Sonia Wieder-Atherton, chelista y pareja de la directora de la mejor película de la historia: “Siempre habrá ‘haters’. Déjalos que griten”
La colaboradora y “compañera de vida” de la cineasta Chantal Akerman reflexiona sobre la elección de ‘Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles’ por encima de títulos canónicos como ‘Ciudadano Kane’ o ‘Vértigo’
“¿Mi primer recuerdo de Chantal? El primero íntimo que me viene a la cabeza es... Yo estaba ensayando con el chelo, y ella dormía tumbada. Por no molestar, lo dejé, y de repente ella abrió los ojos y me dijo: ‘¿Por qué has parado?”. Durante varios momentos de la conversación, el inglés melancólico y salpicado de palabras en francés que usa la chelista Sonia Wieder-Atherton (San Francisco, 61 años) se hunde en las sombras. Wieder-Atherton fue durante muchos años pareja y colaboradora de la cineasta Chantal Akerman (Bruselas, 1950-París, 2015), una creadora que ahora es objeto de una tormenta mediática: su Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975) ha sido elegida mejor película de la historia en la última lista de la revista Sight & Sound, por encima de títulos canónicos como Ladrón de bicicletas, Ciudadano Kane o Vértigo. Wieder-Atherton compuso la música de filmes como Desde el Este o Historias de América, y a su vez Akerman la filmó en, por ejemplo, Las tres últimas sonatas de Franz Schubert o Tres estrofas sobre el nombre de Sacher.
La chelista dio la noche del martes un concierto en el Auditorio del Museo Reina Sofía en homenaje a la obra de su, según propia definición, “compañera de vida”. “¿Qué hubiera opinado ella de esa elección? Para ella esa película fue como un enorme banquete. Chantal sabía que con el tiempo Jeanne Dielman... significaría algo en la historia del cine. No que encabezaría un listado así, obviamente, pero sí era consciente de la importancia de esa película”, aseguraba la intérprete y compositora horas antes de su actuación.
Más allá de la polémica por la nueva lista de Sight & Sound, que la revista británica publica cada década y cuyo resultado se dio a conocer hace tres semanas tras la votación de 1.639 historiadores, críticos y periodistas cinematográficos, Wieder-Atherton se muestra feliz por el reconocimiento que ha alcanzado Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles, (1975), escrita y dirigida por una Akerman de 25 años y protagonizada por Delphine Seyrig, que interpreta a una ama de casa casi muda durante tres horas y 20 minutos del metraje. “¡Es fantástico por muchísimas razones!”, estalla con felicidad la violonchelista. “Es asombroso cómo una cineasta de 25 años es tan consciente e inconsciente, como he dicho antes, de estar revolucionando la vanguardia del lenguaje cinematográfico y transportar al espectador a otro sitio. Va más allá del feminismo, o del cine hecho por mujeres”.
Chantal sabía que con el tiempo ‘Jeanne Dielman...’ significaría algo en la historia del cine”
A su compañera de vida le indigna el encasillamiento de la obra de Akerman por parte de algunas corrientes críticas como “cine hecho por mujeres”. “Su obra iba más allá y me niego a etiquetarla, a encasillarla en un sector. Entiendo que haya mujeres cineastas que la consideren una gran influencia; sin embargo, espero que influya a creadores posteriores, independientemente de su sexo. Tampoco me gusta la palabra genio para Chantal, porque siempre amó el cine colaborativo, nacido de lograr lo mejor de la gente que trabaja en una película. E insisto, filmó Jeanne Dielman... muy joven. ¿Cómo pudo...?”. ¿Y a la gente que protesta por la elección? Wieder-Atherton sonríe: “Siempre habrá haters. Déjalos que griten, porque ellos se lo pierden. Son batallas sin sentido”.
El concierto que la ha traído a Madrid forma parte del ciclo Desde el Este. Mujeres cineastas y el telón de acero (1943-1993), coorganizado por el Reina Sofía y la Filmoteca Española, y ha servido para homenajear la música eslava que “tanto gusta” a Akerman y a Wieder-Atherton. La chelista dice expresamente “gusta” porque rehúsa hablar en pasado de la cineasta. Por eso, no tiene respuesta para su último recuerdo de Akerman: sigue ante ella. “Encaré la actuación como si viera una historia entera y eligiera pedacitos de ella. Hay música judía litúrgica, que nos atrae por nuestro pasado”, explica. Esas melodías hablan de desarraigo, de pérdida “porque ambas venimos de familias judías”. La chelista apunta que son emociones diferentes a las creadas en las películas, porque ahí la banda sonora se confronta con los rostros de los actores. “Por eso uso fotos y filmaciones en las actuaciones, indago en nuevas conexiones”, reflexiona. “Por ejemplo, interpreto a Prokofiev ante el corto Saute ma ville, porque los movimientos tan enérgicos y entrecortados de esa música encajan con la laboriosidad de Chantal [que dirige y protagoniza el corto] en pantalla”. Y sonríe: “Combina de manera muy chantalesca”, un afortunado adjetivo que usará en diversos momentos de la hora de charla. “Me gustan esas combinaciones misteriosas”.
Hay un momento en que Wieder-Atherton disfruta especialmente: cuando desmenuza la grabación del documental de Akerman Desde el Este (1993), sobre la vuelta a su país natal de la chelista Natalia Shakhovskaya y el final de la dictadura. “No me parece triste aceptar estas invitaciones. Chantal sigue aquí, y me gusta construir estas actuaciones como si las hubiéramos afrontado juntas. La vida ya no es la misma, cierto, me he reinventado en cierta manera...”, se entrecorta. “La presencia de Chantal todavía es muy fuerte”.
La violonchelista define a la cineasta como alguien “que provoca explosiones de ideas; abierta a cambiar etiquetas previas, a explorar nuevos caminos, a poner los conceptos patas arriba; y de ahí crear arte”. Por eso su cine estaba “repleto de momentos inesperados, incluso divertidos, siempre emocionantes”. Y de ahí venía su estilo fílmico: “Muchos lo definen malamente como lento. Ni mucho menos, es lo contrario. Ella esculpía el tiempo, y para mí incluso iba muy rápida. Ahí estaba su excepcionalidad: en poner al revés todo lo preestablecido”.
Sobre sus trabajos en común, solo cuenta: “Cada colaboración fue distinta. Por ejemplo, para Histoires d’Amérique: Food, Family and Philosophy realicé mucha investigación; en Romance en Nueva York entré al final. Cada material se manipula de manera diferente, con Chantal no había planes previos porque ella era la primera que amaba la sorpresa y la aparición de emociones inesperadas. Es mágico cómo en su cine se entremezcla lo consciente y lo inconsciente, el absoluto dominio de la forma y la narrativa que poseía Chantal con el placer de disfrutar los accidentes y abrazar lo incontrolado”.
Babelia
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