¡Haremos mucho cine!
La productora y amiga del cineasta fallecido recuerda las últimas palabras que desde la lucidez le dijo Villaronga después de hablar sobre la muerte con el ejemplar de ‘El libro tibetano de los muertos’ en la mano
Estas fueron las últimas palabras que desde la lucidez me dijo Agustí Villaronga después de hablar serenamente sobre la muerte con el ejemplar de El libro tibetano de los muertos que le acompañaba. La muerte era una posibilidad... pero, ¿y si no mueres?, le dije. Rió: “¡Entonces, haremos mucho cine!”. Luego el maldito cáncer se precipitó violentamente y le durmieron y quedó, con aquel aire de príncipe encantado que siempre tuvo, tan bello él, como si de repente pudiese abrir los ojos después de un breve descanso de rodaje e ir corriendo hacia el plató, con todo perfectamente planificado y el equipo atento esperando sus órdenes con admiración.
Y los actores, ¡dios, cómo los dirigía! Preguntadles a ellas, a ellos, a las criaturas, cómo les motivaba a actuar, con órdenes suaves, pero firmes, quizás porque recordaba su etapa de actor cuando este oye tenso la palabra “acción” y sabe que lo que exprese en aquel momento, en cine, queda grabado para siempre.
Agustí hizo un cine muy diverso, conmigo compartió la trilogía sobre la Guerra Civil escrita por tres grandes autores de la literatura catalana: El mar, de Blai Bonet; Pa negre, de Emili Teixidor, e Incerta glòria, de Joan Sales. Las rodamos en catalán, que era su lengua materna, y a través de ellas conectó con su tradición cultural más próxima, la de la cultura catalana, se agarró a las raíces y esas fueron las películas que le llevaron más lejos.
Con El mar, tras su estreno en la sección oficial del festival de Berlín del año 2000 recogimos el premio Manfred Salzberg dedicado a películas con riesgo. Con Pa negre logramos nueve premios Goya, 13 trofeos Gaudí, el premio a mejor película iberoamericana de 2012 y representamos el cine español en los Oscar de aquella edición con una película en una lengua cooficial del Estado, el catalán, lo cual potenciaba la diversidad cultural de esta Península que se quiere uniforme. Nos llenó de ilusión. E infinidad de premios nos caían por todas partes.
Paulo Branco tiene a Villaronga en su catálogo de grandes autorías junto a Wim Wenders, Raúl Ruiz, Manoel de Oliveira o Chantal Akerman, entre otros. No puedo dejar de recordar una experiencia preciosa en la que nos confabulamos los amigos de la actriz Rosa Novell cuando perdió la vista en el tratamiento de su cáncer mientras ensayaba el Testamento de María de Colm Tóibín. Agustí, de actor con ella, la guio en una película, El testament de la Rosa, que algún crítico ha comparado al cine de Dreyer. Ahí también se miró la muerte de cara, con maestría, espiritualidad, belleza y con ese estilo villaronguiano inconfundible que le ha llevado a ser uno de los grandes, y encima muy querido por todos los que han tocado su genio.
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