László Moholy-Nagy: reconsiderar el mundo a través del arte
Un nuevo documental revisa a una de las figuras más importantes y radicales de la vanguardia artística del siglo XX a través de su labor pedagógica
Cuando, a finales de marzo de 1923, Walter Gropius, fundador de la Bauhaus, invitó a László Moholy-Nagy (Bácsborsód, Hungría, 1895-Chicago, 1946) a sumarse a su revolucionario proyecto pedagógico, la noticia no fue muy bien recibida. Entre los profesores ya se encontraban Paul Klee, Vasily Kandisnky y Oskar Schlemmer. Moholy-Nagy era un autodidacta con una corta trayectoria de cinco años como artista visual. Hablaba el alemán con un fuerte acento húngaro y carecía de experiencia en la docencia. ¿Por qué contratar a alguien así?, se preguntaban, furiosos, algunos de sus colegas dentro de la escuela establecida entonces en Weimar.
Sin embargo, el carismático artista no tardó en seducir a sus alumnos. Al frente del curso introductorio de la mítica escuela puso en práctica sus innovadores métodos pedagógicos, dirigidos a expresar la capacidad del diseño para mejorar todos los aspectos de la vida y de la sociedad, y también a difuminar las barreras que separan las distintas disciplinas artísticas. Con el entusiasmo propio de un niño incitaba a los estudiantes a desaprender lo aprendido, a integrar los avances tecnológicos a su alcance en sus proyectos y a comprender que era más importante el proceso creativo que el producto. “Personificaba una nueva concepción de lo que significaba ser artista, así como de la propia definición del arte”, destaca el historiador Oliver Botar en The New Bauhaus, un documental centrado en la labor docente del que fuera una de las figuras más importantes y radicales de la vanguardia artística del siglo XX.
Su significativo paso por la Bauhaus fue solo una etapa de una singular y fructífera andadura
Realizar una película sobre alguien tan prolífico visualmente como lo fue Moholy-Nagy supone un reto que resuelve con elegancia Alysa Nahmias, su directora. La película recorre la vida del proteico autor, quien logró transitar de un género artístico a otro, sin tropiezos, subrayando con coherencia los distintivos estéticos del artista en cada una de las disciplinas. Su significativo paso por la Bauhaus fue solo una etapa de una singular y fructífera andadura. En 1937, tras instalarse en Chicago, huyendo del avance de los nazis, pasó a dirigir la New Bauhaus. Por motivos económicos, la escuela tendría que cerrar un año más tarde. Así, en 1939 fundó la Escuela de Diseño de Chicago, germen del actual Instituto de Diseño del Instituto de Tecnología de Illinois (ITT). “Los diez años que pasó en Chicago fueron esenciales para la historia del arte del siglo XX”, sostiene Elizabeth Siegel, comisaria de fotografía del Instituto de Arte de Chicago.
El autor húngaro se presenta como alguien para quien no existen los obstáculos; ambicioso en sus miras y hábil emprendedor. Un artista hecho a sí mismo, que borra su pasado cambiado su apellido, Weisz, para dejar atrás el trauma experimentado durante su infancia, cuando fue abandonado por su padre. Un hombre en ocasiones inseguro, que por costumbre esconde su mano izquierda en los retratos, evitando mostrar el pulgar deformado como consecuencia de una herida durante su participación en la Primera Guerra Mundial. Allí comenzaría a dibujar mientras servía al ejército austrohúngaro como oficial de artillería. El placer de crear nunca le abandonó. De manera que, cuando, días antes de su muerte, durante una conferencia en Nueva York, fue calificado como un diletante, dijo sentirse complacido: “Es algo grande, ya que un diletante es aquel que hace cosas porque disfruta enormemente de lo que hace, y eso es lo que yo hago”, respondió. “Los traumas que experimentamos son los que nos forman”, sostiene Nahmias. “Y Moholy-Nagy destaca porque fue capaz de conservar su optimismo en tiempos de oscuridad, de guerra y de conflicto. Supo por encima de todo conservar su confianza en la humanidad. Algo muy característico de la modernidad. ¿De dónde sale esa fuerza que le empuja a ser tan resuelto y motivado? Esa es una de las preguntas que lanzo al espectador”.
La presencia de la hija del artista, la arqueóloga Hattula Moholy-Nagy —fruto de su segundo matrimonio con Sibylle Pietzsch— da al documental un tono íntimo, reforzado con la intervención de sus dos nietos: el diseñador Andreas Hug, quien se formó en el Instituto de Diseño de Chicago, y Daniel Hug, actual director de la feria Art Cologne. “Uno de los temas del documental es el legado”, señala Nahmias. “¿Qué significa tener un legado? ¿Qué es lo que aportamos al futuro? Moholy siempre pensaba a largo plazo. El deseo de querer cambiar el mundo y mejorarlo a través del arte estaba siempre latente. Indudablemente, su familia es una parte de este legado, como lo es su arte y sus alumnos”.
Es el comisario suizo Hans Ulrich Obrist quien se encarga de poner voz a los escritos del artista: “La idea básica de la educación en la New Bauhaus es que todo el mundo tiene talento”, escribía. Talento que afloraba cuando los alumnos eran capaces de mirar con los ojos de un niño. Así para cultivar el sentido táctil los estudiantes realizaban esculturas de madera. No dejaban de mostrarse confundidos al ver que el estudio de la biología formaba parte de la programación curricular, que incluiría también conferencias, como las que John Cage, entonces prácticamente un desconocido, impartiría sobre música. Una vez graduados, los alumnos propagarían la filosofía de la escuela responsable de asociar los diseños más innovadores a los objetos cotidianos. Entre ellos encontramos el diseño curvilíneo de la pastilla de jabón Dove, fácilmente adaptable a forma de la mano, y que se ha mantenido a lo largo de 70 años.
“Aunque siempre le gustaron los niños, no le veíamos mucho”, recuerda Hattula, haciendo alusión al respaldo que el artista recibió de tres mujeres: Lucia Moholy, fotógrafa oficial de la Bauhaus y su primera mujer; la actriz Ellen Mark (cuñada de Gropius y amante del artista) y Sibyl / Sybille, su segunda esposa. “Tengo la impresión de que ninguna recibió el merecido reconocimiento”, apostilla la arqueóloga. Fue con Lucia con quien, en 1922, descubrió los fotogramas, durante el tiempo que pasaron fotografiando una comuna de mujeres. Siempre a la sombra de su marido, la firma de Lucia nunca apareció en los textos escritos en conjunto, así como en varios de los fotogramas que realizaron juntos. Uno de los retratos más conocidos del autor, en el que su rostro se muestra tapado por su mano, es obra de Lucia. Durante años apareció referenciado como un autorretrato.
“Los analfabetos del futuro no serán los que no sepan escribir, sino los que no sepan fotografiar”, diría el visionario artista, que destacó también como teórico del movimiento Nueva Visión. Con el fin de afianzar el carácter experimental de sus teorías dentro del campo de la fotografía contrató a Arthur Siegel como profesor. Este a su vez invitó a Harry Callahan a unirse a la plantilla. En 1951, Aaron Siskind se incorporó para impartir un máster dentro del espíritu promulgado por su ya desaparecido antecesor (Moholy-Nagy murió con solo 51 años, víctima de una leucemia). Callahan y Siskind se convertirían entonces en la pareja docente más famosa de la historia de la fotografía en América. Formaron a una generación a la cual la revista Aperture dedicó la portada de uno de sus números de 1961. Incluye a Ken Josephson, Joseph Sterling, Charles Swedlund, Ray K. Metzker y Joseph Jachna.
“Moholy-Nagy nunca pudo separar el arte de la vida”, apunta Nahmias, “de ahí que una de sus creaciones más extraordinarias fuera su vida. Concebía el arte como una práctica constante. No concedía importancia al objeto creado, sino en la percepción de la idea que se escondía detrás; al impacto de la obra en el espectador. Era un artista conceptual. Siento mucha curiosidad por saber cómo utilizarán los artistas del presente la tecnología. Si lo harán de una forma tan fructífera como lo hizo Moholy-Nagy para ayudarnos a repensar el mundo”.
The New Bauhaus. (Estados Unidos, 2019). Dirigido por Alysa Nahmias.
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