Esteban Villalta: “Yo soy la resistencia romana”
El pintor italo-español, enlace entre las vanguardias y el arte ‘underground’ de ambos países, expone una retrospectiva en Roma de sus cuatro décadas de trabajo
El bar San Calisto, en el corazón del Trastevere romano, está lleno a las seis de la tarde de un martes. Este lugar fue la quintaesencia de la locura y autenticidad del centro de una ciudad edulcorada ahora por la invasión turística. Aquí Esteban Villalta (Roma, 66 años) las vio de todos los colores. El funeral del Vikingo, aquel personaje del barrio al que trajeron dentro de su ataúd para darle el último adiós apoyando las copas en el féretro. O a Paul Getty, cuando pasaba con la carroza antes de que la mafia le cortase una oreja. Asoma también ahora el recuerdo de las tardes con Rafael Alberti, que vivía a dos pasos. Villalta, fabuloso pintor del underground romano, enlace entre las nuevas corrientes italianas y españolas, acaba de exponer una fascinante retrospectiva de su carrera.
Pregunta. ¿Por qué nació aquí?
Respuesta. Mi padre terminó en Roma en 1952 con otros dos pintores. Vinieron andando desde Madrid. Lograron un récord Guinness. Mi familia era republicana, mi abuelo estuvo preso después de la guerra, y él estaba harto de vivir ahí.
P. Como para no estarlo.
R. Italia vivía un bum en aquella época. Había una explosión artística alucinante y en España… ya sabes cómo estaba todo. Mi padre era de la generación del 27. Y muchos, como Mompó, estuvieron becados en la Academia española de Roma. Más tarde se juntaron con ellos grandes personajes como Rafael Alberti, con quien terminamos siendo muy amigos. Mi padre y él alquilaron un estudio en un pueblo cercano y pasábamos los fines de semana juntos. Era un ambiente de locos geniales. Antes había pocos artistas y eran muy respetados. Ahora te salen por las orejas.
P. ¿Usted cómo empezó a pintar?
R. Muy joven, en el estudio de mi padre. Comenzó siendo una gran influencia, pero enseguida me liberé y pasé al graffiti de la época. Para mí la verdadera vanguardia siempre ha estado en la calle.
P. ¿Y cómo era aquella Roma?
R. Había un clima de libertad y rebeldía que ya no existe. Se habla mucho del Mayo del 68 francés, pero Italia vivió en ese periodo una explosión cultural del mismo nivel.
P. ¿Todos estos barrios eran distintos?
R. Mira, el Campo dei Fiori era un barrio chungo, de mala vida. Los turistas tenían miedo de venir aquí. Yo llegaba de un barrio más pijo, y el primer día, con seis años, me puse a llorar. Había ladrones, falsificadores, proxenetas… Como el barrio chino de Barcelona. Y me tuve que pegar con todos para que me respetaran.
P. ¿Y ahora?
R. Es un bed & breakfast gigante. Hemos cambiado el ruido de la cultura de la calle por el sonido molesto de los trolley de los turistas. Antes salías y esto era como un pueblo, hoy no queda nadie: los han echado a todos para subir alquileres y abrir hostales. Pero yo soy la resistencia del centro de Roma.
P. ¿Cómo terminó en la movida madrileña?
R. Cuando murió mi padre, me fui a Madrid a recuperar las raíces. Me encontré con otro ambiente, una alegría y efervescencia increíbles. La Movida fue una casualidad, lugares donde te encontrabas con El Hortelano, Ceesepe, García Alix, Antonio Bartrina… Nos quedábamos nosotros, cuatro o cinco, hasta el final de la fiesta. Pero la Movida que venden ahora me parece una gilipollez.
P. ¿Le cambió algo la manera de pintar?
R. Nada, yo tenía mi estilo. Nunca seguí ninguna moda. Me gustaba lo sucio, lo antipático. Y de ahí nació mi expresionismo feroz. Me gustaba pintar tamaños enormes, trabajar con un cierto tipo de brutalismo.
P. ¿Quién fue su galerista?
R. Primero fui a ver a Fernando Vijande, que quería que le dejase la obra. Y luego me fui a ver a Juana de Aizpuru. Le enseñé los cuadros, me pidió que los dejase en el almacén hasta que llegase su hija. Y al día siguiente me dijo que era un artista para la galería. Me consiguió la beca de estudios en la Casa de Velázquez. Es una grande.
P. Los excesos de aquella época mataron a muchos artistas. ¿Usted cómo sobrevivió?
R. No soy el único. Pero es verdad que no toqué nunca la heroína. Tenía ejemplos en Roma y había visto caer a muchos amigos. En el argot de Trastevere llamábamos “peces muertos” a los que se metían.
P. ¿Cuándo volvió a Italia definitivamente?
R. En 1992. Después de 12 años mi cuerpo ya no podía más. Salía mucho, pero también trabajaba un montón. Además, notaba en el aire el fin de época que se acercaba.
P. ¿Cuándo se terminó el expresionismo feroz?
R. Al cabo de un año de regresar a Italia. Nunca quise quedarme en un estilo. La pintura es evolución, frescura. Pintar es escribir un diario y lo que veo cuando me levantó es lo que quiero plasmar. Me sucedió con la pandemia, pero cada época me ha dado algo.
P. Usted es un poco como el rey Juan Carlos: nacido en Roma, pero de corazón español.
R. No te jode... Siempre me he sentido más español. No sé por qué. Soy más como Adriano y Trajano.
P. ¿Real Madrid o Roma?
R. Roma, claro.
P. ¿Lazio o Barcelona?
R. Barcelona, menuda pregunta.
P. ¿Qué le parece la Italia de Meloni?
R. Es un peligro, pero ya están dando la cara con lo que son verdaderamente: unos fascistas. Pero lo bueno de Italia es que, como decía Flaiano, nada nunca es realmente serio. Y uno pasa de ser un genio a un inútil muy rápidamente.
P. ¿Morirá en Roma o en España?
R. En Sudamérica. Pero no me entierres todavía.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.