Patrizia Sandretto, coleccionista: “El arte contemporáneo interpreta las urgencias del presente”
Una exposición en el Palazzo Strozzi celebra en Florencia la incansable labor de mecenazgo de esta italiana, impulsora del talento de artistas emergentes durante 30 años
En el centro histórico de la ciudad de los mecenas se erige el monumental Palazzo Strozzi, una joya de la arquitectura del siglo XV que supo reencarnarse en palpitante corazón de la escena cultural italiana. Detrás de sus grandiosos portales, el visitante esperaría encontrarse con una escultura renacentista, pero en su lugar, el patio exhibe con desenfado un gigantesco cohete metálico que rebosa las paredes del edificio. Es una obra de la artista polaca Goshka Macuga, propiedad de Patrizia Sandretto Re Rebaudengo y forma parte de la muestra Reaching for the Stars (Alcanzando a las estrellas). “Es un viaje a través de 30 años de descubrimiento e investigación en el arte contemporáneo”, explica Arturo Galansino, director de la fundación y comisario de la exposición. Y esa viajera es Sandretto Re Rebaudengo, una de las figuras más relevantes del coleccionismo global.
Su presencia, siempre elegante, siempre coronada con un broche o un collar que escoge entre los más de mil accesorios vintage que atesora, es inconfundible en cualquier feria internacional, exposición o galería de arte. En su colección, y en la Fondazione Re Rebaudengo, cristalizan la variedad y la evolución de las tendencias actuales. “El arte contemporáneo es una herramienta para entender el mundo en que vivimos. Interpreta las urgencias del presente y propone perspectivas inesperadas”, dice la empresaria y mecenas afincada en Turín, donde nació en 1969.
Los imponentes espacios del palazzo interactúan con un universo de 70 piezas de la colección de Sandretto, entre las que se cuentan obras basales, como 1000 Names, de Anish Kapoor: Love, de Damien Hirst, o una amplia selección de piezas de Maurizio Cattelan, figura crucial en el mapa artístico italiano de los años noventa y la década de los dos mil.
En el recorrido por la exposición (hasta el 18 de junio), Sandretto desplegó su conocimiento del arte contemporáneo y un perenne entusiasmo por abrir las puertas de su acervo al público. “Nunca he pensado en mi colección como algo encerrado en un almacén o en mi casa. Más bien, la imagino como una narración, entrelazada a su vez con muchas historias, que me gustaría que la gente pudiera escuchar, comprender, interpretar”, dice.
La charla, que discurrió en italiano, inglés y un fluido español, recorrió su peripecia, desde sus inicios en el mundo del coleccionismo hasta su visión sobre el futuro de la fundación que lidera. “Desde el principio, he comprendido que el arte contemporáneo no se limita a una función formal, estética, relacionada con la belleza, sino que desempeña un importante papel cultural, social, crítico y político. La colección se ha convertido en una herramienta para entrar en contacto con las culturas y escenas artísticas de nuestro país y del mundo, como una lente para comprender la complejidad de la realidad que nos rodea”.
Sandretto empezó en 1992. Su madre era aficionada a las porcelanas de Sèvres y Meissen, mientras que su padre se volcó en los objetos históricos de plástico de fines del XIX. Ella eligió un recorrido propio. Londres fue la primera escala de su aventura en el arte contemporáneo. El fundador de la Lisson Gallery, Nicholas Logsdail, la invitó a los atelieres de Julian Opie y Anish Kapoor, ganador del Premio Turner en 1991. “Aún hoy, mi colección se basa en un diálogo con el artista y en un conocimiento profundo de sus investigaciones”.
Encontró en los artistas de su generación un territorio estético e intelectual en común, que ha cultivado a lo largo de tres décadas. “Coleccionar arte contemporáneo significa conocer directamente a los artistas y establecer relaciones amistosas con muchos de ellos; es un privilegio que nunca habría tenido si me hubiera interesado por el arte antiguo o el de la primera mitad del siglo XX”. Y esos vínculos han decantado en una mirada singular sobre su labor de mecenazgo: “Nunca he entendido el coleccionismo como una forma de especulación”.
Su acercamiento al arte cobró muy pronto forma en un proyecto que trascendió los límites del coleccionismo privado, a través de la Fondazione Sandretto Re Rebaudengo. Desde 1995, la organización, situada en una antigua fábrica de neumáticos en Turín, se convirtió en un punto neurálgico de exposiciones temporales, residencias artísticas y proyectos de escala internacional, como la gran instalación de vídeos Electric Earth (1999), de Doug Aitken, presentada en la Bienal de Venecia. El artista describió a Patrizia como “una especie de caballo de Troya”; detrás de su apariencia elegante y apacible, “hay alguien que apoya los extremos de la creación artística”.
Escena británica
Las primeras líneas maestras de la colección se estructuraron alrededor de la escena británica, el arte italiano y la fotografía. Sandretto Re Rebaudengo también se enfocó en el arte femenino, para lo cual contó con la aportación de Ida Gianelli, directora del Castello di Rivoli de Turín, entonces el único museo de arte contemporáneo de Italia; y la galerista Monika Sprüth. Resultaron dos mentoras fundamentales. ”Con el tiempo, la subdivisión se ha ido atenuando a favor de intereses más amplios, determinados por el propio curso del arte, por la ampliación perceptible del público artístico, cada vez más abierto y global”. Esa cualidad es una marca de origen en una colección que se transforma al pulso del presente. “Una colección es una historia que fluye a través de episodios, encuentros, un hilo rojo que une la biografía del coleccionista a la de los artistas, sus estudios, sus ciudades”.
Con miras a expandir los horizontes de la fundación, Sandretto pensó en España como su próximo enclave. Confiesa que su amor por este país se remonta a los veraneos de su infancia en Cadaqués. Ya inmersa en el mundo del arte, se convirtió en una presencia habitual de la feria Arco y en 2017 proyectó hacer base también en Madrid. Considera a la capital como “un puente hacia el mundo, con especial atención a América Latina, que hoy desempeña un papel importante en la escena del arte contemporáneo”.
A pesar de que una serie de desavenencias con el Ayuntamiento actual impidieron concretar un acuerdo firmado en 2017 con el de Manuela Carmena, que incluía un espacio en el centro cultural Matadero, Sandretto Re Rebaudengo mantuvo el espíritu del proyecto. La muestra de Ian Cheng en la Fundación de Castro, la obra del brasileño Lucas Arruda en el Ateneo de Madrid y la cuarta edición del programa de residencias para jóvenes comisarios, son algunas de las iniciativas que ha impulsado bajo esta modalidad. “La idea es trabajar en una dirección que nos permita encontrar siempre el espacio perfecto para el artista perfecto”.
Mientras tanto, ha encontrado un segundo hogar para su institución, a partir de la adquisición de la Isla San Giacomo, en Venecia. “Esta pequeña franja de tierra en medio de la laguna es una trama de historias antiguas y un precioso entorno natural. Desde hace tres años, la isla se ha convertido para mí en un lugar de ensueño”.
El espacio está concebido, tanto desde lo material como lo conceptual, en diálogo con su entorno. “La Isla de San Giacomo será completamente autosuficiente en términos energéticos, un centro ecosostenible donde se abordarán las cuestiones cruciales del cambio climático y el medio ambiente a través del arte”.
Junto a su esposo, Agostino Re Rebaudengo, emprendieron las obras de restauración para convertir lo que fue un monasterio centenario en un epicentro de actividades culturales y artísticas, que esperan tener listo para la próxima edición de la Bienal de Venecia, en 2024. ”De cara al futuro, concibo la isla como un pequeño puerto, donde puedan atracar y luego zarpar ideas, reflexiones y actos concretos inspirados en el arte de nuestro tiempo”, afirma.
De vuelta a la tierra florentina, la conversación se muda durante la cena del terreno del arte al familiar. A la mesa se unen su marido y sus hijos, Eugenio y Emilio, quienes forman parte de su patronato. A la pregunta de qué sucederá con su colección, responde sin dudarlo: “Mis hijos se ocuparán de todo”. Posiblemente, ellos trazarán su propio mapa. Porque, como dice su madre: “Una colección nunca está completa”.
Babelia
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