Los libros que esperaron cinco siglos tras una pared
Se cumplen dos décadas del hallazgo de los manuscritos que el imán de Cútar escondió alrededor del año 1500 en un muro de su casa, uno de ellos un Corán almohade
Muhammad Al-Ŷayyār sabía de astrología, matemáticas y poesía. Era experto jurista y estaba interesado en las supersticiones y las noticias de la época convulsa que vivía. “Nunca sucedió en todo el mundo / lo que pasó en Al-Ándalus”, recoge uno de sus poemas. Pasó años preso en Sevilla dedicado a copiar libros para el Adelantado de la ciudad, hasta que fue liberado y nombrado alfaquí —experto en leyes— e imán de Aqūṭa, hoy Cútar. Es un municipio malagueño de casi 600 habitantes en la comarca de la Axarquía y entonces una alquería rural de similar tamaño. Allí llegó el 9 de agosto de 1490. Relató en papiros su día a día: juicios de herencias y divorcios, reflexiones personales, la conquista de Granada en 1492 o el terremoto que asoló Málaga poco después. Alrededor del año 1500, obligado a convertirse al cristianismo o abandonar su tierra, decidió lo segundo. Con la esperanza de volver escondió en una pared de su casa tres manuscritos: los dos libros escritos por él y un Corán del siglo XII o XIII. Nunca más se supo de ellos hasta que unos albañiles los localizaron a martillazos.
Permanecieron 500 años ocultos hasta que el 28 de junio de 2003 fueron encontrados durante una reforma. “Fue una sorpresa”, recuerda Magdalena Santiago, propietaria de la vivienda, cuando se cumplen 20 años del hallazgo. “Nadie se esperaba que apareciese algo así”, subraya la mujer, que recuerda que el inmueble casi “se caía”. Entre paja, estaban emparedados en el hueco de una alacena escondida en los anchos muros originales de la casa andalusí. Hay otros libros de la época localizados también tras pasar siglos escondidos en paredes en distintos puntos de la geografía española, pero este Corán es uno de los dos más antiguos descubiertos en España. “Fue un hallazgo extraordinario”, subraya María Isabel Calero, arabista jubilada que hace 20 años dedicó mucho tiempo a estudiar los originales en la Universidad de Málaga.
Hoy, tras su delicada restauración —con papel injertado— se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Málaga, dirigido por la Junta de Andalucía. La administración editó un facsímil del Corán en 2009, que se convirtió en regalo protocolario junto a un trabajo de investigación sobre los tres libros titulado Los manuscritos de Cútar y liderado por Calero. El texto religioso tiene forma cuadrada y data de época almohade, es decir, del siglo XIII. Está elaborado con pergamino a partir de pieles de ternero y oveja. Su relevancia se observa en la decoración: hay cenefas de lacería, nudos salomónicos, conchas y flores en color rojo. La caligrafía tiene tinta negra y verde, generando una luminosa composición que ha sobrevivido al paso de los siglos.
Se barajan dos opciones para explicar que estuviese en manos de Al-Ŷayyār y este se preocupase de ocultarlo tras la prohibición de tener libros de religión musulmana al inicio del siglo XVI. Por un lado, que fuera herencia familiar. Un Corán que pasa de padres a hijos que el heredero quiere conservar a toda costa. La segunda es que perteneciese a la mezquita de Cútar —justo sobre la que se levantó la iglesia actual más tarde— y que, en su papel de imán, decidiera ocultarlo para que no fuese destruido. En cualquier caso, su esperanza era recuperarlo algún día. “La palabra que centra su historia es miedo: a que descubran el manuscrito o a que desaparezca”, subraya Calero, que durante su investigación quedó aún más impresionada por los otros dos manuscritos “llenos de curiosidades” y cuya última anotación es del año 1500.
Al-Ŷayyār es su principal autor, pero hubo más porque hay distintas caligrafías entre sus páginas, cosidas con hilo de lino. Uno de ellos —denominado ahora L14029— está compuesto por 111 folios de papel árabe y su contenido está relacionado con el trabajo del alfaquí, al que Calero define como “un hombre culto, con inquietudes, copista y probablemente de origen urbano”, relata la arabista. Cree que si Al-Ŷayyār fue destinado a Cútar fue por dos motivos: la entrega de Málaga a los Reyes Católicos y la familia de su esposa, Umm al-Fath, que era originaria de allí. En el texto, a modo de capítulos sueltos, se relatan casos que el sabio juzgaba, de repartos de tierras, matrimonios, herencias, disputas vecinales o separaciones. Entre ellas, la de ‘Ā’iša bint al-Qurṭubī, mujer que se divorciaba por segunda vez. También hay páginas dedicadas a las matemáticas —la tabla de multiplicar está redactada al completo— y algunos poemas o el cómputo solar con las fechas del Ramadán.
El segundo libro —llamado L14030, con 134 folios de papel de origen italiano— es más personal. Hay tanto partes que son copiadas de otros libros como sermones (“No cometas injusticia cuando seas poderoso”), cuestiones esotéricas y supersticiosas. Incluye poemas del propio imán. En este códice se recogen, igualmente, noticias que afectaron al autor en lo personal, como la conquista cristiana de Granada y Vélez-Málaga o el terremoto de 1494, del que aclara destruyó “150 casas” en la capital.
Todos se pueden consultar, de manera digital, en una de las salas del centro de interpretación inaugurado el pasado otoño en Cútar. Abre cada fin de semana y recoge multitud de detalles tanto del hallazgo de los manuscritos como de su contexto, cuando el municipio formaba parte de la taha de Comares, de la que solo han llegado al siglo XXI cinco alquerías: los actuales pueblos de Benamargosa, Almáchar y El Borge, además de Comares y Cútar. Todos cercanos entre sí, están unidos por carreteras construidas a base de curvas que recorren un paisaje dominado por mangos, aguacates y un puñado de viejos viñedos. “El entorno ha cambiado, pero el municipio se ha mantenido prácticamente igual a como estaba en tiempos andalusíes”, destaca el alcalde de Cútar, Francisco Ruiz, que este viernes presentará una nueva edición del libro de apeo y repartimientos del siglo XVI.
Tras numerosos sinsabores, el regidor encontró un aliado en Juan Bautista Salado, arqueólogo, experto en Al-Ándalus y director del Museo de Nerja, que se responsabilizó del proyecto expositivo. “La idea es poner en valor los libros, pero también, a través de la información que se extrae de ellos, explicar cómo era la sociedad andalusí y su forma de vida”, relata Salado. El especialista se pregunta por qué nadie pensó en proteger, además de los textos, las paredes en los que fueron encontrados. “La vivienda debió de ser construida, como poco, en el siglo XV y ahora apenas quedan unos muros originales. El resto se tiró en la reforma”, subraya quien cree que la de Al-Ŷayyār es una historia de esperanza, de cómo, a pesar de su expulsión, siempre tuvo la ilusión de volver a recuperar su tierra, su casa y sus libros.
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