidos, pero sus obras, en pequeño formato, en panfletos, en manuscritos clandestinos “corrían como la pólvora de mano en mano, alimentaban la opinión pública contra el establishment”, apunta Bas, que ha prestado ejemplares de su colección que inició con la compra de un libro de Voltaire, para la exposición
Además, había otras obras prohibidas, abiertamente eróticas y sexuales, “infernales”, como las clasificó la Biblioteca Nacional de Francia. Una colección que fue catalogada por el poeta que dio nombre al surrealismo, Guillaume Apollinaire, cuya obra está presente también en la exposición que no incluye ningún ejemplar del marqués de Sade, pero sí de otros autores que tuvieron un gran eco, como Crébillon hijo. El rey el primero es el título de un bloque temático referido a la afición de Luis XV por estos libros que él mismo prohibía.
La acción de los libros eróticos, de pequeño tamaño para ser fácilmente transportados y ocultados, transcurría en los tocadores, burdeles y conventos. En la mayoría, la protagonista era una doncella que se va del campo a la ciudad en busca de nuevas oportunidades, señala Bas. Hay un curioso hilo conductor en los grabados de índole sexual: como trasfondo casi siempre aparece una biblioteca. “Las bibliotecas se convierten en lugares de libertinaje”, afirma el comisario, mientras señala un cuidado ejemplar erótico de los cuentos (que no las fábulas) de La Fontaine, o el libro Le pornographe, de Restif de la Bretonne, de 1770, en el que se usa “por primera vez el término”.
Vicente Chambó ha seleccionado las imágenes del ingente fondo del fotógrafo Pedro Hernández para establecer conexiones con los libros expuestos en la Biblioteca Histórica. La muestra pretende también dar a conocer y poner en valor este espacio de la Universitat (el próximo año cumple 525 años), que alberga tesoros como uno de las tres ejemplares de la primera edición del Tirant lo Blanch o el Códice Pomar, las láminas de fauna y flora de la primera expedición científica a América que Felipe II regaló a su médico de cabecera, Honorato Pomar, profesor de la institución académica valenciana.
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