La fotografía que traspasa los límites de la realidad
La exposición ‘Visiones expandidas’, en CaixaForum Madrid, profundiza en la experimentación con las imágenes mediante la técnica y la química, desde propuestas con un sentido lúdico a las de interés científico
En la esencia de la fotografía está experimentar, probar, errar y obtener una imagen dejada de la mano de la imaginación durante el momento en que se dispara o después, en su posproducción. De casi todas las prácticas que uno pueda imaginar, logradas a lomos de la química y de la tecnología, pero sin tener por qué retratar la realidad, más bien, procurando alejarse de ella, se ocupa la exposición Visiones expandidas, en el CaixaForum de Madrid hasta el 26 de marzo. Un recorrido con 172 obras de 107 artistas, procedentes del Musée National d’Art Moderne-Centre d’Art Georges Pompidou, estructurado en seis secciones temáticas y sin orden cronológico. Es fundamental que el visitante se detenga en la explicación de las cartelas para saber qué está viendo, y disfrutarlo. De Madrid, esta exposición viajará a los CaixaForum de Barcelona, Sevilla y Valencia.
Con un ambiente en algunas zonas con luz tenue para la conservación de las piezas y poder apreciar mejor sus efectos ópticos, la muestra enseña piezas que van desde los comienzos del siglo XX hasta nuestros días, con nula representación española, por cierto. “La experimentación es parte de la fotografía desde sus orígenes”, explicó en la presentación la comisaria, Julie Jones, historiadora del arte. Así, el visitante tiene también la oportunidad de jugar por un rato a ser fotógrafo en las tres pantallas de la exposición en las que puede autorretratarse y, a partir de su imagen, aplicar diferentes herramientas para verse distorsionado, en negativo, con rayaduras…
La muestra recibe, en el apartado titulado Luces, con un clásico: las rayografías de Man Ray, de 1922, en las que este icono del surrealismo interponía objetos cotidianos, como peines o llaves, entre la luz de una bombilla y el papel sensible para lograr imágenes en las que los utensilios parecen flotar en el aire. A su lado, un compañero de generación e inquietudes, el fotógrafo y pintor húngaro László Moholy-Nagy, con sus “composiciones luminosas”, fotos realizadas sin cámara y de factura abstracta. Profesor de la Bauhaus, dejó uno de los ensayos más influyentes en la imagen: Pintura, fotografía, cine (1925). En esta área, protagonizada por artistas de las vanguardias que mostraron especial interés por el medio fotográfico, sobre todo surrealistas y dadaístas, pueden verse también las “solarizaciones” del francés Maurice Tabard, en las que sometía el papel emulsionado a una luz blanca intensa durante el revelado. En su bella imagen Árbol que camina (1949), el tronco se fusiona con unas piernas. Asimismo, destaca la fantasmagórica pieza Starfinger Angel (Ángel con dedos de estrella), de 1975, del artista estadounidense Bruce Conner.
En la sección Movimiento hay propuestas que inciden “en la relación entre la fotografía y la física”, expuso Jones. Se centra en un periodo que abarca hasta después de la II Guerra Mundial, cuando la ciencia había dado un salto gigantesco. Ahí están, por ejemplo, las tomas de los rastros que deja la oscilación de un péndulo luminoso, que plasmó en 1952 el suizo Gérard Ifert, diseñador, ilustrador y fotógrafo. De las vibraciones que genera una persona al caminar se ha ocupado el artista contemporáneo danés Olafur Eliasson en su obra de 2004 titulada Pedestrian Vibes Study (Estudio de las vibraciones de un peatón). Para ello se colocó unas bombillas led por el cuerpo y se desplazó por una estancia a oscuras, ayudado por su pasado como bailarín de break dance, mientras una cámara lo capturaba hasta dar como resultado unas líneas abstractas luminosas. También se interesó por el desplazamiento el ingeniero eléctrico Harold Eugene Edgerton, que había comenzado en la fotografía. Profesor en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), es célebre por sus poéticas imágenes del estallido de gotas de leche al caer.
Quimigramas
Alteraciones, el capítulo más difícil de seguir de la exposición, bucea en otra dimensión, en la que la fotografía se asemeja a la abstracción pictórica gracias sobre todo al uso del color: copias fallidas, malos revelados, los “quimigramas” del belga Pierre Cordier, que obtiene imágenes sin cámaras aplicando a plena luz productos químicos al papel sensible, y la serie de autorretratos (entre 1984 y 1987) con motivos psicodélicos y geométricos de la fotógrafa conceptual Ellen Carey.
Los límites de la experimentación se estiran, no exentos del puro juego, en el apartado La visión a prueba, en el que puede verse la serie de instantáneas que realizó el artista británico Steven Pippin en 1997, en las que usó varias lavadoras como cámaras, y en el cajón para el detergente y el suavizante vertió revelador y fijador. El propio Pippin pasó por delante de la lavadora/cámara para retratarse, incluso durante el centrifugado. Una locura divertida, fronteriza con la performance. Más relajante resultan las “formas luminosas” del científico austriaco Herbert Franke, quien con un estroboscopio —aparato que emite destellos para retratar, como si estuviera parado, un objeto que gira a gran velocidad— se fijó en las vibraciones de un alambre blanco.
Mención aparte merece la gran instalación From Hand to Mouth (De la mano a la boca), del poeta y artista Jeff Guess. Se trata de una obra de uno por 22 metros con 24 imágenes. El conjunto está suspendido de una estructura metálica circular y la gracia está en que Guess produjo las imágenes colocando los negativos en su boca, que se convirtió de manera literal en una cámara oscura. En cada imagen representó a una de sus manos tocando un objeto cotidiano.
La sección Recrear mundos está dedicada a intentar mostrar cómo desde la experimentación fotográfica se puede, en ocasiones, impulsar el cuestionamiento de la realidad, el sentido crítico. Así que libertad para probar con la combinación de varios negativos en la ampliadora, sobreimpresiones de personas paseando, fotocollages, transformaciones digitales… Destaca el imponente fotomontaje titulado Nocturno, del surrealista húngaro Brassaï, quien en sus salidas por las noches de París desde los años treinta captaba los grafitis de la época que luego fue recortando hasta componer esta nueva gran imagen.
El final de Visiones expandidas es para el protagonista por excelencia de la fotografía y uno de los motivos favoritos de los creadores de la experimentación, el cuerpo humano. Una explosión anatómica de bocas, ojos, culos, piernas… en la que sobresale la perturbadora escenografía titulada Mujer masturbándose en la luna (1982), de Joel-Peter Witkin, en la que ella se aferra a una luna en fase creciente que parece humana. Hasta acabar con el divertido autorretrato del polifacético Herbert Bayer, diseñador de publicidad en la Bauhaus, que se fotografió en 1932 en un montaje en el que se le ve con un brazo levantado del que ha desaparecido la axila, que aparece sostenida por la otra mano. Nada por aquí, un efecto óptico por allá.
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