_
_
_
_
Morante de la Puebla
Crónica
Texto informativo con interpretación

Morante, un rabo, y el amor propio

El torero, amenazado en su podio, no admite competencia y se empeñó en demostrar a todos que él es el artista más grande

El torero Morante de la Puebla saliendo ayer a hombros por la Puerta del Príncipe.
El torero Morante de la Puebla saliendo ayer a hombros por la Puerta del Príncipe.Julio Muñoz Efe
Antonio Lorca

Morante ya está donde debe estar: en el corazón de la Sevilla más sentimental y en el frontispicio de la tauromaquia de todos los tiempos. El rabo que cortó este miércoles en La Maestranza es como el Premio Cervantes del arte del toreo, el reconocimiento de que este hombre excéntrico, veleidoso, enamorado del pasado, extraño, singular, aparentemente bohemio, díscolo, extravagante a veces y de gran vida interior es un torero de cuna que nació artista.

Ha tardado 24 años en repetir la salida por la Puerta del Príncipe, ha sufrido vaivenes en su alma que amenazaron con expulsarlo del laberinto de la fiesta, ha sido un torero irregular en su carrera, con días contados muy luminosos y largas y oscuras travesías, y ha tenido que ser en la madurez cuando una llamarada de inspiración le ha sorprendido trabajando.

El fiasco de la encerrona en El Puerto de Santa María con seis toros de Prieto de la Cal, en agosto de 2021, fue la sorprendente paradoja que le llevó a un compromiso personal con la fiesta, a esas 100 corridas al año siguiente, y al protagonismo casi exclusivo del arte taurino.

Y la razón última hay que buscarla en su amor propio. Morante, mal que bien, gozaba del beneplácito de la afición, que lo consideraba el dueño del pellizco. Y en esto que llegan dos jóvenes toreros, Pablo Aguado y Juan Ortega, que amenazan su cetro con una concepción taurina tan honda como sentida.

Nació la raza, la casta, el orgullo hasta entonces dormido de un maestro que descansaba en su zona de confort sin depredadores a la vista. Ahí surgió la rebeldía de un torero con sangre en las venas, y llegaron los resonados triunfos de la Feria de San Miguel de 2021, de la Feria de Abril del año siguiente, de San Isidro…

El torero Morante de la Puebla en el Hotel Palacio del Retiro (Madrid).
El torero Morante de la Puebla en el Hotel Palacio del Retiro (Madrid).KIKE PARA

Solo él sabrá cuál era este miércoles su ánimo al hacer el paseíllo en La Maestranza tras el irrespetuoso lance que protagonizó en la misma plaza el lunes, cuando insultó al presidente porque no le concedió una oreja. Lo cierto es que Juan Ortega, ese muchacho que maneja el capote como los ángeles y tiene la virtud de aminorar el empuje de los toros con sus muñecas, volvió loca a la plaza de Sevilla en el recibo a su primer toro. Y Morante, de nuevo amenazado en su podio, no lo podía consentir. Se removió, entonces, el genio en la lámpara y se empeñó en demostrar a todos que el artista más grande es él y que no admite competencia alguna.

Así, Morante, tomó el capote y pintó verónicas sin par, hizo de la vulgaridad de las tafalleras un monumento a la despaciosidad y el embrujo del toreo, dignificó las gaoneras, se enroscó sobre sí mismo en las chicuelinas, y acabó el cuadro con inenarrables naturales, derechazos antológicos y una estocada de libro. Lo dicho, un artista que hace lo mismo que los demás pero de un modo radicalmente diferente.

José Antonio Morante Camacho cumplió la temporada pasada 25 años como matador de toros (tomó la alternativa en Burgos el 29 de junio de 1997). Tiene 43 años, es natural del pueblo sevillano de La Puebla del Río, y desde su más tierna infancia está ligado a los toros.

Siempre se le ha considerado un torero diferente y un privilegiado con los engaños en las manos. Su carrera es larga y ha sido tortuosa; su ánimo es frágil, él mismo ha reconocido que ha recibido tratamiento por problemas psíquicos, que le llevaron en 2004 a su primera retirada de los ruedos; después, en dos ocasiones más, ha colgado momentáneamente el traje de luces desencantado, según sus propias palabras, con el devenir de la fiesta.

Morante de la Puebla en la feria en Jerez de la Frontera.
Morante de la Puebla en la feria en Jerez de la Frontera.Alejandro Ruesga

Admirador apasionado de la figura mítica de Joselito el Gallo, (en 2015 compró los enseres de su despacho y lo mantiene como una reliquia en su casa), le obsesionan el pasado y la tradición y rechaza la modernidad; de ahí que mantenga una estrecha relación personal con los dirigentes de Vox. En verdad, es un torero del siglo XXI encerrado en una lámpara de principios del siglo XX. “En el toreo hay que mirar hacia atrás y no hacia adelante. Ser moderno no casa con esta profesión”, decía en este periódico en 2021. “Yo soy un hombre tradicional”, añadía, “y esa idea de que la fiesta tiene que reinventarse me parece un horror”.

Morante se ha casado dos veces, tiene tres hijos y sigue viviendo en su pueblo, en una finca con placita de toros y campo de fútbol, a la orilla misma del río Guadalquivir.

Sea como fuere, ni como persona ni como torero deja indiferente a nadie, ni se reprime para encararse con el director del Centro de Asuntos Taurinos de Madrid por el supuesto mal estado del ruedo de Las Ventas, para decirle al presidente de La Maestranza que no tiene vergüenza porque considera que injustamente le ha negado una oreja o para enardecer hasta la exaltación al público con capote y muleta.

El torero Morante de la Puebla en los bajos del puente de Triana.
El torero Morante de la Puebla en los bajos del puente de Triana.Alejandro Ruesga Sanchez

Ese es Morante de la Puebla, que cautiva con su misterio, con esas formas siempre novedosas que ponen a todos la piel de gallina. Como sucedió ayer, cuando la emoción corrió como la pólvora por los tendidos, la felicidad se instaló en La Maestranza, y, desde entonces, Sevilla toda tiene otro color.

No es solo que el rabo sea un hecho histórico, que lo es —el presidente, eso sí, parecía el primer interesado en concederlo—, sino la confirmación de que el toreo es un arte y Morante es su gran representante en la tierra.

Salió a hombros de una multitud enloquecida por el embrujo, la policía local cortó el tráfico en las calles adyacentes, y así, en andas, como si fuera un paso de palio, lo llevaron hasta el hotel.

Y ahora qué… Ahora, a gozar con los recuerdos, que el arte del toreo es tan intenso como efímero. He ahí, quizá, su grandeza.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_