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Catriona Ward, la nueva reina del terror

La escritora estadounidense que creció en medio mundo, pasó de lectora de Stephen King a convertirse en una de sus autoras favoritas con novelas que exploran el abismo interior de personajes que temen haberse convertido en monstruos

La escritora estadounidense Catriona Ward, fotografiada en la Plaça del Rei de Barcelona en junio de este año.
La escritora estadounidense Catriona Ward, fotografiada en la Plaça del Rei de Barcelona en junio de este año.Gianluca Battista
Laura Fernández

Cuando tenía 13 años, Catriona Ward (Washington D. C., 42 años), la nueva reina del terror yanqui, la escritora a la que un tuit de Stephen King catapultó al estrellato del horror literario, se topó con un fantasma. Estaba en la cama y recuerda cómo notó, “perfectamente”, una mano “con sus cinco dedos” que la empujaba al suelo. Aterrorizada, la entonces adolescente se metió en la cama de su hermana —que podría perfectamente ser Jack, una de las gemelas protagonistas de su última novela, Sundial (Runas, 2023), pues “se parece tanto a mí que podríamos ser nosotras también gemelas”, dice—, y cerró el pico. No le contó nada a nadie. Creyó que el fantasma se quedaría en aquella casa cuando se fueran. Pero no lo hizo. La siguió, y fue entonces cuando se dijo que tal vez la embrujada era ella.

Ward pasó su infancia yendo de un lado a otro del mundo. Ha vivido en Estados Unidos, Kenia, Madagascar, Yemen y Marruecos. Su padre tenía un empleo en el que cambiaba de destino cada tres años. “Fui una niña solitaria que leía a Stephen King. Siempre me he dicho que sus libros son una especie de lugar seguro para los niños raros y solitarios. Tiene un don para captarnos”, relata en una entrevista esta semana en Barcelona. Así que creció leyendo demasiado, y aislada por completo en la idea de su familia. “Si las familias en mis novelas se comportan como sectas, es porque en cierto sentido pueden llegar a serlo cuando no consigues conectar con nadie más”, explica. Las cosas empezaron a cambiar cuando fue a la universidad. Estudió Literatura Inglesa en Oxford. Quería escribir, pero no podía.

“Quizá fue el respeto por los clásicos. O la sensación de que el de la literatura era un club cerrado en el que no iba a ser jamás bienvenida. El caso es que había escrito mucho de niña y adolescente, pero luego empezó a darme miedo hacerlo”, recuerda. Da un sorbo a un café con leche en una cafetería con vistas a la gótica Plaça del Rei de Barcelona. ¿Y el fantasma? ¿Seguía con ella entonces? “Al final lo conté, mucho tiempo después, y me diagnosticaron parálisis del sueño. Sigue ocurriéndome, pero ahora sé que no es un fantasma”, responde. Y, sin embargo, tal vez sin él no hubiera sido escritora de terror. “Necesité encerrar esos miedos en una jaula. Eso son los libros para un escritor de terror. Jaulas en las que encerrar nuestros miedos, porque ¿sabes? Los escritores de terror le tenemos miedo a todo”, confiesa.

Lo que tiene de especial la narrativa de Catriona Ward, el enorme paso adelante —de gigante endemoniado, pero, a la vez, terriblemente empático— que da lo que escribe, tiene que ver con su voz. O la multiplicidad de ellas. Porque, cuando se lee a Ward, se acaba en la cabeza de aquel que está en el centro de la historia, y es siempre una cabeza que miente o podría estar haciéndolo. El clásico narrador no fiable, nada clásico en su caso. La lectura de cualquiera de sus novelas, empezando por la mutante La última casa de Needless Street (Runas, 2021), se convierte en un viaje repleto de, en sus palabras, “revelaciones”, o de giros inesperados, que el lector vive en primera persona, bajando uno a uno los peldaños del más aterrador y oscurísimo sótano imaginable: uno mismo.

Catriona Ward en Barcelona en junio de 2023.
Catriona Ward en Barcelona en junio de 2023.Gianluca Battista

“Es cierto que mis personajes tienen miedo de convertirse en monstruos. O de serlo sin saberlo. Somos un misterio. El espacio exterior y el espacio interior son los mayores misterios que existen. La maldad no es innata. Y es aterrador no saber de qué está hecha en cada caso. Cómo se llega a ella”, dice. Confiesa que la elección de la primera persona —también en Sundial, y, a ratos, en su otra novela traducida al español, La pequeña Eve, además de en La última casa de Needless Street— tiene que ver con su formación como actriz. “Vivo dentro de los personajes cuando escribo, y me encanta la idea de obligar al lector a encerrarse en la cabeza de alguien y no poder ver la realidad como es, sino como el personaje la imagina”, afirma y sonríe maliciosamente.

También le gusta la idea del fragmento, de que la historia esté hecha de pedazos de historias. “La literatura gótica está hecha de fragmentos de testimonios, y hay algo de eso en lo que escribo”, asegura. En Sundial, su novela más personal —que tiene desde el título un guiño a su admirada Shirley Jackson, pues ella también publicó una llamada así—, hay una madre con dos hijas que creció en el desierto, en Sundial, un ruinoso laboratorio en el que se experimentaba con animales —se intentaban crear perros por control remoto, algo que, “ocurrió de verdad”—, con una tormentosa relación con su hermana, y se viaja del pasado al presente, para evidenciar de qué forma “somos a veces lo que somos por oposición a alguien con quien crecimos”, apunta la escritora.

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Sobre la firma

Laura Fernández
Laura Fernández es escritora. Su última novela, 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus' (Random House), mereció, entre otros, el Ojo Crítico de Narrativa y el Premio Finestres 2021. Es también periodista y crítica literaria y musical, y una apasionada entrevistadora de escritores y analista de series de televisión.

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