‘Los osos no existen’: no entiendo el cine del perseguido Jafar Panahi
Tiene mucho mérito el tesón para sobrevivir, cuando su acorralamiento es permanente, de este director, pero no le pillo la gracia ni entro en su particular universo
Tiene mucho mérito el tesón para sobrevivir, cuando su acorralamiento es permanente, de un director iraní llamado Jafar Panahi. Los nazis barbudos que controlan el país a sangre y fuego y hacen la vida imposible a los disidentes, a las mujeres que reclaman incontestables derechos, a todos los no quieren agachar la cabeza y se atreven a desafiar al poder, se lo están jugando todo, incluida su cabeza. Panahi fue condenado a cinco años de arresto domiciliario, no le permiten salir del país, tiene complicadísimo o imposible trabajar en su profesión, que consiste en rodar películas.
Resulta obvio que lamentes y te indigne su situación personal, que cualquier persona con dos dedos de frente y un poco de corazón celebre que se acabe cuanto antes su aislamiento, su condición de apestado, que le dejen en paz después de tan largo calvario. En los últimos tiempos se las ha ingeniado para parir con recursos mínimos Los osos no existen, utilizando la frontera, narrando dos historias paralelas a la vez que tienen mucho en común, aunque se desarrollen en Turquía y en una aldea de Irán. Y su autoría es total. La escribe, produce, dirige y protagoniza. Ha recibido premios golosos en los festivales y múltiples elogios de la crítica.
A pesar de mi escasa sensibilidad para apreciar la belleza y la originalidad del cine iraní, hiperpromocionado durante mucho tiempo y asistente fijo en los festivales, existe un director que me interesa siempre. Es Asghar Farhadi, autor de la magistral Nader y Simin, una separación. Tampoco he logrado conectar nunca con el cine de Jafar Panahi. No le pillo la gracia ni entro en su particular universo, con el que otros espectadores tanto disfrutan. Con Los osos no existen me sigue ocurriendo lo mismo. El argumento pretende ser complejo, pero me resulta confuso. Anodino a ratos. Y tediosa la realización. Y desearía todo lo contrario, pensando en las durísimas circunstancias que padece su autor. Pero intento no confundir el arte con las buenas intenciones. Ojalá que Panahi recobre su libertad. Pero su cine, tan personal él, no me provoca ninguna sensación inolvidable.
Ante una sequía con pinta de interminable (solo guardo en mi retina y en mi memoria de los últimos meses o años las hermosas Las ocho montañas y Una bonita mañana) veré la reposición en el cine, en una sala grande, a oscuras, una versión remasterizada en 4K de Toro salvaje. O sea, la mejor visión y audición de una obra maestra en el escenario natural. Me la sé plano a plano, también sus diálogos, quedo hipnotizado cada vez que retorno a ella. La filmación de las secuencias de boxeo provocan miedo y fascinación, poseen una fisicidad y una violencia que hacen daño. Y no puedes apartar los ojos de su desagradable protagonista, ese Jake La Motta especializado en joder su vida, paranoico, celoso, suspicaz, maltratador, al borde o inmerso en sus tinieblas interiores, en progresiva autodestrucción a pesar de haber logrado ser campeón, tener una familia y una vida confortable, perdiendo a su entregado y fidelísimo hermano, perdiéndolo todo, haciendo parodias de su propio personaje en algún club cochambroso para seguir tirando. De Niro está prodigioso Interpretando a alguien que tiene enferma el alma y la cabeza, que rozó el cielo y acabó habitando el infierno. Menos mal que nos queda el gran cine de siempre.
Los osos no existen
Dirección: Jafar Panahi.
Intérpretes: Jafar Panahi, Naser Hashemi, Vahid Mobasheri, Mina Kavani.
Género: drama. Irán, 2022.
Duración: 106 minutos.
Estreno: 2 de junio.
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