Yllana lanza una tormenta de humor ácido contra la lluvia ácida
La veterana compañía teatral estrena ‘Greenpiss’, una obra gestual y onomatopéyica que satiriza el ecologismo, la contaminación, el cambio climático, las macrogranjas y hasta a Greta Thunberg
Vertidos incontrolados, emergencia climática, deforestación, plásticos que ahogan los océanos, animales explotados en macrogranjas... La situación ecológica de la Tierra es terrorífica hasta el punto de haber creado una nueva dolencia, la ecoansiedad, un trastorno que sufren sobre todo quienes luchan en primera línea el cambio climático. Frente a ese panorama desolador, la compañía de teatro Yllana propone meter todos esos elementos en la coctelera de su humor irreverente y mordaz para satirizar nuestros miedos ecológicos. El resultado es Greenpiss, una obra gestual y onomatopéyica que se acaba de estrenar en el teatro Infanta Isabel de Madrid y que consigue arrancar carcajadas desde su inicio a base de transitar por la crítica más salvaje al modo de vida actual. Humor ácido contra la lluvia ácida.
Por la escena van desfilando desde ecologistas torpes con sus enormes contradicciones —alguno no sabe reciclar— hasta malvados empresarios contaminadores. “El empresario está muy exagerado, es gordo, malo, tiene mala leche, no tiene empatía, contamina sin importarle... Por eso el público se suele poner de parte de los ecologistas y grita consignas a favor de ellos”, explica al teléfono Fidel Fernández (Madrid, 57 años), el actor que precisamente da vida a este personaje, que según él, “está inspirado en una mezcla entre Jesús Gil, Donald Trump y Jair Bolsonaro”.
Fernández, miembro fundador de Yllana desde la creación del grupo en 1991, también interpreta a la activista Greta Thunberg, que en la obra vive una situación diferente a lo habitual. “Lo normal es ver a esta activista dando conferencias, manifestándose, luchando por salvar el planeta... Pero a nosotros nos gusta el humor negro, así que intentamos buscar su lado canalla e incluso psicópata, y nos quedamos con una adolescente que se enamora de otro adolescente que es lo contrario a ella y hace locuras por él”, señala el intérprete.
Los cuatro actores sobre el escenario (Luis Cao, Juanfran Dorado, Jony Elías y el propio Fernández; en ocasiones se alternan con Raúl Cano) se transmutan en infinidad de personajes, de activistas a gallinas y de nadadores a jueces. ”Buscábamos cómo satirizar el maltrato animal y rápidamente nos vino la idea de una macrogranja de gallinas donde no pueden ni respirar y donde someten a los animales a tratamientos de engorde. Y en esa situación tan extrema, buscamos la comedia”, apunta Fernández. Es uno de los gags más conseguidos y con el que el público más se divierte.
Uno de los disfraces más espectaculares del montaje es el de árbol, que utilizan en una escena en la que critican las talas indiscriminadas. El gag gana en intensidad al representarse en Madrid, donde muchos ciudadanos protestan frente a los planes de la presidenta Ayuso y el alcalde Almeida de cortar árboles y denuncian que los alcorques se quedan vacíos para hacer sitio a coches y terrazas. “Estamos volviendo para atrás, hay talas indiscriminadas incluso en las ciudades, plazas que son asfalto total, sin árboles ni sombra. Eso lo denunciamos en la escena, aunque al final le damos un giro y, cuando el árbol descubre que va a ser convertido en mueble, hacemos que se convierta en drag queen y se vaya de fiesta antes de morir”, explica el actor.
¿Se debe hacer humor con este tema tan dramático? “Puedes reírte de todo, películas como La vida es bella o El gran dictador ironizaban sobre el nazismo. Todo está hecho por el ser humano. Creemos que a través del humor se puede hacer una reflexión muy profunda sobre el ecologismo. Además, el público toma partido durante la obra, la gente se identifica. Es bueno hacer humor sobre temas que no son divertidos, como la contaminación o la muerte”, apunta Fernández. De hecho, uno de los espectáculos más rompedores de Yllana, 666, bromeaba precisamente sobre la pena de muerte.
Sorprende que en un espectáculo gestual donde tan solo se escuchan onomatopeyas —y la frase Save the planet (salvad el planeta)— el público se meta tanto en la obra y tome partido por unos personajes frente a otros: aplausos para los ecologistas, aunque sean torpes, abucheos contra empresarios contaminadores y jueces corruptos, al estilo de los espectáculos de títeres infantiles callejeros. Una hora y media de humor ácido para luchar contra la ecoansiedad.
Greenpiss estará en el Infanta Isabel —el teatro Alfil de Madrid, que la compañía gestiona, se les ha quedado pequeño— hasta el 26 de marzo, y luego seguirá de gira por varias localidades españolas.
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