Goku nunca se fue: el controvertido legado de ‘Bola de dragón’, la serie de ‘anime’ que reinó en los noventa
La taquilla se rinde a la última entrega cinematográfica de la saga, y la exposición que le dedica el Museu del Còmic de Barcelona se amplía por la gran afluencia de visitantes. Se puede hablar de tendencia
Por sus ondas vitales los reconocerán: en cualquier patio de colegio de España en los años noventa, Bola de dragón fue tan hegemónica como el fútbol (aunque, por supuesto, complementaria con él). Era la época de los desayunos violentos, donde la serie de animación creada por Akira Toriyama compartía horario infantil con los combates de Pressing Catch. Uno podía llegar a clase con toda una surtida gama de emociones experimentadas ya a primera hora del día. “Era una serie que nos hacía sentir. Sentías miedo de Freezer, Piccolo y otros enemigos, tristeza por la muerte de Goku, rabia por la de Krilín, éxtasis con la transformación de Gohan en supersaiyan 2 [una evolución con mayor fuerza] y amor por los personajes. Esas emociones son las que hicieron que nos impactara tanto”, reflexiona Adrián Rios, comisario de la exposición El arte de Dragon Ball en el Museu del Còmic i la Il·lustració de Sant Cugat del Vallès, en Barcelona: una muestra sobre las diferentes etapas del manga y el anime inaugurada el 1 de julio y originalmente destinada a finalizar este mes, si bien, por el éxito de público, ha sido prorrogada hasta octubre como mínimo. Goku ha vuelto, aunque en realidad nunca se fue.
“Hay piezas de las diferentes series, Dragon Ball, Dragon Ball Z, Dragon Ball GT y Dragon Ball Super, pero la muestra está enfocada en los orígenes entre manga y anime”, cuenta Rios a ICON. “En el manga podemos ver los orígenes en Japón, con la revista Shonen Jump, a través de duplicados de sus páginas. Luego está la parte del anime, enfocada con carácter didáctico para que el visitante sepa cómo se hacían los dibujos animados, a través de originales importados de los estudios de la Toei Animation”. El perfil del visitante medio es familiar. Padres que recuerdan con nostalgia su obsesión con las aventuras de Goku e hijos enganchados a las nuevas producciones televisivas y cinematográficas de Toriyama, gracias, cree Rios, a sus “valores universales”: “No podemos convertirnos en supersaiyan, pero la serie anima a dar una mejor versión de nosotros, apreciar la amistad, luchar por causas justas y también dar segundas oportunidades, porque no olvidemos que muchos villanos acaban convirtiéndose en buenos”.
Una fusión de espectadores de distintas generaciones que ha catapultado la carrera comercial de Dragon Ball Super: Super Hero, el vigesimoprimer largometraje de la franquicia, estrenado en España el pasado viernes. En su fin de semana de estreno en Estados Unidos, en plena temporada de taquillazos veraniegos, obtuvo 21,2 millones de dólares (una de las mayores aperturas de un anime hasta la fecha) y lideró la taquilla. Por si hubiera dudas, esa cifra está por encima de lo que consiguió recaudar en toda su trayectoria doméstica Dragonball Evolution, la adaptación estadounidense en imagen real que en 2009 pobló las pesadillas de los fanáticos.
En los cines españoles también ha logrado ser el estreno más visto. La película ya es la segunda más exitosa de toda la historia de Bola de dragón, solo por debajo de Dragon Ball Super: Broly (2018), su entrega inmediatamente anterior. Curiosamente, en la nueva entrega, los dos personajes más emblemáticos, Goku y Vegeta, apenas aparecen en una escena. El título, que puede leerse como una referencia irónica a los principales competidores de Toriyama entre los niños ávidos de acción, encierra una llamativa clave argumental: el regreso del temible Ejército del Lazo Rojo se produce de la mano del nieto del científico Dr. Gero, un joven no tan interesado en el legado de su abuelo (famoso villano de la antigua Dragon Ball Z) como en los superhéroes.
De los elementos característicos de la saga faltan pocos o ninguno: cuenta con varias peleas, especialmente en su espectacular clímax, y se pasean la gran mayoría de personajes conocidos de toda la serie, aunque muchos casi lo hagan solo para saludar. Quizás los espectadores curtidos sí echen en falta la épica y el sentido de la gravedad de la Bola de dragón que vieron en televisión, en la línea de la última serie, Dragon Ball Super (2015-2018), cuyo tono suavizado le costó múltiples críticas de sus incondicionales al principio. Atrás quedó la polémica por la mala calidad en la animación de los primeros capítulos, consecuencia de la externalización y el escaso tiempo de producción, que llevó al estudio Toei a pedir disculpas públicamente y corregir el rumbo.
Un mensaje que apela a todos
Enfrentarse a los problemas en lugar de huir de ellos es uno de los temas vertebradores de la franquicia de Bola de dragón. La serie está encuadrada en el género del nekketsu (literalmente, “sangre caliente”), un tipo de manga y anime caracterizados por ambientarse en mundos de fantasía, contener importantes cantidades de acción y presentar arcos de personajes basados en la autosuperación y la camaradería. Aquí hablamos de una lucha maximalista del bien contra el mal, donde las apariciones de villanos cada vez peores lleva a algunos antiguos enemigos a reciclarse como aliados de Goku. Aunque a primera vista podría parecer irrelevante en su comentario social, en los argumentos de sus historias no es difícil rastrear críticas al racismo o al colonialismo. Freezer, el conquistador de planetas, fue, a su vez, célebremente ideado por Toriyama como denuncia de los especuladores inmobiliarios.
En España, antes de su desembarco en Antena 3, la serie fue emitida por las televisiones autonómicas, algo que también ha vinculado parte de la memoria sentimental en torno a Bola de dragón a los doblajes en sus respectivas lenguas que disfrutaron los niños catalanes, baleares, vascos, gallegos o valencianos. Recientemente, la decisión de la cadena À Punt, de la Comunidad Valenciana, de dejar de emitir reposiciones de la serie por ir contra su “código de valores” levantó controversia: su director general se justificó, entre otras razones, en el tratamiento de las mujeres, que consideraba incompatible con la legislación de género.
No es nada que no haya ocurrido antes: en los noventa la serie no solo fue objeto de duros ataques en parlamentos y en la prensa, sino que se televisó con una importante censura en algunos de sus tramos más violentos y en las innumerables referencias sexuales al personaje femenino Bulma. Por anacrónico que pueda resultar, pese a los muchos cambios en los nuevos episodios y películas, el enfoque de Bulma sí se ha mantenido estable: por ejemplo, en Dragon Ball Super: Super Hero aparece por primera vez a través de un plano detalle de sus nalgas.
Y para estable, el impacto de la serie en la cultura popular, incluso en el plano más mundano. Las imágenes de la sonrisa maliciosa de Vegeta, los fotomontajes del musculoso culo de Broly o memes de Goku con, por ejemplo, una camiseta del Betis son expresiones en redes del lenguaje que mucha gente sigue compartiendo, además de los fanfictions de personas imaginando que mueren y se reencarnan en Gohan o padres que registran a sus hijos con el nombre de Goku Sánchez, como ocurrió en España en 2018. Incluso el denostado rapero Porta pudo disfrutar de un gigantesco éxito viral con una canción de Bola de dragón que supera holgadamente los 100 millones de reproducciones entre sus diferentes versiones en YouTube.
Una publicación clásica de Twitter en nuestro país fue la de David Bisbal consultando a sus seguidores la manera de conseguir los capítulos de Dragon Ball GT (respuesta: no están disponibles en plataformas de streaming, pero toda la serie al completo se encuentra editada en DVD por la distribuidora Selecta Visión). En febrero de este año, con motivo de su dimisión como secretario general del Partido Popular, miles de usuarios reflotaron un tuit del diputado y criptoinversor Teodoro García Egea un día de noviembre de 2012, a las 23:55, con el mensaje “Friser vs picolo” (sic), presumiblemente publicado tras confundir la interfaz de la red social con la de YouTube. Y, en el otro lado del espectro político, fue sonado el caso de un grupo anarquista vegano detenido en 2015 y juzgado por, entre otras razones, escribir “Goku vive, la lucha sigue”, como parte de una acusación de propaganda con fines terroristas.
Segundo autor japonés más traducido después de Haruki Murakami, y sin necesidad de optar al Nobel, nadie duda de que Akira Toriyama forjó una saga con capacidad para marcar transversalmente; aunque sus discutidas representaciones femeninas, no obstante, pueden haber limitado el campo de esa transversalidad al público masculino.
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