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Feria de San Isidro
Crónica
Texto informativo con interpretación

Dramática emoción

Paco Ureña paseó la única oreja de la tarde ante una corrida —la última del ciclo— muy seria, astifina, encastada y desigual de Victorino Martín

Una de las volteretas sufridas por Paco Ureña en el primer toro de la tarde.
Una de las volteretas sufridas por Paco Ureña en el primer toro de la tarde.Borja Sánchez / EFE
Antonio Lorca

Dramática fue la faena de la muleta al primero de la tarde, en la que Paco Ureña sufrió dos impresionantes volteretas que lo dejaron maltrecho, con la taleguilla ensangrentada y la cara demudada, y emocionantísima la pelea del sexto en el último tercio, el toro más serio de la corrida, con dos afilados puñales por pitones, que embistió con fiereza y pujanza, y con el que De Justo no llegó a alcanzar el clímax esperado.

Entre uno y otro, una corrida de Victorino Martín que reclamó la atención de los tendidos en todos los tercios, encastada toda ella con diversos matices, deslucidos unos, desfondados otros, nobles también, que obligaron a los toreros a emplearse a fondo y protagonizar, cada cual en sus formas, una tarde heroica, pues muy valientes hay que ser para salir airosos de una responsabilidad tan comprometida.

Ureña llegó sin resuello al burladero tras la lidia de su primero; sin resuello, magullado, dolorido y sin apenas fuerzas para dar un paso. Una voltereta de película le propinó el toro, muy complicado, cuando pretendía iniciar una tanda con la mano derecha; ya en el suelo, lo tuvo varios segundos a su merced, buscando con fiereza la carne del torero, en un vaivén dramático de los pitones, mientras un remolino de capotes intentaba en vano desviar la atención del toro, encelado con su presa. Un milagro fue que Ureña se levantara y volviera a la pelea. Tras una labor valerosa sin mácula en la que solo pudo brillar el pundonor del hombre, Ureña entró a matar, y en el encuentro fue de nuevo atropellado, el pitón izquierdo enganchó la chaquetilla, y lo zarandeó con fuerza ciclópea, de modo que cuando el torero recuperó la verticalidad volvió a derrumbarse en la arena conmocionado por el descomunal golpetazo. La ovación del público obligó a Ureña a salir hasta el tercio, pero lo hizo demacrado, con un esfuerzo ímprobo para llegar hasta la primera raya.

Después, le cortó la única oreja de la tarde al tercero, al que recibió con tres verónicas a modo de delantales y una buena media. Torerísimos fueron los largos muletazos por bajo con los que inició la faena de muleta ante un toro con clase y codicia que duró poco. A la tercera tanda, esta con la zurda, la bella factura del comienzo se fue difuminando por la falta de fondo del animal. No levantaba el vuelo la faena hasta que Ureña cita con la derecha, el animal se para, levanta la cara y le hace al torero una fotografía que el humano aguantó haciendo de tripas corazón. Ahí cortó la oreja que con el semblante todavía apagado paseó con lentitud. Y el quinto fue complicado y soso, con un viaje corto y la cara alta en cada embestida, con el que Ureña solo pudo demostrar las altas dosis de pundonor que adornan su figura.

El Rey ocupó una barrera y estuvo acompañado por el ministro de Cultura, Miguel Iceta, a la izquierda, y el torero Paco Ojeda.
El Rey ocupó una barrera y estuvo acompañado por el ministro de Cultura, Miguel Iceta, a la izquierda, y el torero Paco Ojeda.Borja Sánchez / EFE

Su compañero de batalla, Emilio de Justo, experimentado en este hierro torista, no acabó de redondear ese triunfo que le brindó —nada fácil, por cierto— el encastado sexto. Ya solo su impresionante estampa ofrecía un desafío muy respetable, y su codicia y fiereza a la hora de perseguir la muleta —escaso temple y excesiva velocidad— no eran las mejores cualidades para enjaretar una faena de premio. Su actuación fue valiente, y firme, trazó algunos muletazos de categoría, pero no hubo esa conexión soñada entre toro y torero. Quizá, quién sabe, no era posible. Cuando acabó su labor solo se escucharon unas tímidas palmas.

Muy larga resultó su faena al segundo, noble y de poca acometividad. Una tanda de cuatro muletazos desmayados con la mano derecha y un trincherazo final fue lo más sobresaliente.

Y en el cuarto se produjo el momento más emotivo de la tarde. Emilio de Justo brindó ese toro a Álvaro de la Calle, sobresaliente de la corrida, y que también ejerció esa labor el Domingo de Ramos del año pasado, cuando De Justo sufrió una gravísima cogida en el primero de la tarde, y De la Calle lidió los cinco restantes. Hubo muchos pases, pero no la obra esperada. El toro humilló en las dos primeras tandas y le costó acudir para que la faena adquiera entidad.

En fin, que la feria de San Isidro acabó y Emilio de Justo —en cuyo haber hay que apuntar dos quites por ceñidas chicuelinas en dos toros de Ureña— no alcanzó la brillantez que se pudiera presumir de su trayectoria, y Ureña, con el lote más desapacible, volvió a demostrar que es torero para más y mejores opciones. Y no desentonó la corrida de Victorino, variada, desigual, pero encastada, fiera y emocionante.

Martín/Ureña, De Justo

Toros de Victorino Martín, muy bien presentados, astifinos, muy serios, cumplidores en varas y juego desigual en la muleta: dificultoso el primero, noble y sin codicia el segundo, desigual el tercero, bravo y sin fondo el cuarto, complicado el quinto, y muy encastado, fiero y exigente el sexto.

Paco Ureña: estocada —aviso— y un descabello (petición y gran ovación); estocada —aviso— (oreja); pinchazo hondo —aviso— y —2º aviso— (palmas).

Emilio de Justo: estocada algo tendida —aviso— (ovación); —aviso— casi entera baja (silencio); dos pinchazos —aviso— y estocada (palmas).

Plaza de Las Ventas. 4 de junio. Corrida de la Prensa de Madrid. Vigésimo tercero y último festejo de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa). Asistió el Rey Felipe VI desde una barrera y los toreros le brindaron sus primeros toros. Estuvo acompañado por el ministro de Cultura, Miquel Iceta, y el torero retirado Paco Ojeda. 

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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