De Brendan Fraser y Ke Huy Quan a Marlon Brando: los regresos que enamoran a Hollywood
Los dos candidatos a los próximos Oscar son los últimos ejemplos de intérpretes que alternan ascensos meteóricos, épocas de olvido y un glorioso renacimiento
Brendan Fraser dice que tiene un superpoder: “Suelto bromas para desviar la atención”. Pero ni ese talento puede valerle estos días en los que tantos focos del cine han vuelto a centrarse en él. Compañeros de profesión, medios y seguidores no paran de celebrar su regreso. Y eso que él insiste en que nunca se había ido. “No estaba tan lejos, sigo aquí. No es tan fácil librarse de mí”, sonreía en septiembre ante un grupo de periodistas internacionales, en el pasado Festival de Venecia, donde se estrenó su último trabajo, La ballena, de Darren Aronofsky, que llega ahora a las salas españolas.
Puede que el actor de La momia y George de la jungla tenga razón: aunque en los últimos años su estrella no brilló como a principios de siglo, ha seguido apareciendo en series y filmes independientes. Pero, a la vez, también es cierto que nunca uno de sus papeles había recibido tantos aplausos, atención y reconocimientos. El tipo simpático y atractivo de tantos largos de acción y comedias puede emocionar en un drama; está dispuesto a engordar y pegarse cada día desde las cuatro de la madrugada unas cuantas prótesis para meterse en la piel de un obeso profesor encerrado en su cuerpo y su casa, en busca de una última oportunidad de hacer algo bueno en la vida; y no solo ha logrado a nominación al Oscar al mejor actor protagonista, sino que encara la gala como favorito.
A falta de la estatuilla, la candidatura reconoce la persistencia de una larga trayectoria; la valentía de un actor que en 2018 se atrevió a denunciar públicamente lo que sufrió en 2003 a mano del entonces presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, Philip Berk, cuando este se acercó a saludarle: “Me tocó el perineo con un dedo y empezó a moverlo”; la capacidad de sobreponerse a la depresión que siguió, a muchas lesiones físicas, un divorcio y la certeza, por su parte, de que aquel episodio había frenado su carrera; y, de paso, también la amabilidad de la que el intérprete hizo gala en la conversación en Venecia: con una voz frágil, casi susurrada, dio una y otra vez las gracias a la gente “tan talentosa” con la que trabajó en La ballena; se mostró como el primer “incrédulo” de haber trabajado con Danny Boyle, Aronofsky, Martin Scorsese o Steven Soderbergh; avisó de que en la vida real alguien como su personaje acabaría ignorado por la mayoría; y celebró la tolerancia y la empatía que embeben la película, igual que la importancia de tener una segunda oportunidad.
Él, desde luego, ha aprovechado la que le concedió Aronofsky. Aunque la historia del cine y la televisión está llena de idas y vueltas. Ascenso meteórico, estrellato, caída (en el olvido, al infierno…) y regreso desde las cenizas. He aquí una de las recetas que más gustan a Hollywood. Tanto que hay ejemplos de sobra también en el mundo real. El más reciente acudirá el próximo 12 de marzo a la misma gala que Fraser: Ke Huy Quan también está nominado, como intérprete de reparto. Porque, tras hacerse popular en los ochenta entre Los Goonies y el personaje de Tapón en Indiana Jones y el templo maldito, el actor apenas volvió a dejar rastros, al menos para el gran público. Hasta que, ahora, su participación en Todo a la vez en todas partes, que lidera la carrera hacia los Oscar con 11 candidaturas, lo ha catapultado de nuevo bajo los focos.
Mientras, Quan ya se ha llevado un Globo de Oro por su papel. Y en la gala del pasado 11 de enero, en la que Fraser explicó su ausencia con la frase “mi madre no ha criado a un hipócrita”, hubo otro retorno sonado con premio incluido. Jennifer Coolidge fue elegida como mejor actriz de reparto de una miniserie, por The White Lotus. Y ella misma, en un discurso tan emotivo como celebrado en las redes, repasó los altibajos de su trayectoria: el éxito de Una rubia muy legal, su papel de culto de la madre en la saga de American Pie y, a la vez, todos los “pequeños papeles” que mantuvieron a flote su carrera durante años. Hasta su nueva gran noche. “Tenía grandes sueños y grandes esperanzas cuando era una joven, pero se diluyeron por la vida. Creía que sería reina de Mónaco pero alguien lo hizo en mi lugar. Tenía esas ideas gigantes y entonces te haces mayor y piensas que ninguna de estas mierdas va a suceder. Y sólo quiero decir que, Mike White [el creador de la serie], me diste esperanza, me diste un nuevo comienzo”, aseguró desde el escenario.
Las palabras que profirió Matthew McConaughey con un Oscar en la mano, en 2014 por Dallas Buyers Club, también se hicieron virales. Para algunos, porque directamente no entendieron un discurso que resultó a ratos caótico. A otros les chocó que sentenciara que, a lo largo de su vida, su héroe había sido él mismo “dentro de 10 años”. Pero, más en general, aquel momento marcó el definitivo punto de inflexión entre el sex symbol de Tiempo de matar y tantas comedias románticas y uno de los intérpretes más respetados de Hollywood: ahí están Mud, El lobo de Wall Street, Interstellar o la primera temporada de True Detective, como demostración. Hasta se acuñó un término, McConaissance, para definir el renacimiento del actor. De ahí que hoy también se hable de Brenaissance para Fraser.
A Robert Downey Jr. nunca le han dado un Oscar. Estuvo cerca, eso sí, cuando recibió una nominación por Chaplin, en 1993. En esos años, el intérprete se hacía notar como una de las jóvenes estrellas más intrigantes, entre El fugitivo, Asesinos natos o U.S. Marshals. A la vez, sin embargo, muchas de aquellas promesas se fueron diluyendo en su adicción al alcohol e, incluso, terminaron recluidas en la cárcel. Hasta que, poco a poco, empezó una nueva escalada hacia el Olimpo: Kiss Kiss, Bang Bang; Zodiac, su segunda nominación al Oscar por Tropic Thunder y, sobre todo, Iron Man, en 2008. La armadura del Hombre de Hierro le gustó tanto que no volvió a quitársela en una década, salvo para vestir un par de veces la gabardina de Sherlock Holmes. Y, mientras, no paró de acumular éxitos en taquilla, titulares, adoración de los seguidores y el título, un año tras otro, de actor mejor pagado de Hollywood. Pronto se le verá de nuevo como el célebre detective. Y también en Oppenheimer, de Cristopher Nolan.
El recorrido de Michael Keaton, de alguna forma, procedió justo al revés. Encarnar a Batman, en 1989 y 1992, supuso la consagración de un actor que entreveía, por delante, un futuro extraordinario. Justo cuando parecía despegar las alas, sin embargo, el hombre que había sido el murciélago cayó en el olvido. Tal vez su presencia en Jackie Brown suponga lo más destacado en las dos décadas posteriores. Hasta que otro héroe mucho más extraño, el peculiar protagonista de Birdman, le permitió retomar el vuelo, con primera nominación al Oscar incluida, en 2015. A partir de ahí han venido Spotlight, El fundador, El juicio de los 7 de Chicago o la serie Dopesick, que le dio además un premio Emmy.
La televisión también contribuyó al rescate de Winona Ryder. Difícil imaginar, a mediados de los noventa, que la actriz que se plantaba dos veces seguidas entre las finalistas de los Oscar (La edad de la inocencia y Mujercitas) no estuviera destinada a seguir en la cresta de la ola. Ahí estaban también éxitos de crítica o comerciales como Inocencia interrumpida, Bitelchús, Eduardo Manostijeras o Escuela de jóvenes asesinos para reforzar la tesis. Y, sin embargo, cuando la serie Stranger Things le entregó uno de los papeles más relevantes, no se habló de continuidad, sino de sorprendente regreso. O de nueva resurrección de otra actriz que también había pasado una detención. La cálida bienvenida que recibió, eso sí, demostraba que el afecto de los seguidores seguía intacto.
Los años y los golpes, en cambio, dejaron muy dañados la carrera y el cuerpo de Mickey Rourke. Cuando el joven tan misterioso y fascinante de La ley de la calle, Nueve semanas y media, Legítima defensa o Fuego en el cuerpo se entregó al boxeo por encima del cine, demostró que era de verdad el tipo duro que encarnaba en algunos filmes. Pero, a la vez, terminó machacando su físico y su rostro a fuerza de lesiones. Las detenciones (una, en 1994, por atacar a su entonces pareja Carré Otis, como recuerda The New York Times) tampoco mejoraron su imagen. De ahí que pocos apostaran realmente por él hasta que le rescató el mismo director que ofreció otra oportunidad a Brendan Fraser: muchos consideran El luchador, de Darren Aronofsky, la mejor interpretación de la carrera de Rourke. Y la única, desde luego, que le permitió una candidatura a los Oscar. Desde entonces, se le ha visto en Sin City o Man of God, entre otras películas.
Las idas y venidas, en realidad, no son cosa solo del presente. Y muchos medios de EE UU incluyen en sus listas a dos nombres chocantes: Marlon Brando y Katharine Hepburn. He aquí tal vez los dos mejores actores que el cine haya conocido jamás. Resulta, sin embargo, que hasta los dioses sufren caídas y tienen que levantarse. Para entender el recorrido del primero, se pueden seguir sus nominaciones a los Oscar: una al año, entre 1952 y 1955, con la victoria por La ley del silencio. Otra, en 1958, por Sayonara. Y luego, tres lustros de ausencia y fracasos comerciales. Nadie pondría en duda hoy el talento de Brando. Y, sin embargo, se cuenta que Francis Ford Coppola tuvo que pelear a fondo para convencer a sus productores de que nadie encarnaría mejor a don Vito Corleone en El padrino. La respuesta esta vez no está solo en la estatuilla que obtuvo, y que no fue a recoger, sino en algo mucho más grande: la historia del cine.
Y ahí habita también el mito de Katharine Hepburn. Con Brando, además, comparte la victoria de un Oscar sin estar presente en la gala. Sucedió en 1934, por Gloria de un día. Un año antes, también había rodado otra de sus obras más célebres, Las cuatro hermanitas. Luego, sin embargo, filmes como Olivia, Sangre gitana o Corazones rotos no enamoraron a la taquilla. Aunque, incluso si se quiere aceptar que Hepburn tuvo algún año más en la sombra, lo cierto es que apenas duró: Historias de Filadelfia o La mujer del año se estrenaron poco después. A partir de ahí, el resto es leyenda.
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