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Duki, el chico que llenará el Bernabéu: “Mi música es un grito que da fuerza a la gente humilde”

El argentino, de 27 años, es líder de un movimiento urbano en español que ha generado una millonaria industria. Así se formó y triunfó la generación de artistas que apasiona a los jóvenes

Duki, el pasado 19 de julio en el estudio de su discográfica en Madrid. Foto: CLAUDIO ÁLVAREZ | Vídeo: EPV
Carlos Marcos

El día que Duki llegó a su casa con la cara tatuada tuvo un problema. Bueno, dos. Su padre estuvo unos minutos observando el rostro de su hijo, callado. Tras ese tiempo, se dio media vuelta y se marchó. Ni una palabra. Su madre sí habló, vaya si lo hizo: “¡Qué te hiciste en la cara, con lo lindo que sos. Arruinaste tu cara para toda la vida!”. Y lloró sin consuelo. Duki tenía 23 años y ya no había vuelta atrás: esos dibujos que decoran mejillas y frente y que representan alas de ángel y vampiro, una rama de olivo o una araña estaban destinados a exhibirse en un contexto de héroes contemporáneos. Lo que representa hoy este chico llamado Mauro Ezequiel Lombardo Quiroga que nació en Buenos Aires hace 27 años.

Duki se ha presentado a la cita con este periódico puntualísimo y con una camiseta del Manchester United. Llega solo. “Hola, soy Mauro, encantado”, saluda con una sonrisa y dejando claro que la próxima hora y media va a hablar el joven que ha creado ese personaje llamado Duki que llenará el año próximo con 60.000 espectadores el remozado estadio Santiago Bernabéu. Durante la entrevista se verá que las fronteras entre Mauro y Duki no son férreas y las dos personalidades convergen con cierta naturalidad. La entrevista se desarrolla en la sede madrileña de su discográfica, Dale Play Records, en el centro de la ciudad. Estamos en el sótano, un estudio de grabación con un enorme valor para los tiempos actuales de la música: aquí se grabó en primavera de 2022 la célebre Session 52 de Bizarrap y Quevedo, la canción conocida como Quédate. Duki puso los cimientos del movimiento años antes.

La historia de este artista es el relato del nacimiento de una industria que está generando millones de dólares, la que ha creado la música urbana en Argentina con nombres como Bizarrap, Nicki Nicole, Nathy Peluso, Wos, Trueno o Paulo Londra. Duki aparece en lo más alto del movimiento. “La mayoría somos de clase humilde. No había mucho presente y futuro para nosotros en la Argentina de 2015. Éramos jóvenes abocados a la delincuencia o a trabajos basura. No teníamos dinero para comprar una guitarra o una batería. Así que nos bajamos a la calle y nos aplicamos en el freestyle [improvisar versos rapeados], que lo puedes hacer hasta chasqueando los dedos. Ahí empieza el movimiento, que es un grito que le da fuerza a la gente humilde”, cuenta con pasión el músico. Jóvenes sin capacidad para imaginar… hasta que se armó el movimiento. Un chico al que le gustaba la moda diseñó ropa para músicos y ahora su marca la ha comprado una gran empresa de moda; una chica que con su móvil grababa vídeos, los colgó en internet y ahora dirige una empresa audiovisual que factura miles de euros… Y así toda una industria alrededor de la música urbana argentina.

Otra imagen del argentino en el estudio de grabación en Madrid donde Bizarrap y Quevedo grabaron 'Quédate'.
Otra imagen del argentino en el estudio de grabación en Madrid donde Bizarrap y Quevedo grabaron 'Quédate'. Claudio Álvarez

Con cinco años, Duki tenía el mismo sueño que cualquier niño de su edad: ser un superhéroe. Consiguió que sus padres le compraran un traje de Goku y había que ponerse severo para que se desprendiera de él, aunque fuese para dormir. Con 13 años, comprobó que sus superpoderes no podían con todo: sus padres decidieron separarse. “Me afecto un montón al principio. De hecho, enfermé. Pero con el tiempo entendí que era lo mejor. Además, fue todo muy loco, porque para que no fuese un cambio brusco para mí y mis dos hermanos mis padres optaron por vivir un tiempo en la misma casa. Eso duró un año y medio. Se siguen llevando bien”, explica. Sandra y Guille, los padres, trabajan hoy en el equipo de Duki. Ella, abogada, lleva los temas de contratos; y él, hábil con los números, se encarga de asuntos contables.

Duki no terminó secundaria. Con 18 años tuvo una gran discusión con su madre por dejar los estudios. Se fue de casa, aunque luego volvió. Su madre reaccionó como cualquier madre: “Vale, no estudies, pero ponte a trabajar, porque no te voy a costear tu ocio”. Consiguió un empleo repartiendo comida, luego en una farmacia, más tarde en un restaurante… Y comenzó a escuchar mucha música. Los discos de rock argentino de su hermano mayor, Nahuel, y su padre: Charly García, Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati... Pero encuentra en el hip hop la mejor forma para expresarse. En 2014 comienza a rapear. Un año después participa en las batallas raperas (enfrentamientos verbales rapeados) del ya legendario Quinto Escalón. “Se llamó así porque era a la entrada de una plaza del Parque Rivadavia [Buenos Aires] y tenía cinco escalones, que era donde se sentaba el jurado y decidía quién era el ganador”. Al principio los espectadores eran 20, luego 100… Los vídeos comenzaron a compartirse en YouTube y hubo un momento en el que tuvieron que trasladarse a otros lugares cercanos más amplios porque se juntaban 1.000 o 2.000 chavales. “El movimiento arranca con esas batallas. La gente nos elegía, era como una liga de supehéroes donde cada persona escogía a su favorito. Uno tenía un superpoder y se enfrentaba a otro con otro superpoder. Era místico. Esa energía le llegó a la gente. Teníamos mucha hambre de que pasara algo”. Y pasó.

En 2016 Duki ganó el Quinto Escalón, cuyo premio le permitía grabar un tema en un precario estudio. El músico registró No vendo trap y todo se disparó. Canciones como Hello Cotto, Rockstar, She Don’t Give a Fo (todas en 2018) sumaron pronto millones de reproducciones en las plataformas musicales. No paraba de actuar. Duki recuerda un día en su casa, cuando escuchó que su madre tenía dificultades para pagar el recibo de la luz. Sacó una bolsa de plástico de supermercado llena de billetes. “Toma, mamá, para pagar la luz”. Sandra se quedó tiesa. También lloró ese día. Su hijo había ganado 300.000 pesos en dos semanas. “El sueldo promedio de la gente humilde era entre 10.000 y 15.000 pesos al mes. Imagínate la sorpresa de mi vieja. Mi papá me dijo: ‘Ya, pero con esa plata no puedo comprarme un coche ni nada, porque es en negro’. Yo no tenía ni idea de impuestos y esas cosas”.

Aquí comenzó una etapa de éxito y desmadre que, como todo en el movimiento, está documentada en plataformas digitales. Si se entra en TikTok y se escribe “Duki drogado” se obtendrá material al respecto. El músico reconoce que se pasó con las sustancias. “Me cayó una carga encima [popularidad, dinero] y no lo asimilé bien. Cuando pude frenar miré para atrás y me dije: ‘Loco, tengo 24 años, mira dónde llegué: llené el Luna Park y el Gran Rex [dos locales bonaerenses], y no hay ningún día que me levante y me diga: ‘En qué momento me metí en un pozo tan oscuro que dejé de ver hasta lo bueno”. Era 2020, el virus de la covid deprimió al mundo, pero a Duki le dio la vida. “Levaba desde 2017 actuando todas las semanas, de un sitio para otro. Y el encierro me salvó porque tuve tiempo de parar y pensar. Y ahí arrancó todo. Dejé las drogas. Hasta ese momento había tomado la posición cómoda: quedarme en mi zona de confort, lamentando que el mundo no me entendía y diciendo sin parar lo difícil que era ser famoso. En vez de decir: ‘Se cumplió mi sueño, tengo gente que me ama, puedo regalarle a mi papá un viaje y a mi mamá una casa, voy a poder tocar en un estadio en mi país...’. Y cambié”.

Público en el concierto de Duki en el Palau Sant Jordi, el 28 de febrero.
Público en el concierto de Duki en el Palau Sant Jordi, el 28 de febrero. Gianluca Battista

Cuando terminó la pandemia se apuntó a clases de canto, ensayó duro… Y entendió la fama como una responsabilidad para un público que no se merecía falta de profesionalidad. Además, diversifico su estilo: trap y reguetón, sí, pero ampliando el foco hacía lo que es una estrella del pop para un público masivo. Se puede comprobar escuchando sus tres discos: el titubeante Súper sangre joven (2019), el poderoso Desde el fin del mundo (2021) y el brillante Antes de Ameri (2023). El próximo, en 2024, se llamará Ameri, “y será muy rock”.

Duki llenó en 2022 cuatro estadios Vélez en su país: 180.000 personas. En 2023 metió a 60.000 en España: dos WiZink en Madrid y otros tantos Sant Jordi en Barcelona. El próximo diciembre seguirá el ascenso: dos noches en el estadio de River Plate, a 75.000 cada jornada, entradas que se despacharon en unas horas. Para 2024 el reto es el nuevo Santiago Bernabéu, con el que de momento solo se han atrevido Taylor Swift y Manuel Carrasco. Será el 8 de junio y la venta de entradas transcurre veloz. El argentino reflexiona sobre la clave de su popularidad: “Las estrellas del rock siempre quisieron distinguirse de la gente, estar 10 escalones por encima. Yo creo que transmito al público que soy uno de ellos, un chico de barrio que puso toda su voluntad y esfuerzo, que se encerró 20 horas por día en el estudio de grabación, tuvo mucha fe y llegó. Si bien cada uno tiene su personalidad en el fondo somos iguales: humanos que nos sentimos presionados por algunas cosas, tristes por otras, felices de vez en cuando…”. Todo expresado en unas canciones que transmiten verdad y en un mensaje tan de manual de psicología como real: si yo he podido, tú también puedes.

Seis de octubre de 2022. Duki llena cuatro días el estadio de Vélez Sarsfield de Buenos Aires. 45.000 personas por día.
Seis de octubre de 2022. Duki llena cuatro días el estadio de Vélez Sarsfield de Buenos Aires. 45.000 personas por día. GUIDO ADLER

Duki profesa admiración y pasión por los clásicos del rock de su país: Litto Nebbia, Charly García, Spinetta, Miguel Abuelo. “Su visión en las letras era melancólica, introspectiva… Eran muy buenos. Ellos cogieron algo de fuera (el rock americano e inglés de los sesenta) y lo hicieron suyo. Por eso lo llamaron rock nacional. Nosotros hemos hecho lo mismo: agarramos lo de fuera, el rap americano, y lo hicimos nuestro, lo hicimos argentino, le pusimos nuestro sello”.

Además de trabajar con sus padres y su hermano (especialista en sonido y management), Duki comparte también profesión con su pareja, Emilia (Entre Ríos, Argentina, 26 años), otra estrella de lo urbano. La pareja ha compartido canciones y conciertos. Es ahí, en el directo (que se podrá ver en el festival Cala Mijas -Málaga- el 2 de septiembre), donde el argentino cabalga unos kilómetros por delante de los demás.

Líder, dominador y visceral, desde hace tiempo se hace acompañar de una banda potente de músicos: guitarra, bajo y batería. Una excepción en un movimiento que casi siempre apuesta por llevar la música grabada. “Cuando empecé a tocar con banda hubo muchos fans a los que no les gustó. Es que muchos de mis seguidores nunca escucharon rock y quieren la canción como les llega a sus auriculares. No están acostumbrados al sonido de los instrumentos. Lo que siento es que se puede educar al público en cierto sentido”. Y continúa: “Es que yo me veía siendo rockero. Escuchaba a Linkin Park o Fall Out Boy y me imaginaba arriba del escenario, tocando la guitarra y cantando. Era mi sueño, mi forma de ser un superhéroe. La banda te llena el escenario y te da una energía que no tiene la música grabada”.

Termina la entrevista y Duki se queda en el estudio de su discográfica. Unos chicos llevan un rato trasteando con sonidos. Quizá se pase en un rato Bizarrap, que también está de gira por España. Quizá estén inspirados y graben un tema que petará los móviles de millones de jóvenes. Quizá…

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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